‘Intento aprender todos los días’

P.- Droguería Norte es una veterana empresa familiar. ¿Siempre supo que acabaría tomando las riendas del negocio?
R.- Soy hijo único. Había estudiado Derecho y fui ejerciente, con muy buenas oportunidades laborales, hasta que un día mi padre, con muy buenas palabras y educado como era él siempre, me pidió que siguiera con el negocio. Yo, por entonces, ya sabía que la pintura manchaba (ríe), pero lo entendí. Sólo tenía 24 años y no reflexioné mucho. Lo bueno es que, en cuanto empecé, me gustó.

P.- ¿Qué le atrajo del mundo de las pinturas y los barnices?
R.- Me gustaba mucho el trato con la gente desde los mostradores. Al principio, era un negocio mixto (droguería-perfumería), de modo que una señora podía probar, con las barras de labios en la mano, el color que quería para la pared. Atendía a un público muy diverso y siempre fui un buen relaciones públicas. En realidad, me gusta todo lo que he hecho: empecé como mozo, he sido dependiente, he hecho las cuentas…

P.- ¿Qué legado le quedó de su padre, el fundador?
R.- Estuve con él durante un periodo corto, porque la transición de poder fue muy rápida y buena. La filosofía que me transmitió es la que yo mismo había visto cuando trabajaba en las tiendas durante las vacaciones. Él siempre estuvo ligado a este sector, hasta que decidió establecerse por su cuenta.

P.- Medio siglo da para mucho. ¿Cuál ha sido su principal contribución?
R.- Tuve que desarrollarla, porque cuando me incorporé no había ningún empleado y ahora somos 26. A principios de los 90 le di un giro total y pasó de ser una perfumería-droguería generalista a una tienda de pinturas especializada. Me ha tocado garantizar su supervivencia ante la aparición de las grandes superficies y modernizarla, pero partiendo de unos pilares sólidos en lo económico y con el apoyo de una clientela fiel.

P.- ¿En qué se diferencia de otras empresas de pinturas?
R.- Lo que nos define es que lo orientamos todo al servicio del cliente. Nosotros siempre decimos que son nuestro único patrimonio y el hecho de ser una empresa familiar influye mucho en nuestra personalidad. Como abogado, siempre me han interesado los asuntos jurídicos relacionados con este tipo de organizaciones y busco que ese carácter familiar se refleje en el trato personal que damos tanto a los clientes como a los empleados.

P.- Ser una empresa familiar tiene una parte buena y una parte mala. ¿A usted le han tocado las dos?
R.- Cuando una empresa es familiar, lo peor es la gente que no lo comprende y te falla. Pero, por el contrario, todos los compañeros que se han marchado de Droguería Norte lo han hecho con un apretón de manos. Muchos de los que siguen conmigo empezaron con 17 años y continúan aquí veinte años después.

P.- Y tras la experiencia vivida, ¿qué ilusiones le quedan por cumplir?
R.- Buscar cada vez más la especialización y seguir creciendo en puntos de venta. Al principio, teníamos solo dos tiendas en Santander (en Nicolás Salmerón y en Santa Lucía), y actualmente son siete. Nuestra mayor ilusión es poder contratar a más gente y subir los sueldos. Aunque lo más importante es poder mantener la ilusión, con todo lo que hemos pasado.

P.- Supongo que se refiere a la crisis de los últimos años ¿Tanto les ha afectado?
R.- Sí, ha sido muy duro. Recuerdo una reunión en la que un grupo de empresarios me preguntaron cómo veía la situación y, como yo suelo viajar mucho por motivos profesionales, les dije que sólo teníamos una ventaja y es que ya sabíamos lo que iba a pasar porque a España la crisis llegó más tarde que a otros países. Para mí el punto de inflexión fue el 1 de septiembre del 2012, cuando se produjo el cambio de IVA. A la gente le cambió el cerebro, se le trastocó la vida y se dio cuenta de que esto iba en serio y que se podía hundir el barco. Muchas empresas de pintura han desaparecido. Yo solía soñar que, al despertarme, tenía que entrar en un concurso de acreedores. Fueron momentos muy tristes, pero fuimos claros con la plantilla y ellos dieron un ejemplo de comportamiento al repartir el problema entre todos los compañeros y que no recayera sólo en alguno.

P.- Afortunadamente, parece que las cosas, poco a poco, van mejor. ¿Usted lo ha notado?
R.- Sí, pero no tanto como se esperaba. Hay otras zonas de España que ya están viviendo una recuperación, pero en el Norte tarda más. Los datos macroeconómicos son mejores y la gente comienza a soltarse un poco en la vida cotidiana y, si tiene 50 euros, se los gasta en ocio. Para mí lo más revelador es que hemos dejado de tener miedo a perder el trabajo. Hay razones para la esperanza.

P.- Pero una cosa es ir de restaurante y otra muy distinta pintar la casa…
R.- Un amigo mío dice que “ahora no hay dinero para cambiar las cortinas de las habitaciones pero sí para pintarlas” y así darles un aire nuevo. El mayor problema que tuvimos fue de pérdida de volumen y los impagos. Ahora se empieza a mover el mercado ligado a la rehabilitación, al sector doméstico y al automóvil. Nosotros, con una marca mundial de primer orden (Glasurit) ofrecemos pinturas de mucha calidad y creemos que con eso podemos crecer.

P.- ¿La mayor parte de sus clientes son pintores profesionales?
R.- Muchos sí, porque nosotros estamos muy preparados para atender al profesional y ocuparnos del asesoramiento, la formación y la prescripción. Nuestros técnicos colaboran con ellos y buscan soluciones para sus problemas. Estamos certificados y nuestro mayor valor es la especialización para poder competir con los grandes centros comerciales. También es fundamental contar con buenos proveedores y nosotros trabajamos con los mejores de España. La mayoría proceden de la época de mi padre.
P.- ¿Qué ha cambiado el mundo de la pintura?
R.- Si Dios me concediera un deseo, sería ver durante una semana cómo era mi negocio hace unos años. Es más, si entre todos los compañeros del gremio escribiéramos un libro con las anécdotas sobre pintores sería un best seller. La razón de que se produzcan tantas situaciones divertidas es el desconocimiento de un mundo que se ha vuelto muy sofisticado en los productos y procesos, sobre todo en España, un gran fabricante, con mayor calidad y variedad que otros países. Hoy una habitación se puede pintar de cincuenta formas distintas mientras que antes solo podías elegir entre pintarla, empapelarla o echar gotelé.

P.- ¿Cuál ha sido el momento más feliz de su trayectoria profesional?
R.- Las aperturas de tiendas y los fichajes de nuevos compañeros que luego se han integrado en el equipo y están contentos. En general, he sido siempre muy feliz y trabajar en esto me sigue gustando mucho. ¡Si me hubieran dado a elegir, hubiera vuelto a ser tendero! Ese amor por la empresa intento trasladárselo a mis compañeros y nunca cierro las puertas de mi despacho para tener un contacto permanente con los demás. No tengo nada que esconder ni a mis empleados ni a mis clientes, porque sin ellos no soy nada. No trabajamos en la empresa sino para la empresa y, cuando me despido, suelo hacerlo con la frase: ‘Que seas feliz’.

P.- ¿Y qué le hace feliz cuando no está en el trabajo?
R.- Mi familia, por supuesto, los amigos y el fútbol, soy del Racing y del Barcelona. También me gustan las novelas bélicas e históricas y ver películas de guerra y del oeste en casa. La verdad es que nunca he tenido mucho tiempo para hobbies porque me he concentrado en formar un equipo. Antes ni te planteabas irte de vacaciones y trabajabas hasta los sábados. La única llave de la empresa era la mía, por eso era el primero en abrir por la mañana y el último en marcharme. Así que mi mayor logro profesional es que otros hayan podido tener las llaves para que, al menos, me dé tiempo a acabar de comer.

P.- A la vista de las películas y los libros que le gustan… ¿es usted un hombre de acción?
R.- No, pero sí soy un luchador, con buenos principios que he intentado transmitir al resto. Si no lo hago bien que me corrijan. Intento aprender todos los días.
Patricia San Vicente

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