Idresa: Componentes a la carta para grandes instalaciones científicas
La compañía trabaja para proyectos como ITER y CERN
Hacerse hueco en megaproyectos internacionales es todo un reto para una ingeniería con menos de un año de existencia, pero la cántabra Idresa lo ha conseguido. Desde el PCTCAN, diseña componentes exclusivos para laboratorios e institutos de investigación. Algunos, como las cámaras de ultravacío, se emplean para simular las condiciones del espacio exterior y estudiar el comportamiento de ciertos materiales en ese entorno.
El Edificio 3.000 del PCTCAN alberga desde octubre del año pasado una compañía que, a pesar de su juventud, tiene la mirada puesta en Europa. Se trata de Idresa, una ingeniería impulsada por el físico Fernando Mirapeix que diseña y fabricar componentes y equipos para sectores tan exigentes como el científico, el nuclear y el espacial.
La iniciativa está integrada en Resa, un gran grupo de ingeniería ubicado en Madrid con cuatro fábricas repartidas por el país. Con su apoyo y gracias a la amplia experiencia de Mirapeix en radiofrecuencia, criogenia y microondas, diseña y produce cámaras de ultravacío, unos sofisticados dispositivos con una infinidad de aplicaciones.
Sus bombas turbomoleculares, que recuerdan a las turbinas de un avión, pueden extraer el aire de su interior y generar las condiciones de vacío necesarias para fabricar microchips, amplificadores, semiconductores y pantallas planas.
También se utilizan para fabricar componentes de satélites, naves y otros equipos espaciales, y para reproducir con la mayor precisión posible las características ambientales del espacio exterior.
De esta manera, ayudan a conocer cómo se comportan los materiales y dispositivos en condiciones extremas como, por ejemplo, ante la falta de aire o la exposición a radiaciones cósmicas.
Las cámaras de ultravacío de Idresa se emplean también en experimentos como los que se llevan a cabo en los aceleradores de partículas, muchos de ellos centrados en estudiar cómo interactúan las partículas subatómicas, ya que el vacío es imprescindible para reducir las interferencias del aire y obtener resultados precisos.
La firma cántabra produce piezas muy variadas. Algunas no llegan al tamaño de una moneda y otras tienen seis metros de altura. Dentro de estos rangos están los criostatos, unos sistemas de refrigeración que pueden alcanzar los -269°C y se usan en laboratorios de física donde se investigan los superconductores y pueden encontrarse también en equipos hospitalarios como las resonancias magnéticas. “Cuando alguien se somete a un TAC, se escucha un sonido muy característico que nosotros enseguida reconocemos. Es el ruido de la cabeza refrigeradora de un criostato que se encuentra dentro de esas máquinas”, explica Mirapeix.
Entre los servicios de la empresa, destacan el diseño y mantenimiento de las llamadas “salas blancas”, unos espacios con grandes medidas de seguridad donde los niveles de partículas en suspensión son extremadamente bajo. Gracias a una presión ligeramente superior a la normal, estas salas mantienen un ambiente limpio y libre de partículas y se pueden encontrar en fábricas de chips de microprocesadores y otros componentes electrónicos, donde se necesita evitar a toda costa que el polvo o las impurezas interfieran en la producción de los circuitos integrados. También son especialmente útiles en laboratorios de investigación –ya que la presencia de agentes contaminantes en el aire pueden afectar a los resultados de los experimentos– y en la elaboración de medicamentos, productos estériles, sensores y lentes ópticas.
Idresa, además, desarrolla componentes de alta potencia y de radiofrecuencia (hasta 25 GHz), como guías de ondas y conectores, esenciales en aceleradores de partículas y en otras tecnologías avanzadas.
Proyectos europeos
A pesar de su corta andadura, Idresa ya ha realizado varios proyectos para el CERN, uno de los laboratorios de física más importantes del mundo, y ha participado en el ITER, un megarreactor de fusión nuclear que se construye en Francia, o IFMIF-DONES, una infraestructura de investigación donde se prueba, valida y califican los materiales que se usarán en las plantas de energía de fusión del futuro. “Hay proyectos en los que participamos de manera independiente y otros a los que accedemos dentro de un consorcio empresarial, debido a su complejidad”, explica Mirapeix.
El director de proyectos, Íñigo Burgos, añade que la compañía ofrece “una ingeniería a la carta”. De hecho, las especificaciones de sus diseños varían enormemente de un cliente a otro y la producción no es seriada. La empresa tiene clientes de prestigio como el Instituto de Física de Cantabria y también recibe encargos de su matriz, que opera en sectores como el petrolero y gasístico, nuclear, térmico, eólico, naval, hidroeléctrico y el de las estructuras marinas flotantes. Por eso, no puede extrañar que también aborde proyectos más convencionales: “En muchos casos, analizamos sistemas de andamios clásicos o motorizados, como los que se colocan en molinos eólicos”.
Mirapeix augura un futuro prometedor a la compañía y espera poder ampliar pronto la plantilla con más ingenieros, un refuerzo con el que podrá captar y gestionar un mayor volumen de trabajos.
David Pérez