Más empresas que suelo
Los ejemplos sobran. Mientras Torrelavega se mantiene en la permanente duda, como el príncipe Hamlet, de dónde pondrá su polígono, en Requejada, Mar-Cudón, Gornazo, Cartes… a unos pocos kilómetros, se amontonan las demandas sobre el suelo industrial que empiezan a poner en el mercado los ayuntamientos colindantes. El fenómeno es generalizado en todo el eje costero. Las demandas de suelo industrial superan ampliamente la oferta existente, hasta el punto que desde instancias oficiales se ha llegado a sugerir a algunos candidatos que buscasen en Palencia o en Burgos.
En realidad, el problema está causado por un desajuste paradójico. Los ayuntamientos, en teoría los más interesados en procurar el empleo en sus municipios, muestran mucho más interés en la promoción de suelo para viviendas que para industria, quizá porque les resulta económicamente mucho más saneado. Una actitud en la que hay claras excepciones, meritorias, pero no muy numerosas.
Esta escasa concienciación provoca indirectamente una especie de chabolismo industrial, agrupamientos de naves surgidos de manera espontánea por todo la región, con una absoluta carencia de infraestructuras y cuya ordenación a posteriori resulta tan cara como difícil. Así, la región se llena de asentamientos industriales injustificados, que suponen un gravísimo deterioro para el paisaje, multiplican los gastos públicos y se convierten en permanentes obstáculos para los cascos urbanos y para la propia ampliación de las empresas allí asentadas.
La ausencia de unas normas de ordenación del territorio, a pesar de que hace ya diez años que se promulgó la ley, complica aún más esta situación, dado que incita a que cada ayuntamiento trate de buscar una salida particularizada para sus propios problemas industriales, en lugar de mancomunar los servicios para racionalizar el gasto y crear polígonos mejor situados estratégicamente, con una mayor masa crítica y con unos servicios más adecuados.
Más promoción pública
Los males de esta conformación industrial sin ley ni orden llevan camino de perpetuarse al seguir añadiéndose nuevos casos. No obstante, el incremento de la promoción pública, que ha sacado al mercado suelo industrial de calidad a precios muy competitivos ha tenido un efecto benéfico al desanimar, al menos en parte, este tipo de asentamientos en mitad de las mieses o rodeados de viviendas que con tanta ligereza se han autorizado tanto desde las instancias regionales como desde las municipales, siempre con la coartada de contribuir a generar riqueza y que en el fondo no dista demasiado del otro problema equivalente, la urbanización desaforada y sin control de las zonas turísticas.
Sólo un puñado de ayuntamientos con mayor tradición industrial se ha aplicado a fondo a la idea de suelo industrial abundante y regularizado, si bien es cierto que en la mayoría de los casos han contado con la colaboración sustancial de Sodercan o de la Consejería de Industria. Así se emprendieron los polígonos de Laredo, Santoña, Castro-Urdiales, Reinosa, Los Corrales y, más recientemente, los de Bárcena de Cicero, Entrambasaguas, Ampuero, Astillero o Requejada. Con su propia iniciativa, Camargo sacó adelante el de Trascueto y ahora pretende hacer otro tanto en Las Presas y Medio Cudeyo ha hecho lo posible apoyando el de Heras, de promoción privada.
Concentración costera
Los polígonos de promoción pública han resuelto parte del problema pero no todo. Sigue sin resolverse la urgente necesidad de espacio industrial en Torrelavega y, sobre todo, queda sin articular todo el interior de la región, que lleva camino de convertirse en un enorme desierto industrial dado que prácticamente todos los polígonos están alineados en la zona costera.
El problema de desarticulación del territorio ya se puso de relieve en un estudio de la Universidad de Cantabria, dirigido por el profesor de la Escuela de Caminos Jorge Capote Abreu, que sistematizó por primera vez toda la oferta de suelo industrial de la región y reflejó las necesidades estratégicas. El estudio sugería la conveniencia de ubicar alguno de los polígonos en las dos grandes zonas del interior más desindustrializadas dado que prácticamente todos los promovidos se ubican en la T invertida que forman la carretera de la costa y su perpendicular Santander-Reinosa. Cuatro años después de la realización del estudio ha aumentado sustancialmente el número de polígonos pero se arraciman en las mismas áreas, si bien es verdad que cada vez resulta más difícil convencer a las empresas de que se asienten en las zonas de interior.
Las tímidas aperturas de suelo en las zonas bajas de las cuencas del Saja y del Asón son insuficientes para conseguir esa articulación territorial que evite el preocupante despoblamiento de grandes comarcas del interior por la inexistencia de puestos de trabajo.