Un año diferente
Zapatero ha debido pensar que, cuando uno llega al poder, las reformas más conflictivas o se hacen en los seis primeros meses de mandato, o no se hacen nunca, porque la maquinaria administrativa tiende a remansar todos los ímpetus. Sólo así se entiende la aceleración de su Gobierno para adoptar muchas medidas. En cambio, los tiempos han sido muy distintos en Cantabria. Un año después de la llegada al poder de la coalición PSOE-PRC las cosas han cambiado menos de lo que muchos suponían, aunque bastante más de lo que otros deseaban.
En estos doce meses, el nuevo Gobierno ha encontrado los resortes del poder, algo que Revilla no había descubierto mientras estuvo coaligado con el PP. Por entonces, los regionalistas no tenían prácticamente acceso a las dos consejerías aparentemente menos políticas (Presidencia y Economía), pero que, a la postre, permiten el control último del gasto, de la oferta de personal y del funcionamiento interno de la enorme maquinaria administrativa, además de otorgar un control indirecto sobre Caja Cantabria.
Quizá ahí estuvo el secreto. Las suposiciones de algunos consejeros salientes del PP sobre el bloqueo que padecerían sus sucesores por el desconocimiento de la Administración, no se cumplieron.
Angel Agudo no tardó en hacerse con las riendas en Economía y Mediavilla, buen conocedor de los intestinos de la Administración, no podía tener problemas en Presidencia. El resto era sencillo, eso sí, después de una pequeña travesía del desierto, ya que algunos consejeros salientes quemaron el presupuesto completo de sus departamentos antes de que llegaran sus sucesores.
En los doce meses transcurridos se han inaugurado pocas cosas, como ocurre con todos los comienzos de legislatura, pero se han producido muchos acontecimientos, desde la elaboración de un Plan de Ordenación del Litoral radicalmente nuevo, algo que parecía imposible en un plazo tan breve y a la vista de los muchos años que llevó el anterior; se ha puesto en marcha un plan regional de vivienda que, por su realismo, rompe con todos los anteriores; está a punto de concluirse el primer tramo de la Autovía del Agua –al menos para asegurar el abastecimiento a Castro Urdiales, donde la situación era tercermundista– y ya se ha adjudicado el bitrasvase del Ebro.
Exitos industriales
El nuevo Gobierno recuperó el proyecto de la fábrica de tableros de yeso. Un éxito que no fue completo –no se cumple el objetivo inicial de instalarlo en Reinosa– pero que no puede ser minusvalorado, dado que los empresarios costarricenses hacía más de un año que no daban señales de vida.
La captación de proyectos de inversión, con titulares relumbrantes, a veces deja en un segundo término la importancia de conservar lo que ya hay, y en el caso del Gobierno PSOE-PRC se encontró con dos problemas muy graves: Greyco y Trefilerías Quijano. Dos bombas de relojería que si no habían estallado antes es porque alguien encontraba siempre la forma de retrasar el reloj de la espoleta. En ambos casos, ha actuado con cierta contundencia y el resultado ha sido mejor de lo que se temía.
En Greyco apostó muy fuerte. Ante una situación insostenible que el Gobierno anterior se limitaba a administrar inyectando liquidez en vena dos veces por año y prefiriendo no enterarse del estado real de una sociedad en la que participaba, la Consejería de Industria optó por deshacerse del empresario y quedarse con la empresa. La operación podía haber salido realmente mal, pero tiene trazas de salir francamente bien, al haber encontrado empresarios de garantía para hacerse cargo de la planta, que será insertada en un grupo poderoso.
En Trefilerías Quijano, el pulso entre el Gobierno y la familia Rubiralta también pudo acabar como el rosario de la aurora, ya que los empresarios catalanes no se reprimieron de insinuar que, además de cerrar la planta de Los Corrales, podían plantearse el futuro de las que tienen en Santander. Finalmente, la fábrica más antigua de la región no cerrará y mantendrá una plantilla razonable, aunque los trabajadores se hayan visto obligados a aceptar sacrificios salariales.
Recortes
El Gobierno de socialistas y regionalistas ha optado por no hacer sangre con algunas de las herencias recibidas, como la Empresa de Residuos, cuyo lamentable estado financiero y organizativo les llevó a plantearse seriamente su liquidación. La política de saneamiento ha implicado recortes en los precios de los suministros, que la mayoría de los proveedores han aceptado sin problemas, lo que plantea algunas sospechas sobre los márgenes que obtenían anteriormente. No obstante, hay que reconocer que algunos han sido francamente afectados por esta política de contención del gasto, y especialmente algunas asociaciones de minusválidos que habían acumulado un buen número de contratos.
El Gobierno también recuperó el apoyo de algunos empresarios que, inicialmente, se mostraron muy críticos con el hecho de que el PP fuese apartado del poder. Sin embargo, no se ha librado de conflictos en otros frentes. El principal ha estado en la sanidad, donde la consejera no ha conseguido que calase su proyecto para construir un hospital de gestión rápida en Reinosa, frente al modelo convencional que reclaman los vecinos.
Consejeros sindicalistas
No puede decirse que el Gobierno no haya hecho esfuerzos por ganarse el apoyo de los sindicatos. La consejera de Sanidad no parece olvidar su condición previa de sindicalista, a pesar de lo cual no ha conseguido prácticamente ningún apoyo explícito para sus medidas de dignificación laboral. Así, la implantación de las 35 horas en la Sanidad sólo recibió críticas de los sindicatos –no de los trabajadores, por cierto– y las mejoras vacacionales sólo fueron aceptadas por CC OO. Un triste apoyo si se tiene en cuenta que se trata de dos medidas que van a suponer un gran coste para el erario público.
También ha ejercido de sindicalista la consejera de Educación, al equiparar los salarios de los enseñantes con los de las autonomías más generosas del país, algo que no se compadece con el nivel general de sueldos en el resto de las profesiones, donde hay una notable brecha entre lo que se cobra en Cataluña, por ejemplo, y en Cantabria.
El propio presidente regional ha tenido la tentación de actuar de sindicalista al mediar con las empresas lácteas para que paguen un precio más elevado por la leche. Una gestión voluntariosa pero ingenua en un mercado donde los precios se fijan libremente, desde hace años, en función de la oferta y la demanda.
Esta misma actitud benefactora emana de la Consejería de Economía, donde Angel Agudo se ha mostrado generoso en las subvenciones, que se multiplican a un ritmo preocupante, y cuya eficacia cada día es menos evidente. La política de ayudas a la compra de ordenadores ha disparado el número de conexiones a Internet, y la región ha dado un salto cualitativo en este terreno, pero ya se vivió otra experiencia anterior, el reparto gratuito de terminales de Ibertex entre los ganaderos hace una década, una especie de preludio de Internet. La inmensa mayoría de los centenares de terminales que sufragó Bruselas nunca llegaron a encenderse. Bien es cierto que, ahora, la implicación económica del que compra el ordenador supondrá una actitud muy distinta.
Cantabria se internacionaliza
En el año de gobierno se ha producido otra circunstancia inédita, cuyos resultados es imposible valorar por el momento: una política clara de internacionalización de la economía regional. El consejero de Industria ha pasado tanto tiempo fuera como dentro de la región, sólo o al frente de misiones comerciales, y el de Economía ha hecho no pocos esfuerzos por tender puentes con la colonia cántabra más adinerada de México, para invitarles a utilizar Cantabria para diversificar sus inversiones. El propio presidente regional, Miguel Angel Revilla ha tenido un éxito sonado en este terreno al ser recibido por el presidente mexicano Fox, y recibir un sorprendente seguimiento informativo por parte de la prensa de aquel país.
Pero quizá, el principal patrimonio cosechado en este año es la capitalización del propio Miguel Angel Revilla, cuya popularidad no sólo no ha descendido tras cambiar de aliados de gobierno, sino que ha crecido de una forma evidente. Su talante campechano y próximo, muy distinto a la lejanía de su predecesor, no sólo ha cambiado las formas en el Gobierno regional, sino que ha producido un cierto acercamiento popular a las instituciones. Basta ver el sorprendente eco que encontró la exhibición de la campana que la autonomía regalaba a los Príncipes de Asturias.
Revilla ha cambiado la frialdad institucional por las emociones –a veces, en exceso– pero eso ha permitido descubrir que en el terreno de la política, la naturalidad puede dar tan buenos resultados como en cualquier otro. El ejemplo más próximo es un acercamiento a Asturias –a través de la amistad con su presidente– que no se había producido en los veinte años anteriores de autonomía, o la fluidez de comunicaciones del presidente cántabro con el nuevo presidente nacional, José Luis Rodríguez Zapatero.
Revilla se ha resistido, en cambio, a un acercamiento semejante al Gobierno vasco, por motivos ideológicos, una actitud que puede resultar personalmente comprensible, pero que peca de electoralista y poco práctica cuando se trata de dos regiones limítrofes con unos flujos económicos tan importantes entre ellas.
Un Gobierno con suerte
Estas virtudes del presidente no pueden ocultar errores a los que le ha conducido en alguna ocasión el exceso de populismo, o una cierta precipitación en las comunicaciones que puede acabar por crear alguna frustración. Eso es lo que pudo pasar con “el gran proyecto del siglo”, la creación de una gran universidad del castellano, que corrió el riesgo de convertirse en la gran frustración del siglo, de no haber sido por el amparo que el proyecto ha encontrado en Rodríguez Zapatero, en lo que hay que reconocer que ha intervenido de modo notable la suerte.
El escaso conocimiento de la administración que tenían algunos de los miembros del Gobierno también provocó otros errores, como el crear una vicepresidencia casi sin competencias. Hace mucho que Hormaechea demostró a todos los ciudadanos que el nivel de autogobierno y de poder lo da el presupuesto. Tiene más poder quien maneja más presupuesto, y a medida que los consejeros se afianzan en sus respectivas áreas tienden a volar con más independencia con respecto al resto del Gabinete, algo que no siempre resulta fácil de corregir.
Gorostiaga, en cualquier caso, también ha tenido la suerte de cara. Hace un año, el Gobierno cántabro parecía una alianza demasiado débil en un entorno claramente hostil. El Gobierno de la nación estaba controlado por el PP, el principal ayuntamiento de la región también y, dentro del PSOE local la posición de la vicepresidenta regional era inestable. En tan poco tiempo, el escenario ha cambiado de una forma tan radical que parecería diseñado a la medida de sus intereses. El Gobierno de la nación está ahora en manos socialistas, la oposición interna en el PSOE local se va diluyendo como un azucarillo, como cabía esperar en un partido que toca poder, y sólo permanece el referente incómodo del Ayuntamiento de Santander, donde Piñeiro mantiene su política de confrontación, sin dinero, pero con un valladar de votos.
Los cambios en el entorno no sólo han hecho mucho más sólido el Gobierno, sino que han dejado sin argumentos a quienes mantuvieron durante algún tiempo que un signo político distinto en la región y en Madrid era perjudicial para los intereses de Cantabria.
No obstante, a pesar de este horizonte despejado, se ha producido en la vicepresidenta y su equipo más próximo un reflejo de aquel síndrome de La Moncloa que lleva a sus moradores a un proceso de progresivo aislamiento del exterior. Una actitud que puede ser comprensible, pero que en este caso resulta sorprendentemente prematura.
En este año se encuentran también una intensificación de los contactos con Bruselas, un restablecimiento de las relaciones fluidas con la Universidad, la Ley Contra la Violencia Doméstica, algunos proyectos imaginativos, como la apertura de la espectacular Cueva del Soplao, o la anulación del concurso nonato para el reparto de las licencias de radio. Quizá pueda añadirse a todo ello el futuro AVE de la Cornisa Cantábrica, pero semejantes promesas ministeriales conviene no tenerlas en cuenta hasta que se licitan las obras.
Cada uno hará su balance, pero no puede negarse que ha sido un año que ha dado mucho de sí.