La industria calderera recupera mercados

Construcción naval, extracción de petróleo, minería y el sector eólico vuelven a generar pedidos

Las empresas cántabras del metal volvieron a la senda de crecimiento el pasado año y sus ratios de producción y rendimiento económico avanzan ahora más rápido que la media nacional. También el empleo empieza a remontar, aunque su censo laboral aún esta lejos de los casi 26.000 trabajadores de hace una década. La calderería, uno de los subsectores más representado en la región, ha atravesado momentos muy difíciles, al coincidir en el punto más bajo la mayoría de los sectores a los que sirve, pero empiezan a llegar pedidos desde la construcción naval, la minería, la extracción de petróleo y la energía eólica.


La industria local aguantó bien en los primeros años de crisis pero, después de caer en ella, ha tardado en sumarse a la recuperación. Desde el pasado otoño la evolución es francamente buena y en los primeros meses del año está creciendo a tasas del 14%, frente al 4% nacional.

Más difícil es saber que papel ha jugado en estos alentadores resultados el sector del metal, aunque tradicionalmente ha tenido un peso determinante en la actividad industrial de la región. Lo cierto es que el tirón de la automoción están resultando muy relevante en la carga de trabajo de las empresas metalúrgicas cántabras. En el caso concreto de la calderería, parecen despertar, a la vez, dos de sus principales clientes la industria naval y la eólica, e incluso hay señales de que sectores maduros como la minería o el petróleo, también están experimentando un repunte en sus inversiones, al subir los precios en el mercado de materias primas. Todos ellos tienen una importante repercusión tanto en las fundiciones como en la fabricación de válvulas, tuberías o trabajos de soldadura.

El sector se cuida mucho de lanzar las campanas al vuelo, después de diez años muy difíciles, pero también confía en el incipiente repunte en la construcción y la obra pública, ya que las empresas del metal auxiliares intervienen en las fases intermedias de la construcción.

Más trabajo para los astilleros

Los primeros meses de 2018 marcan el punto más alto de contratación desde el comienzo de la crisis.

El pasado mes se celebraba en Vigo la feria internacional Navalia, de la industria naval, con resultados alentadores. La construcción de buques repunta, tanto la demanda de pesqueros como la de ferries, y eso abre oportunidades a las empresas cántabras especializadas.

Una de ellas es Degima, que está explorando la aplicación en el mercado naval de materiales alternativos al acero. Ya en 2014 comenzó a fabricar estructuras navales en aluminio y cree que tienen futuro.

Actualmente, está participando en la construcción de un atunero-congelador de Astilleros Zamakona, al que va suministrar las cubas de congelación del pescado (un bloque de acero de 122 toneladas), que ya están en fase de pruebas y entrega. También aportará el palo principal de pesca, de más de 25 metros de altura, así como el puente,  fabricado en aluminio y compuesto de dos cubiertas de más de 20 metros de eslora y 15 de manga cada una, que se dividirán en secciones para comenzar su traslado en transportes especiales a partir de este mes.

Ya en el astillero de Santurce, hará una unificación en grada y participará en la fase de montaje a bordo del buque.

Todo ello le va a suponer a Degima más de 17.000 horas de trabajo, entre fabricación en taller y montaje en el astillero.

El tirón del sector energético

Preparación de piezas de calderería para su transporte en las instalaciones de Montajes Pedro.

Otro sector con un gran potencial de trabajo para la metalúrgicas cántabras es el de la energía, en concreto la eólica. Aunque parece que ha ralentizado el fuerte impulso con que empezó el año, es uno de los mercados al que se dirige la actividad de empresas como el Grupo Gomur. Tras la compra de las instalaciones de Talleres Martínez, Gomur, especializado en ese campo, puede abordar el mecanizado de todo tipo de piezas y hacerlo además en grandes series.

Para simplificar la logística, en el proceso de fabricación de los aerogeneradores se busca que las empresas que van a mecanizar las grandes piezas de las torres estén cerca de los fundidores. Fabricantes como Vestas o Gamesa cuentan con fundiciones en Vitoria, y con fábricas de montaje en León y en Valladolid, respectivamente. Esto sitúa a Cantabria en los corredores por los que han de transitar las piezas camino de su ensamblaje final. Una ventaja que Gomur Mecanizados ha aprovechado.

Las boyas para la obtención de energías marinas también están en el punto de mira de las empresas locales, como la propia Degima que participó en la fabricación del primer proyecto europeo de boya experimental para obtención de energía eléctrica a partir de las olas del mar, o como Ecol, que también fabrica componentes para el sector nuclear.

Pero aunque la industria del metal haya salido de su atonía de años atrás, la recuperación de la mano de obra que el sector llegó a emplear al comienzo de la crisis está lejos de lograrse.

Lenta recuperación del empleo

Boya experimental fabricada por Ecol para el desarrollo de la energía eólica marina.

En 2008, al inicio de la crisis, la industria cántabra tenía  51.000 trabajadores, según la Encuesta de Población Activa, y la mitad de ellos estaban encuadrados en el sector del metal (25.954). En el primer trimestre de 2018 en la industria solo había 37.000 personas, y el sector del metal tenía 18.372, 7.582 menos que hace una década. Aún así, eran un 2,2% más que en 2017 y suponían la cifra más alta desde el inicio de la crisis económica. Esa tendencia puede acentuarse, ya que, el último barómetro de la patronal Pymetal, hecho público el pasado mes de abril, indica que el 24% de las empresas encuestadas tiene intención de incrementar sus plantillas a corto plazo para hacer frente a la actividad prevista.

Tradicionalmente, los empleos en el sector industrial eran relativamente estables y con retribuciones superiores a la media, de ahí su importancia para la marcha de la economía. Pero la crisis ha supuesto también un deterioro en esas condiciones. Y aunque el nivel de estabilidad en las contrataciones en las empresas del metal es superior al 60%, según señala Pymetal, de los 15.641 contratos que se hicieron el año pasado, más de un 94% fueron de carácter temporal. Y, en cuanto a las retribuciones, los sindicatos plantean a los empresarios las necesidad de que esa mejora que ha registrado la actividad económica se vea reflejada en las subidas de salarios que están negociando en el nuevo convenio colectivo del metal, que continúa encallado.

El pulso entre los sindicatos y Pymetal

Utillaje para el transporte de piezas eólicas fabricado por Talleres Gomur.

El reconocimiento por la propia patronal de los buenos datos del sector en estos momentos es uno de los argumentos empleados por UGT y CC.OO para exigir una subida en los salarios que vaya más allá del IPC. “Hemos pasado unos años de travesía del desierto –señala Carlos Meneses, secretario de la Federación del Metal de UGT Cantabria–, en los que se ha perdido empleo y donde los incrementos salariales han sido muy moderados o cero, como en 2013 y 2014, y, si estamos ahora en otra dinámica de crecimiento, queremos recuperar parte de lo perdido”.

Las diferencias entre las partes no son grandes en lo que se refiere al año transcurrido desde que finalizó la vigencia del anterior convenio colectivo regional, en diciembre de 2016. Para 2017, Pymetal ofrece una subida del 1,3% (el IPCsubió el 1,1%), que se pagaría retroactivamente, mientras que los sindicatos piden un 1,4%. El desencuentro surge a la hora de acordar las subidas para 2018 y 2019. Mientras que la patronal ofrece el 1,4%, con una garantía de un 0,2% por encima de lo que marque el IPC en esos años, los sindicatos exigen un incremento del 2% cada año, con una garantía del IPCmás 0,5%.

Los representantes laborales quisieron dejar cerrado lo relativo al año pasado, donde la diferencia es tan solo de una décima, y continuar negociando el convenio para 2018 y 2019, pero Pymetal quiere cerrar un acuerdo que abarque los tres años, e incluso extenderlo hasta 2021.

Las diferencias alcanzan también a otros aspectos, como la cláusula de revisión. Tradicionalmente, los convenios incluían esta cláusula para el supuesto de que la subida pactada se quedase por debajo de la inflación. En ese caso, se pagaba la diferencia para que los trabajadores no perdieran poder adquisitivo. El impacto de la crisis hizo que los sindicatos aceptaran excluir, por primera vez en muchos años, esta cláusula en la negociación del convenio colectivo que expiró en 2016. Ahora quieren recuperarla, pero la patronal solo aceptaría reflejar en las tablas salariales del siguiente año esa desviación, sin pagar atrasos.

Otra diferencia importante entre ambas partes es el de la subrogación de plantillas para asegurar la continuidad de los trabajadores en determinados supuestos de sustitución de una empresa por otra. Como explica Carlos Meneses: “Hay muchas empresas, sobre todo las pequeñitas, que se dedican al mantenimiento y que trabajan para grandes empresas, que están sujetas a un contrato, público o privado de varios años; y tenemos problemas cuando las empresas principales cambian de contrata, porque no existe una cláusula de subrogación. En estos últimos años incluso las propias empresas nos han pedido ayuda sobre qué hacen con la plantilla cuando les quitan la contrata”.

Los sindicatos plantean que, en situaciones de este tipo, las empresas que se queden con el contrato cuenten con los trabajadores que vienen ejecutando la obra o servicio. Para la patronal, esa subrogación no debería afectar más que al 50% de las plantillas, algo insuficiente para UGTy CC.OO.

3.000 empresas del metal

Montaje de una plataforma extrusora para la fábrica de Aspla.

El convenio colectivo que negocian ambos sindicatos, aunque de ámbito regional, no afectará, sin embargo, a todos los trabajadores del sector del metal, al menos de manera directa. Por un lado, las grandes empresas, como Sidenor o Ferroatlántica, cuentan con su propio convenio, que suele contener mejores condiciones que el regional. Por otro, en los años de crisis, algunas pequeñas empresas, amparadas por la normativa laboral, han buscado en el ‘descuelgue’ del convenio colectivo la forma de reducir costes, rebajando para sus plantillas las tablas salariales del convenio del metal. “Lo hemos detectado en empresas pequeñitas –señala el secretario de la Federación del Metal en UGT Cantabria–, y habido unas cuantas. Bien es cierto que eso tiene un periodo de caducidad, hasta que se negocie un nuevo convenio, pero no impide que, una vez firmado, vuelvan otra vez a hacerlo”, advierte.

Las negociaciones se iniciaron hace un año con la constitución de la mesa. En aquella primera reunión estuvo presente CEOE, que se disputa con Pymetal la representatividad para negociar el convenio, un enfrentamiento que ha llevado a ambas patronales a los tribunales. Hasta octubre no se retomaron las negociaciones, ya con Pymetal como único interlocutor de los sindicatos, con el resultado ya expuesto.

Las posiciones están fijadas, pero no se sabe aún cuando se cerrará el nuevo convenio regional del metal. Los sindicatos no descartan medidas de presión para desatascar las negociaciones porque, según Meneses, “en este convenio, para arrancar algo, siempre hemos tenido que convocar una huelga”. No obstante, los sindicatos son conscientes de que el sector ha cambiado con la incorporación de nuevos trabajadores que no provienen de una cultura tan reivindicativa como la que históricamente ha existido entre los metalúrgicos.

Actualmente, el sector del metal de Cantabria está integrado por unas 3.000 empresas, en su mayoría pymes, que proceden de una larga tradición industrial. Un tejido industrial especializado en fundición, mecanización, calderería, soldadura, tratamientos térmicos y superficiales, montajes y mantenimientos, que aportan el 18% del PIB regional, un porcentaje que deja constancia de que el metal sigue siendo uno de los grandes motores económicos de la región.

Jesús Polvorinos

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