La rebelión del pequeño comercio

Quizá sea cierto que luchar contra la imparable marea de la liberalización de horarios es como intentar poner puertas al campo, pero el pequeño comercio trata de limitar, al menos, los daños de una marejada que desde hace tiempo sacude los cimientos de sus negocios con especial virulencia y que arrecia con las últimas medidas del Gobierno. Al menos así lo interpretan mayoritariamente los profesionales del sector para quienes el decreto de liberalización de horarios es un regalo envenenado que, con el pretexto de ofrecer al pequeño comercio mayores posibilidades para desarrollar su negocio, permite a las grandes superficies ampliar el horario semanal desde las 72 a las 90 horas, y les aumenta el número de domingos en que pueden abrir (nueve este año y un domingo más cada ejercicio hasta llegar a doce).
El provecho que las grandes superficies comerciales sacarán de estas medidas está fuera de duda. Desde ASEDAS (Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados) se apunta que con la liberalización de horarios comerciales, Carrefour recuperará de golpe todo el coste de las desinversiones que le ha obligado a hacer el Gobierno para autorizar su fusión.
Sin embargo, la eficacia de esta ampliación de horarios para el pequeño comercio no parece tan clara. Al tratarse de negocios muchas veces familiares y con márgenes de beneficio muy ajustados, su capacidad para generar empleo es prácticamente nula y es difícil que nadie quiera sacrificar su descanso dominical a una expectativa de venta más que dudosa.
A pesar de todos los reproches que dirigen hacia las medidas acordadas por el Ejecutivo, los comerciantes tiene asumida, sin embargo, la necesidad de evolucionar. “Creo que el comercio se tendrá que adaptar a las circunstancias” –reflexiona el presidente de la Asociación de Comerciantes del Casco Viejo, Agustín Ordejón–. “La gente lo que quiere es elasticidad y habrá que adecuarse a ello. Tendremos que hacer como el sector de hostelería y contratar a tiempo parcial”.

Nuevos hábitos

Hace apenas quince años el comercio tradicional mantenía en España una cuota de mercado del 61%. Hoy, tras el éxito de las grandes superficies comerciales y la consolidación de los supermercados como primera opción de compra de proximidad, el pequeño comercio tiene que contentarse con el 17%.
El problema es cómo conciliar la oferta del pequeño comercio con los nuevos hábitos de consumo, en los que el ocio juega un papel determinante. El desplazamiento hacia la periferia de las ciudades de las zonas residenciales y la capacidad de los grandes centros comerciales para atraer a los consumidores con sus propuestas lúdicas sitúan a los comercios tradicionales ante un futuro poco halagüeño.
Lo que sí tienen claro es que su supervivencia pasa por la recuperación de la ciudad como lugar de ocio. De ahí el interés mostrado por proyectos aún por definir como el Mercado del Este y las peticiones a los políticos para que apliquen en Santander un plan de recuperación integral como el realizado en otras ciudades de nuestro entorno.

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