La fabricación de recódromos se abre paso en Cantabria

Ingeniería Aventura se traslada al Polígono La Cerrada para agilizar sus grandes instalaciones

En sus cinco años de existencia, Ingeniería Aventura ha fabricado rocódromos para colegios, pabellones deportivos, instituciones, particulares, e incluso para empresas de su propio sector, en casi todas las comunidades. La historia de su gerente, Miguel Ángel Álvarez, es la de un ingeniero técnico de obras públicas que se enfrentó a la crisis económica convirtiendo su pasión por la escalada en una fuente de ingresos sostenible.


Escalar es algo que Ingeniería Aventura no ha dejado de hacer desde su nacimiento en 2014. La compañía de Miguel Ángel Álvarez comenzó a fabricar recódromos en unas instalaciones de apenas 80 metros cuadrados situadas en Tanos. Más tarde, se trasladó a una nave industrial de 330 m2 en Vargas y ahora ha decido cambiar nuevamente de emplazamiento para desarrollar su actividad en un taller cinco veces mayor, ubicado en el Polígono La Cerrada, en Maliaño. Allí podrá completar los procesos de fabricación de estos grandes muros de escalada sin problemas de espacio.

Los recódromos son unas instalaciones deportivas destinadas a la escalada, casi siempre en recintos cerrados, y para construirlos es necesario partir de una estructura metálica, forrarla con paneles de madera y decorarlo con pintura. El problema al que se enfrentaba Ingeniería Aventura era que algunas de las actividades compartían sus áreas de trabajo. El soldador utilizaba el mismo espacio que el operario encargado del corte de madera y la empresa no podía simultanear varios procesos. Ahora va a poder hacerlo, lo que agilizará la fabricación, y dispondrá de un entorno más confortable para los trabajadores.

Un sector incipiente

Antes de que Miguel Ángel se decantase por el emprendimiento, trabajaba como ingeniero técnico de obras públicas en un laboratorio de estructuras. Tras prestar servicios durante cuatro años se quedó sin empleo por culpa de la crisis económica y decidió hacer unas oposiciones, pero no tuvo éxito y optó por engrosar su currículum con unos estudios de inglés en Escocia. “Allí encontré trabajo, pero no era la panacea”, reconoce.

Al finalizar el curso, regresó a su tierra y concluyó que el único modo de dar con una oportunidad laboral no era buscarla sino inventarla. Así que optó por montar un negocio en un sector del que tuviera un amplio conocimiento, que no requiriese una gran inversión inicial y donde, a poder ser, no tuviese muchos competidores.

Así decidió convertir su afición por la escalada en una actividad profesional y se asoció con un conocedor de los recódromos con la intención de crear una ingeniería enfocada a la realización de pruebas de carga y la certificación de estas instalaciones.

Mientras que todos los parques infantiles están revisados por una empresa externa que certifica el cumplimiento de la normativa, a los recódromos no han llegado estos controles y Miguel Ángel cree que esta situación demuestra que su sector está aún en “los inicios de su desarrollo”.

A la izquierda, recódromo móvil de 12 m2 para niños de entre tres y diez años. En la parte superior derecha, un recódromo vertical en el Pabellón Municipal de Marina de Cudeyo, en Rubayo, y abajo, un recódromo de 406 m2 instalado en el pabellón de Potes.

La empresa se encargaba, inicialmente, del diseño de los recódromos, de su fabricación y montaje y de su correspondiente certificación de seguridad. Eran demasiados procesos y optó por concentrar la actividad en la producción de ests muros de escalada, cuya oferta comercial ya es de por sí muy amplia. La opción más económica, el recódromo básico, cuesta 300 euros sin incluir la instalación y consiste en un kit de presas (los relieves en los que se apoyan los deportistas para escalar) que se colocan directamente sobre una pared de hormigón mediante anclajes, aunque también los hay específicos para paredes hechas de materiales huecos.

Una opción “más interesante” que la anterior, según Álvarez, es la del recódromo sencillo (2.000 euros aproximadamente), una instalación formada por paneles agujereados que permite cambiar las presas de lugar y diseñar distintos itinerarios para el escalador, a diferencia de lo que sucede con el producto más asequible.

Entre las alternativas más completas, destacan el búlder (escalada de volúmenes de piedra) básico, que cuesta en torno a 10.000 euros y se caracteriza por no superar los 4,5 metros de altura y no requerir uso de cuerdas) y los recódromos de más de 80 m2, de los que la empresa produce unos ocho anuales.

Uno de los proyectos más relevantes de la compañía, por las dimensiones, ha sido un recódromo con búlder adherido que montó en el pabellón de Potes para el ayuntamiento. Una iniciativa para la que el consistorio tenía un presupuesto de 120.000 euros.

Ingeniería Aventura ha trabajado en todas las comunidades autónomas, excepto Castilla La Mancha y Extremadura, y sus rocódromos están instalados en colegios, polideportivos, instituciones y propiedades de particulares que desean practicar esta disciplina deportiva antes de hacerlo al aire libre o cuando las condiciones meteorológicas no lo permiten. No obstante, también fabrica para otras empresas de su sector que confían en sus diseños.

El auge de la escalada

El negocio empezó con una modestísima inversión pero la facturación de la empresa va creciendo entre un 40% y un 50% en cada ejercicio hasta alcanzar los 400.000 euros el último año.

Con recódromos como el de 220 m2 que va a instalar en Reinosa y con la incorporación de la escalada al olimpismo en los Juegos de Tokio 2020, Miguel Ángel y su equipo pretenden aprovechar el tirón que se avecina en el sector y continuar un crecimiento a (gran) escala.

David Pérez

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