La búsqueda del pegamento familiar
Francisco Valera Tabueña
Director Técnico del Instituto de la
Empresa Familiar
Una de las cosas que más me impactó cuando empecé a introducirme en el estudio de las empresas familiares fue el hecho que estuviese tan arraigada la idea acerca de la desaparición de las mismas… tan solo una tercera parte de las empresas familiares que llegan a la tercera generación consiguen sobrevivir, era algo más que una frase o un dato estadístico, reflejaba un sentimiento de, a la vez, impotencia, inevitabilidad e inmutabilidad.
Y la verdad es que este sentimiento ha conseguido siempre enfurecerme. No es una cuestión de cifras, sino de actitud. No he soportado nunca demasiado bien el victimismo, ni el mal de muchos me sirve de consuelo. Siempre he pensado que debemos actuar y luchar en la vida como si estuviésemos persiguiendo la inmortalidad. No se me asuste ahora estimado lector, pero creo que si usted es un empresario familiar podrá entender perfectamente lo que estoy diciendo. La transmisión de la empresa, generación tras generación, posee una connotación que traspasa la barrera del tiempo. Cuando uno va de visita a una fábrica o se entrevista en la casa de una familia empresarial que ha pervivido durante generaciones se da perfecta cuenta de que allí hay algo más. Tras los cuadros, muebles y las máquinas se encuentran incrustadas las huellas y el esfuerzo de todos aquellos cuyo trabajo hizo posible la realidad actual.
A veces, cuando estoy reunido con las familias, me pregunto qué es lo que hay allí que consigue mantenerlas unidas, qué clase de pegamento utilizan que los demás no tenemos.
No quiero presentar una versión idílica de la empresa familiar, pero pienso que, en lugar de ir dramatizando y enfatizar sobre los aspectos negativos, que haberlos los hay en las mejores familias, empresariales o no, preferiría adoptar una actitud positivista e ir en busca de ese pegamento alquímico que tan buen resultado parece dar.
Si se atreven, yo les propongo un ejercicio y no va a ser el único. Escojan una sala o habitación de la casa. Compren una tabla de corcho y clávenla en la pared. Al lado de la misma, depositen un bloc de notas, rotuladores de colores y chinchetas. A continuación, convoquen una reunión de familia en la que se anuncie que durante la próxima semana estará a su disposición este material para que cada uno de los miembros integrantes de la misma puedan escribir y enganchar en el corcho aquellos eventos, ocurrencias, anécdotas, pensamientos y todo tipo de situaciones positivas que les ha ocurrido durante la semana, sean de la clase que sean, empresariales, familiares, personales, no importa qué, sólo que ofrezcan un mensaje positivo. Pasados siete días vuelvan a reunir a la familia, pero esta vez con tiempo por delante. No olviden que estamos buscando la fórmula del pegamento, de nuestro pegamento. Preparen buenos manjares y bebidas, yo aquí recomiendo que por lo menos haya una cosa al gusto de cada uno. Una vez que esté la mesa puesta, se trata de rememorar todos esos buenos momentos en familia. No sé si parecerá una simpleza, pero funciona. Estamos iniciando el proceso de fabricación del pegamento más sólido e indestructible que se haya conocido jamás: la comunicación.
Tiempo para la empresa y tiempo para la familia
¿Les apetece hacer el ejercicio? ¿Lo consideran una pérdida de tiempo? Ay, ay, ay, con el maldito tiempo, siempre lo ponemos como excusa. Pero, permítanme una pregunta. Cómo empresarios familiares, ¿cuánto tiempo le dedican a la empresa y cuánto a la familia? No hace falta que se martiricen con la respuesta, está bastante clara: El 90% del tiempo se lo dedican a la empresa, ¿más?, incluso cuando están en casa, la mayor parte del tiempo y de las llamadas tienen que ver con la empresa ¡Que nadie se rasgue las vestiduras!
La siguiente pregunta tiene que ver precisamente con la familia. ¿Dónde creen que reside la causa principal de la desaparición de las empresas familiares?. En este punto, tampoco parece haber demasiadas dudas, la gran mayoría de casos se concentra en las dificultades y problemas derivados de conflictos familiares que no se han sabido resolver a tiempo. El nudo gordiano reside, pues, en familia.
Y si todo esto parece tan obvio ¿por qué cuando se les pregunta por la solución acostumbran a poner todos cara de póquer? ¿Por qué cuando se les pide que digan a qué deberíamos dedicar más tiempo para resolver los conflictos –bien la empresa, bien la familia– nos quedamos como encogidos? Sólo al cabo de algunos segundos, que a mí se me hacen eternos, se escucha por lo bajito a alguien que balbucea algo que pretende significar: en la familia. ¡Pues claro que en la familia! ¡Hay que dedicar más tiempo a la familia! Si usted no es un empresario familiar, no piense que puede saltarse e ignorar todo esto. También le afecta. Así que tómese algo, relájese en el sofá y siga leyendo.
Claro que, como cuando estoy explicando esto en una charla o seminario, no hay ni sofás ni licores disponibles, se acostumbra a escuchar ya no tan bajito algo así como: quien me paga es la empresa. Siempre, dicho sea de paso, esta frase posee un cierto tono subliminal como diciendo: te he cogido, y ahora, qué vas a decir.
A fe de ser sinceros, el póquer es un juego pedagógico que siempre me ha gustado. Así que acostumbro a hacer un silencio después de dicha pregunta, como para dar a entender que no sé qué decir. En ocasiones, no hay mejor palabra que un buen silencio. Pero, claro, el auditorio pide una respuesta y a mí nunca me ha gustado defraudar a nadie.
Y como siempre, todo es sentido común. ¿Cómo se hace para dedicar menos horas a la empresa y que ésta no sólo funcione bien, sino que incluso lo haga mejor? Profesionalizándola. ¿Cuántos empresarios familiares hay que se preocupan de controlar desde la música que la centralita emite cuando se deja a alguien en espera hasta de supervisar el proceso de internacionalización de la empresa? ¿Cuántos? No se equivoquen y confundan. La necesidad de estar informado y el controlar todo lo que ocurre a su alrededor son dos cosas distintas. Yo les prometo que si se limitan a lo primero van a verse recompensados con un regalo magnífico en forma de tiempo.
Pero esto no basta. Una vez hemos conseguido sacar el tiempo de donde parecía no existir, hay que dedicarlo a la familia, de lo contrario, no sólo no resolveremos los conflictos relacionados con la empresa familiar, sino que probablemente los agravaremos con otros.
En una empresa familiar, la construcción de las relaciones entre la familia y la empresa también requiere de soluciones profesionalizadas.
Sistemas y roles familiares
No les pienso agotar con una discusión sobre teoría de sistemas, pero si queremos buscar un equilibrio en nuestro sistema familiar sería bueno que entendiésemos bien lo que quiere decir. Uno de los elementos más importantes en la fabricación del pegamento mencionado es la construcción y la clarificación de los roles que cada parte juega en el sistema familiar.
En primer lugar, está la propia familia que conforma una identidad con vida propia que va más allá de sus componentes. En este sentido, una cosa que puede parecer tan superflua como el haber dedicado o no tiempo a construir una misión o un conjunto de valores para la familia o la empresa familiar como tal, resultará de vital importancia en situaciones de extremo conflicto. Si la familia se ha propuesto como objetivo permanecer unida en torno a la empresa familiar, esto probablemente podrá marcar el destino de la empresa en el futuro.
Piensen en una situación, habitual por otra parte, donde se plantea la posibilidad de vender la empresa y tendrán la respuesta. Si ante cualquier expectativa de conflicto entre accionistas –que los hay en todas las empresas familiares–, no se ha sabido construir un conjunto de valores familiares y empresariales que permitan ser utilizados como pegamento en el sentido metafórico que le estamos dando, lo más probable es que la empresa acabe vendida y la familia rota. Y no hace falta decir que este pegamento no es una cosa que pueda comprarse en los supermercados, su elaboración requiere tiempo y la participación de todos.
Vemos, pues, que la familia conforma algo con vida propia y autónoma, pero vemos también que sus partes no pueden ser olvidadas, como a menudo sucede. En una familia confluyen, a su vez, multitud de sistemas diferentes en cada uno de los cuales las personas ejercen y se relacionan de una manera determinada. Piensen, por ejemplo, en un individuo del sexo masculino en familia trigeneracional. Forma parte de un sistema conyugal, hace de padre y de hijo, tiene hermanos y familiares políticos y, en cada una de estas facetas, desempeña rol determinado. En cada uno de esos sistemas ha aprendido a relacionarse y a mantener un equilibrio de una forma característica. No quiero parecer muy teórico, así que piensen en el tradicional ejemplo de dos hermanos que trabajan juntos en la empresa familiar. Por las razones que sean, discuten en la empresa. Llegan a casa con los problemas, se lo explican a sus mujeres que, lógicamente y desempeñando su función de apoyo, escuchan día tras día los conflictos que tienen lugar entre los hermanos. Los hermanos puede suceder que acaben resolviendo los problemas como lo han hecho siempre, apoyados en los vínculos que como familia de sangre han desarrollado a lo largo del tiempo. Sin embargo, sus respectivas esposas (no quiero parecer machista, así que quien lo prefiera que cambie y combine el sexo de los participantes como le guste) no han desarrollado este hábito, puede que no tengan la opción ni el marco para hacerlo ni que, en algunos casos, se enteren de que los hermanos se vuelven a llevar bien como si nada hubiese pasado. Pueden ustedes imaginarse qué pasará cuando se vean en la próxima reunión familiar.
Con esto quiero decir que no podemos ignorar ninguno de los sistemas ni su manera de funcionar, debemos intentar que la comunicación fluya entre todos ellos. De lo contrario, el conflicto está más que asegurado.
En este sentido, resulta tremendamente importante, clarificar que papel está desempeñando cada uno en cada momento y en qué sistema de relaciones está metido. Pensemos. Qué papel hago ahora: de esposo, padre, cuñado… y ello sin olvidar que hay una empresa detrás y puedo ser el director general o un accionista minoritario que no trabaja en la empresa. Por si fuera poco, no podemos dejar al margen a los propios individuos, las personas aparte de ser padres y formar parte de una familia, tienen nombres y apellidos, se llaman Juan, María, Pedro, Alicia, todos tienen su corazoncito y su ego necesitados de alimento y nutrición. ¿Parece complicado? Ni más ni menos que la realidad, puesto que se trata de nuestra propia realidad.
La clave para resolver todo este embrollo consiste en aprender a comunicarse entre personas y roles. Y qué mejor que algunos ejercicios para empezar a practicar. La realidad, como observarán si me hacen caso y practican, es que estos juegos son motivos para reunir a la familia en situaciones no problemáticas. Como dice el refrán popular, los experimentos con gaseosa. Así que propongo que antes de empezar a discutir sobre cosas, sepamos quién es quién. No estoy inventando nada, así que pueden estar tranquilos.
El ejercicio consiste en trabajar de forma periódica un programa de actualización de información entre los miembros de la familia. ¿Qué cosas nuevas me han ocurrido y les han ocurrido a los miembros de la familia últimamente? ¿Se ha licenciado en Biología, acabó el MBA, ha tenido una niña, tiene novio, se va a trabajar al extranjero, es el nuevo director de marketing de una multinacional, estuvo en la India de vacaciones? Créanme, no se trata de ninguna tontería. ¿Se sigue llamando Juanito el niño que ya no es tan niño, está casado, tiene dos hijas y es el director general de la empresa?
La actualización de la información permite que seamos apreciados como somos ahora y no como fuimos hace años. Es más, si se realiza de forma continuada el juego, les aseguro que ofrece una perspectiva diferente de los problemas y conflictos que surgieron en el pasado.
El siguiente juego sirve para clarificar los papeles y los roles que tienen lugar dentro de una familia y de una empresa familiar. Tanto este como el anterior pueden ser realizados por aquellos que no tengan empresas familiares. Se trata de reunir a la familia y presentar unos temas de discusión donde ejercitar la comunicación como pueden ser la elección de una película de cine para ir a ver toda la familia, escoger un lugar de vacaciones, elaborar un menú de Navidad… Si todo va bien, pueden atreverse con cuestiones más complicadas… Sin embargo, lo más importante es entender el papel de cada uno. Por ello, recomiendo que intenten ponerse en la piel del otro. Una solución práctica es que cada uno tenga una gorra de un color distinto y se la van cambiando. Así, unas veces el padre hará de hijo, de esposa y, por su puesto, también de padre. No se pueden ni imaginar la de sorpresas que uno se encuentra. Seguramente la frase que mejor refleja lo que acostumbra a suceder es aquello de “no sabía que tu pensases o te gustase …”.
Les prometo un montón de risas y les pido que se tomen las críticas con sentido del humor.
La construcción del sueño personal y familiar
Aprender a comunicarse es un primer paso, pero ahí no se acaba todo. Hasta ahora, como ya he mencionado, los experimentos los habíamos hecho con gaseosa. Sin embargo, ahora es el momento de empezar a mezclarla con vino. Ha llegado el momento de que tanto la familia como sus miembros inicien el proceso de construcción del sueño.
Cuando hablas con el fundador-a de una empresa familiar una de sus principales preocupaciones consiste en que alguno de sus hijo-as le suceda. Los padres quieren que sus hijos sean como ellos y por eso les propongo otro juego muy breve. Escriban en un papel las características que debería tener su sucesor. Lean en voz alta después dicha lista al resto de miembros de la familia y pídanles su opinión. Descubrirán que más que las cualidades del futuro sucesor se trata de las suyas propias. Más que un sucesor estamos buscando una réplica de nosotros mismos. Este comportamiento se encuentra arraigado en lo más profundo de nuestro ser. Sin ir más lejos, cuando vamos a comprar un regalo para nuestro hijo pequeño en lugar de pensar en lo que le gustaría a él, pensamos en lo que nos gustaría a nosotros. Si quieres un tren cómpratelo para tí no se lo regales a tu hijo, dáte el capricho y disfruta de tu sueño personal no obligues a otro a compartir ni disfrutar de tus sueños.
Por este motivo, resulta muy importante para una familia que cada uno de sus miembros tenga espacio y apoyo para construir su sueño personal. Los padres pueden enseñar a sus hijos a querer y a vivir positivamente los valores existentes en la familia y en la empresa, pero nunca decidir por ellos. Los hijos buscan apoyo, no que tomen decisiones por ellos.
En la empresa familiar, la construcción del sueño es fundamental para su supervivencia a medio y largo plazo. Pero necesita hacer compatibles el sueño compartido como familia empresarial junto al desarrollo del sueño personal de cada uno de los individuos que la componen. Eso también requiere tiempo y hay que dedicárselo. Y, desde luego, no se trata de una tarea sencilla.
No quisiera agotarle con tantos juegos, pero lo que he tratado de explicar hasta ahora es la forma de aprender a expresar lo que uno siente sin que nadie se escandalice o sorprenda, de crear unos canales de comunicación por los que circulen de forma regular las emociones y los sentimientos. A nadie se le escapa que hay muchísimas maneras de llegar a este mismo punto, y por supuesto, cada familia tendrá las suyas. Simplemente, les recomiendo que se pongan manos a la obra. En el descubrimiento de los sueños personales, la cosa es más complicada, puesto que a veces ni nosotros mismos sabemos qué es lo que queremos ser. Pero ello no significa que no debamos trabajar en su búsqueda, pensando, además, que nunca es tarde, no sólo para construirlo sino también para modificarlo.
De nuevo en este caso, el ejercicio de escribir en una papel nuestra idea del sueño y compartirlo con los demás acostumbra a ser de gran utilidad y causa verdaderas conmociones. Más de un padre se llevará las manos a la cabeza al ver que su hijo quiere ser profesor de matemáticas o músico, en lugar de dirigir la empresa, pero quizá descubriremos con mayor sorpresa que la que de verdad lleva la vocación empresarial es la hija pequeña.
Y, por fin, las reglas
Dice otro dicho popular, que no hay que empezar la casa por el tejado, y no es menos cierto en el tema que nos ocupa. Probablemente habrán oído hablar ustedes del protocolo o el conjunto de reglas que regulan las relaciones entre la familia y la empresa en las empresas familiares. Yo diría que en España existe una auténtica obsesión por tener un protocolo. Y está bien, incluso diría que forma parte de nuestra cultura más reglamentarista, pero el mensaje que les he querido transmitir en estas páginas es que las reglas se construyen a partir de los hechos no al revés. Las normas no acostumbran a crear armonía si esta no se ha construido y se ha trabajado previamente.
Para no agotarles más, quisiera sintetizar todo lo que han leído hasta ahora en pocas palabras. Hay que aprender a comunicarse antes de tomar decisiones importantes o establecer reglas escritas que regulen las relaciones entre la familia y la empresa. Si, como estoy seguro, la han entendido bien, por favor, no esperen más tiempo y pónganse a trabajar.