Artesanos de los perfumes
Cuántas historias caben en la capacidad de evocación de un perfume? Si alguien se pregunta cómo ha podido una pequeña empresa local hacerse un hueco en el sofisticado mundo de los perfumes la respuesta está en esa posibilidad de recuperar antiguos recuerdos o, simplemente, de encontrar el aroma con el que más nos identificamos.
Con esa fidelidad de los viejos clientes y con la capacidad de atraer a quienes conocen sus fragancias por primera vez, Mayfer ha culminado su trayectoria con la construcción de su nueva fábrica en el polígono de Marina de Cudeyo.
Hay gente que tiene olfato para los negocios y en el caso de María Díaz esa afirmación es literal, porque su singular capacidad para captar olores y matices explica que Mayfer haya podido elaborar los perfumes que la identifican y que, en algún caso, se han convertido en clásicos.
Sin embargo, su llegada a la dirección de esta empresa tuvo algo de casual. Mayfer es sucesora del pequeño laboratorio creado por Simón Cabarga con el nombre de Simper. En 1969, cuando su propietario empezó a temer por su continuidad una vez se jubilase, optó por transferírselo a su ahijado, Cayo Merino y a su entonces novia, María, por un precio casi simbólico. Ambos trabajaban en aquella época en una fábrica de pinturas y apenas podían dedicar atención a un negocio que se centraba en los ambientadores para cines y establecimientos de hostelería. Muchos santanderinos que en aquellos años acudían a cines como el Capitol o Los Angeles es posible que sigan recordando el olor de su ambientador.
Aquella pequeña empresa habría ido languideciendo si una inesperada circunstancia no hubiese empujado a María a hacerse cargo de ella con plena dedicación. La fábrica de pinturas en la que trabajaba el matrimonio redujo su plantilla en 1981 y María, que dirigía el departamento de compras, fue una de las perjudicadas. Animada por su marido, no encontró mejor terapia que dedicar toda su energía a impulsar el laboratorio de perfumes y a explorar nuevos campos de actuación. Fue entonces cuando se planteó elaborar una colonia propia, y empezó a experimentar con la mezcla de fragancias hasta dar con la idea que perseguía: “Eran colonias muy románticas –recuerda– porque yo quería meter el Cantábrico en un frasco o reproducir el olor de la hierba cuando se siega; aquí hay una gama maravillosa de olores”.
La amplia variedad de colonias que producía en aquella etapa se quedó finalmente reducida a las tres que encontraron más aceptación: Gotas, Caricias y Agua Fresca, que con el tiempo se fueron complementando con un gel de baño, un champú, un jabón líquido infantil, pastillas de jabón y hasta velas que huelen como las colonias. Las últimas incorporaciones han sido una crema de manos y las eau de toilette, que completan las gamas de perfumes.
Una inspiración basada en emociones
El motor de cada uno de los hallazgos sensoriales de María es la evocación o los sentimientos. Como en el caso de su producto más demandado, Gotas de Mayfer, con el que ha reproducido el aroma del primer perfume que empleó en su adolescencia, una eau de toilette francesa que le regaló su madre y que recuerda como “un olor a hierbas, algo de madera y algo de limón”. O el perfume que creó para su marido, Sprint, que tuvo también una gran aceptación entre sus clientes y que decidió dejar de fabricar cuando Cayo Merino falleció, a finales de los años noventa. El empeño de sus hijos logró, años después, que recuperase su lugar entre los productos que elabora Mayfer.
Una nueva etapa
La evolución de la empresa no tardó en dejar pequeño el local que tenían alquilado en la Calle Alta, y que hacía las veces de tienda y de laboratorio. En 1986 se trasladó la fabricación a una nave propia en el polígono del Campón, en Peñacastillo. Para entonces, Cayo Merino ya llevaba tiempo incorporado a la dirección de Mayfer.
En esa etapa tuvieron que superar un incendio en la fábrica, que les obligó a partir prácticamente de cero, y en 1996 se instalaron en la calle Tres de Noviembre, donde continúa situada la tienda y la administración de la firma.
La empresa está ahora en disposición de dar el mayor salto de su trayectoria al trasladar su actividad a una fábrica levantada en el polígono de Marina de Cudeyo en la que ha plasmado la experiencia acumulada en estos años. Una planta que le permitirá duplicar la producción de 200.000 litros anuales que venía haciendo en el Campón.
Mayfer no solo ha sido una de las primeras empresas en adquirir suelo en ese polígono, sino que ha sido también la primera en construir, tras el malogrado proyecto de GFB, ahora Fermacell. Y lo ha hecho sin ningún tipo de ayudas. El millón largo de euros que le cuesta la nueva instalación, construida por SIEC, se ha financiado con recursos de la propia empresa, aunque está pendiente aún una pequeña subvención de fondos europeos que no iría más allá del 8% de lo invertido.
La fábrica cuenta con cerca de mil metros cuadrados construidos, repartidos en dos plantas, y ha sido diseñada para acoger una actividad que casi está tan rigurosamente reglamentada como la industria farmacéutica o la alimentaria. Dispone de dos cámaras diferenciadas para almacenar las materias primas básicas: los aceites esenciales y el alcohol. Si en la primera se controla la luz y la temperatura, la destinada a albergar el alcohol responde a las características de las cámaras ATEX (atmósferas explosivas), con muros de hormigón, extracción forzada de aire para evitar la acumulación de gases y arquetas estancas, para prevenir el derrame de fluidos.
Desde esa cámara, el alcohol se bombea a la sala del reactor y allí se mezcla con los aceites esenciales y el agua previamente depurada por ósmosis que completan el proceso. Una vez que la mezcla se ha homogeneizado pasa por unas canalizaciones a los tanques donde macerará durante un periodo de tiempo que puede oscilar entre 15 días y un mes, dependiendo de la intensidad que se quiera lograr. De hecho, en esta fase existe cierta analogía con la elaboración de un vino y sus diferentes categorías temporales (cosechero, crianza o reserva) podrían equipararse a un agua de colonia, un eau de toilette o un perfume, la forma con más concentración de esencias aromáticas.
Tras esa etapa de maceración, y una vez filtrada para eliminar impurezas, la colonia está lista para su envasado.
Entre lo artesano y lo industrial
Para atender la nueva planta, bastará con seis personas, incluida la directora técnica que vela porque la calidad de las materias primas y del producto acabado respondan a lo que se exige.
La capacidad de la fábrica va a empujar a Mayfer a ampliar su red de distribución de droguerías y perfumerías, con las que comercializa sus productos en buen parte de España. Y, curiosamente, sin utilizar comerciales. La difusión que hacen los propios clientes de sus productos es su mejor promoción. Pueden ser visitantes ocasionales a Santander que adquieren alguno de los perfumes de Mayfer y los llevan a sus lugares de origen, o clientes habituales que han ido a vivir fuera y se mantienen fieles a esas esencias como una seña de identidad tan característica como la ropa que visten. Eso hace que lleguen a recibir algún pedido de lugares tan alejados como Australia o Texas.
En Cantabria, su principal escaparate es su propia tienda de Santander, en la que venden aproximadamente el 35% de su facturación total. Pero muchas de las grandes localidades de la región cuentan con algún establecimiento que distribuye sus colonias.
Hacerse un hueco en un mercado dominado por el poder de marketing de las grandes multinacionales de la perfumería solo puede conseguirse desde aquellos flancos que escapan a esa hegemonía, como es el valor de lo doméstico: “Nosotros hacemos las cosas como antes, somos artesanos –subraya María–, y la persona que te atiende es la misma que hace el perfume. Mayfer es algo muy familiar y eso la gente lo valora”, añade.
Es la fidelidad a esa tradición lo que explica, según la empresaria, la trayectoria que les ha traído hasta aquí. En esa tradición y en las ideas más audaces que aportan sus tres hijos, incorporados desde hace tiempo a esta empresa familiar, están las claves de la nueva etapa que se disponen a afrontar.