‘Quien quiere cultura en Santander, la encuentra’

Pregunta.- Dicen que es difícil entrar en Gil y no encontrarse con algún personaje de la cultura consultando en sus estanterías…
Paz Gil.- Es que, además de una librería, es un punto de encuentro. Un lugar donde pretendemos que la gente se sienta a gusto y creo que lo estamos consiguiendo. Estar ubicados en la Plaza de Pombo también es muy importante, porque refuerza ese sentido de cita y reunión en el centro de la ciudad. De hecho, hemos llegado a poner un casillero en el que unos y otros se prestan libros, sobres u otros documentos.

P.- ¿Qué tiene de especial la Librería Gil?
R.- No sólo vendemos libros, organizamos muchas actividades gracias a un gran equipo de colaboradores: Alberto Santamaría, en el mundo de la poesía; Luis Alberto Salcines, que conduce un taller de poesía pero no para enseñarla, sino para escuchar; Carlos Delgado, con un club de lectura en inglés… También tenemos un club de lectura de filosofía y ensayo. En la relación con nuestros clientes, el librero no sólo recomienda sino que es recomendado. Nosotros leemos mucho de lo que nos sugieren.

P.- Para lograr ese ambiente de confianza, será clave rodearse de un buen equipo…
R.- Hemos creado un equipo compacto, con personas que ya tenían un contacto previo con la literatura porque trabajaban en editoriales o en otras librerías. La verdad es que hemos tenido mucha suerte, porque todos somos muy lectores y cada uno es especialista en una parte de la literatura, lo que nos permite tener las secciones bien atendidas.

P.- El reconocimiento a este trabajo llegó el año pasado con el premio a la Mejor Librería Cultural del 2013.
R.- Sí, nos sorprendió y nos hizo mucha ilusión. Nos hizo pensar que la gente valora todas las actividades que hacemos y que nos aprecian. Muchos compañeros de otras librerías nos llamaron para felicitarnos. También de Cantabria, porque aquí existe una competencia sana. Yo pienso que cuantas más librerías hay, más lectores y eso bueno para todas.

P.- Y eso que estamos en una época muy dura para el papel impreso. ¿Qué futuro le espera a las librerías?
R.- Tendríamos que hacer una reflexión profunda sobre lo que va a pasar con los libros. Estamos a la espera de saber qué parte del pastel nos corresponde. Los lectores avanzan hacia lo digital y las editoriales están un poco perdidas, lo mismo que las librerías, aunque nosotros siempre tendremos un valor adicional. Libreros, lectores, escritores, distribuidores y editores deberíamos sentarnos para debatir sobre lo que va a pasar.

P. ¿Y qué papel juega la creciente competencia de las editoriales?
R.- Las grandes editoriales no lo están haciendo bien porque se han constituido en una plataforma para vender directamente, con lo que nos puentean y perjudican, pero las editoriales pequeñas no digitalizan sus libros y consiguen que las librerías independientes les cuidemos, porque siempre están buscando buenos materiales y haciendo una gran labor de recuperación de obras que, de no ser por ellas, se perderían.

P.- Menos mal que todavía les quedan los libros de texto, un ingreso importante cada vez que comienza un nuevo curso escolar…
R.- Para nosotros siempre ha sido muy importante el libro de texto y le debemos mucho porque hemos crecido gracias a ellos. Pero también tiende a desaparecer, aunque los expertos han demostrado que es mejor aprender a leer con un libro en papel. Yo defiendo los bancos de libros. Nosotros estamos para vender pero la compra ha de ser responsable. Deberíamos funcionar como en EE UU, donde los libros de texto tienen una duración de cinco años y los alumnos tienen que devolverlos en perfectas condiciones después de usarlos. Eso sí, luego tienen a su disposición mucha bibliografía de consulta y las librerías en el aula están llenas de buenos libros. Es como el ahorro de energía, tenemos que lograrlo entre todos.

P.- Usted pertenece a una saga familiar de libreros.
R.- Sí, somos cuatro hermanos los que estamos en el negocio, cada uno en su parcela, y nos llevamos muy bien. Actualmente tenemos tres tiendas y un almacén de papelería. La primera fue la de General Dávila, hace ya 26 años. Continuamos con la de San Fernando, en 1998 (cerrando casi al tiempo la de Vargas) y el gran cambio llegó al instalarnos en Pombo. A finales de los 90 ya organizábamos actividades culturales, pero no tantas, ni con tanta repercusión mediática como ahora.

P.- ¿Cómo fueron los inicios de Librería Gil?
R.- Fue mi madre la que puso la primera librería en la calle Vargas, en el año 1967, para atender a los colegios de la zona. Desde el principio tuvo una visión de librería y nunca quiso incluir periódicos para no convertirse en un quiosco. Trajo muchos libros de Aguilar, Austral, Espasa Calpe… y se asoció al Gremio de Libreros de Cantabria y a la Confederación Española de Gremios de Librerías, para estar al día y conocer todas las editoriales. En 1989 compró el primer ordenador para acabar con las interminables fichas de autores que iban desde la A a la Z. Ser librera es un oficio.

P.- Un famoso eslógan dice ‘si tu lees, ellos leen’. ¿Fue su madre la que le inculcó el amor por la lectura?
R.- A mi madre la recuerdo toda la vida leyendo y lo sigue haciendo con 88 años. Desde pequeña compraba en las librerías del centro y tantos años después, en 2005, hemos llegado al centro desde el extrarradio, porque antes Vargas se consideraba las afueras. Todos los hermanos leíamos mucho pero cada uno con sus gustos; yo prefiero la narrativa. En mi infancia no nos compraban tebeos pero sí muchos cuentos y recuerdo, sobre todo, los tomos de ‘El tesoro de la Juventud’, porque encerraban misterios; los relatos de ‘Las mil y una noches’; los libros de Enid Blyton; los de Julio Verne…

P.- ¿Pierde una venta por decirle al cliente que el libro no le ha gustado?
R.- Aquí somos francos y le decimos a la gente lo que pensamos del libro que quiere comprar. Algunos vienen directamente a por un best seller de moda pero otros nos preguntan y les recomendamos según nuestra experiencia. Es importante tener un buen fondo de librería, no solo obras actuales. Aquí nos gustan mucho autores españoles como Aramburu, Javier Marías y, en especial, nos encantan las mujeres escritoras.

P.- Entre la plantilla de su librería también abundan las mujeres…
R.- En este mundo hay una mayoría femenina, el problema es que no suelen ocupar cargos importantes. Cuando nos invitaron a comer con el Rey en el Palacio Real, con motivo del Premio Cervantes, había muy pocas mujeres entre los invitados del mundo de la cultura, a pesar de que el 90% de las personas que trabajan en librerías o en editoriales son mujeres.

P.- ¿Siempre quiso ser librera o se le pasó por la cabeza dedicarse a otra cosa?
R.- Estudié Periodismo en Madrid pero no he ejercido pese a que pude hacerlo, ya que en mi época no faltaba el trabajo y comenzaban las televisiones privadas. Después de vivir durante un tiempo en San Sebastián, preferí quedarme en la librería, porque me gustaba mucho hablar con la gente, organizar actividades culturales y me esperaban proyectos nuevos, como abrir la librería de San Fernando y después la de Pombo.

P.- ¿Qué le gusta hacer, además de leer?
R.- No hago manualidades y nunca he hecho un jersey de punto aunque me encantaría (ríe). Me gusta la música, el cine y todo lo que tenga que ver con la cultura, en especial, viajar. Creo que viajando se aprende muchísimo. La librería tiene más de 600 fotos de librerías del mundo que nos envían nuestros clientes y amigos desde todos los países del mundo. Pero, después de viajar, me gusta volver a Santander porque me parece una ciudad muy agradable para vivir. Quien quiere cultura la encuentra, lo que no hay es mucho público. Somos los mismos en los mismos sitios, aunque los autores y editores suelen sorprenderse de toda la gente que acude a las presentaciones de libros o a las sesiones de cuentacuentos.

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