Un palacio sin destino
Todos los monumentos tienen un ciclo vital que no debe ser alterado ni en forma ni estilo. En el siglo XIX, John Ruskin defendía esta idea en su tratado estético ‘Las siete lámparas de la Arquitectura’, en el que abogaba no por la restauración de los edificios, sino por su consolidación estructural, aunque estuvieran en ruinas.
La teoría de este crítico británico parece estar aún vigente, si atendemos al progresivo deterioro en el que se encuentra sumido el Palacio de los Acebedo en Hoznayo que, después de servir 135 años como mesón, cierra sus puertas al público y abre la incógnita de cuál será su futuro.
Este edificio, declarado Bien de Interés Cultural en 1979, pertenece a la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, una institución de carácter privado creada para conservar, restaurar y difundir el patrimonio histórico que a través del tiempo ha estado vinculado a esta estirpe nobiliaria. Su presidente, Ignacio Medina y Fernández de Córdoba, duque de Segorbe, también es propietario de la empresa Hoteles, Casas y Palacios de España, que se dedica a reconvertir edificios históricos en lujosos alojamientos hoteleros, como hizo con La Torre de la Quintana, de Liendo. Una fórmula que podría evitarle al Palacio de Los Acebedo la rápida decadencia que se presume tras el cierre del mesón. Pero los intereses de las partes y la legislación al respecto hacen que la respuesta no sea tan sencilla.
El duque de Segorbe, aunque preside la fundación de Medinaceli, no puede disponer libremente de un patrimonio familiar que está anclado a la Casa Ducal. Para ello, además de otras cuestiones de titularidad jurídica, resultaría indispensable el permiso del resto de miembros que forman el patronato como vocales colectivos, en calidad de familia.
En cualquier caso, éste no parece ser el mayor inconveniente. Hace seis años hubo ya intentos para convertir el Palacio en hotel. La empresa y la Fundación habrían llegado a un acuerdo para que Ignacio Medina y Fernández de Córdoba actuara de forma privada sobre el edificio, dándole un uso hotelero que salvaguardase sus valores históricos y, al mismo tiempo, permitiese rentabilizarlo. Pero el proyecto no pudo llevarse a cabo porque la Administración no concedió los permisos imprescindibles para su restauración y adecuación como alojamiento hotelero.
El palacio siguió siendo un modesto bodegón y la empresa del Duque aparcó cualquier plan sobre el inmueble. Ahora, no descartan reiniciar los contactos con el Gobierno regional para insistir en la misma idea, aunque no parece que esté entre los asuntos más urgentes del propietario.
El edificio y su contexto urbano
Los problemas administrativos no son los únicos que ensombrecen el futuro del palacio. El edificio presenta otros dos inconvenientes añadidos, ligados a su diseño arquitectónico y a la ubicación urbana en la que se encuentra emplazado. La traza del monumento fue concebida según el modelo de los palacios cortesanos de la época, con grandes salones corridos que, en caso de acometerse una rehabilitación, deben ser respetados atendiendo a su valor histórico-artístico. Sumado al hecho de que las estructuras sustentantes, tanto las de cantería como las vigas de madera, no se pueden modificar, hacen que el director de la Fundación, Juan Manuel Albendea Solís, dude de la rentabilidad del proyecto hotelero, porque depararía un número muy escaso de habitaciones, aunque, eso sí, de gran tamaño.
El problema de distribución sólo se podría solventar con una ampliación, como se hizo con el Palacio Eguilior, de Limpias, al ser transformado en Parador Nacional. Pero en el caso de Los Acebedo sólo sería factible ampliar en la parte trasera del Palacio, y también esa solución presenta serias dificultades, dada la proximidad de una empinada ladera.
La historia del Palacio
El origen del edificio se encuentra en una vieja torre medieval que, en el primer tercio del siglo XVII, se integró dentro de una fachada con un anexo y una capilla que Fernando Acebedo hizo construir en el solar familiar. Acebedo gozó de importantes cargos en los círculos eclesiásticos y políticos de la época y encargó el diseño del conjunto al maestro cantero Juan de Naveda, natural de Voto, que se inspiró en el palacio que el arquitecto Juan Gómez de Mora realizó para los Duques de Medinaceli en su villa soriana. Curiosamente, y como consecuencia de un largo proceso de herencias familiares, éstos llegarían a ser los propietarios, a mediados del siglo XIX. Es decir, que más de dos siglos después de su construcción se unieron en las mismas manos el palacio que le dio origen y su réplica.
Desde 1872, y con el permiso de sus propietarios, el edificio ha albergado un establecimiento de pueblo, aunque con diferentes funciones. Empezó siendo una tienda y con los años acabó especializado como despacho de vinos blancos de solera. Aunque su destino durante casi siglo y medio no haya sido muy noble, esa utilización ha salvado al edificio de su total deterioro. Después del cierre del bar se vuelve a abrir la incógnita sobre el futuro del Palacio de los Acebedo, unas piedras que reivindican el mejor legado de una época que debe preservarse para las generaciones venideras.