CEOE abandera un gran plan de desarrollo que aprovecharía la proximidad al País Vasco

PREGUNTA.– Da la sensación que en estos dos años la vida interna de la CEOE cántabra se ha sosegado pero no está claro de si es la consecuencia de un apaciguamiento o por la pérdida de interés de las empresas por participar. Así parece ponerlo de relieve el que a algunas juntas directivas apenas acudan una docena y media de presidentes de asociaciones sectoriales…
LORENZO VIDAL DE LA PEÑA.– No, no es cierto. Hoy hemos tenido comité y junta directiva y hemos tenido presentes más de una treintena de miembros.

P.- Pero son más de 60…
LVP.– Sí, pero no todos pueden acudir siempre. La cifra de asistencia es buena y la participación es constructiva. Ha habido una renovación de los presidentes de las diferentes asociaciones por gente de otro perfil y las discusiones no son tan sanguinolentas; ahora el enfoque es más constructivo. Hoy en día las juntas son más dialogantes, cualquier información que se requiera se facilita al instante. Antes eso no lo había. O la negaban o se tardaba en entregar por diferentes motivos y hoy no.

P.- Y la empresa corriente, la que no tiene una participación en los órganos directivos, ¿se ha acercado?
LVP.– Sí, ahora se acercan tanto de la grande como de la mediana y la pequeña empresa. No hay diferenciación.

P.- En su campaña electoral usted hablaba de que, con una gestión normalizada, la difícil situación económica de la CEOE cántabra podía resolverse con facilidad, pero da la impresión de que no es tan fácil, ya que ha tenido que disminuir sustancialmente su plantilla y, a pesar de todo, sigue con sus agobios de tesorería.

LVP.– Cuando llegamos, necesitaba actualizarse, pero desconocíamos el grado de los problemas económicos. En enero de 2015 no teníamos para pagar las nóminas. Hicimos un plan de viabilidad que estamos cumpliendo a rajatabla. Así, con la participación de todos aquellos que quisieran, que fueron muchos, elaboramos un plan estratégico para definir qué tipo de organización necesitábamos, queríamos y podíamos tener.
Combinando el plan de viabilidad con el estratégico, durante estos dos años hemos venido dando cumplida cuenta de todo ello. En primer lugar, porque hemos puesto las cuentas en su sitio. Hemos conseguido autofinanciarnos en gran medida, porque éramos dependientes de la Administración, y hemos reestructurado la organización en función de las necesidades y de las funcionalidades que hemos definido en el plan estratégico que evidentemente requieren una plantilla más acorde.
Había una nómina voluminosa de 38 personas que estaba fuera de lugar para la capacidad de financiación que teníamos. Pasamos a 19 personas en un año, y a 9 en el segundo. Cerramos la mitad del mandato con la estructura adecuada a las funciones que necesitamos para cumplir los objetivos que nos hemos marcado.

P.- ¿Es decir, que con los ingresos recurrentes que CEOE tiene ahora podría subsistir sin problemas y que, incluso en el peor de los escenarios posibles, que puede ser el actual, no necesita de la Administración?
LVP.– Evidentemente. Con los ingresos que tenemos podemos cubrir los gastos, siempre que no tengamos que seguir limpiando la deuda que viene heredada, porque a pesar de tener una cuenta de resultados positiva, nos lastra en la tesorería. Después de haber eliminado mucho gasto superfluo, a día hoy podríamos subsistir de no tener que afrontar el pago de la deuda.
Las indemnizaciones que hemos tenido que hacer frente por la reestructuración de la plantilla las hemos negociado con cada una de las personas que han tenido que salir y las hemos podido fraccionar. El último pago de la última persona se hará a finales de 2018, con lo cual todo quedará pagado a finales de nuestro mandato, incluso aquellas circunstancias que nos han sobrevenido y que hemos tenido que ir resolviendo.

P.- Muchos de los puestos de trabajo estaban condicionados a programas con financiación pública y si estos trabajadores no siguen en la CEOE tampoco se generan esos recursos…
LVP.– Lo que no estamos haciendo son programas innecesarios con el único fin de dar cobertura a los gastos que tenía la organización, como se venía haciendo. A lo que nos estamos dedicando es a aquello que fijamos como objetivo en el plan estratégico. En este plan decidimos que el funcionamiento fuera muy distinto, que CEOE se dedicara principalmente a ser útil para los empresarios para poder actuar como grupo a la hora de negociar con la Administración o posicionarse en la sociedad.

P.- ¿Y cree que ha conseguido ese peso social?
LVP.– Por supuesto que sí. Sobre todo, por la confianza que hoy puede transmitir y la transparencia que tiene. Hoy un asociado puede pedir cualquier cosa, cualquier información de cualquier índole y no hay el mínimo inconveniente, cosa que no ocurría antes.

P.- En su organización se agrupan más de 60 patronales sectoriales. ¿Cree que hacen falta tantas asociaciones con la que está cayendo?
LVP.– Hoy en día yo estoy convencido de que no hacen falta tantas. Cabe una reorganización en muchas menos organizaciones empresariales para ser más fuertes. La pregunta es: ¿en esta región somos capaces de unirnos para colaborar y trabajar juntos entre las empresas de los sectores que sean en vez de que tú vayas por tu cuenta con lo tuyo? Creo que eso ya se tiene que acabar y, de hecho, es uno de los motivos por los que yo estoy aquí. No tiene sentido. En su momento, a cada uno le pudo dar por crear su asociación, porque de esa manera se sentía más fuerte, pero ya va siendo hora de que colaboremos.
Crear más organizaciones me parece hasta irresponsable. ¿Que no te guste como funciona en la que debiéramos estar todos? Pues ven, participa, opina y comparte y cambiamos. Si hoy existe esa posibilidad, ¿por qué seguimos en esta región intentando zancadillearnos?

P.- Al menos, la mayoría de esas organizaciones sectoriales ya están reagrupadas en la CEOE (con excepciones como Pymetal), pero su aspiración era acabar integrándolas a todas…
LVP.– La mía no, es la de unos cuantos que pensamos que eso tiene más sentido. Entre todos podríamos ser mucho mas fuertes juntos. Si nos diéramos todos una oportunidad y pudiéramos cambiar cosas, ¿por que no trabajamos juntos?

P.- Quizá sea una cuestión de personas…
LVP.– Sí, también, pero ¿por qué las personas no pueden cambiar de opinión? Yo no tengo un histórico de haber estado metido en peleas, y ¿por qué, a pesar de haber accedido con los avales de todas las asociaciones se me ha seguido zancadilleando?

P.- ¿Cree que desde el exterior hay una actitud hostil hacia usted?
LVP.– En esta región siempre. A todo lo que responde y lo que sobresale. Es por principio.

P.- Sin embargo, da la sensación de que ahora hay un poco más de indiferencia hacia lo que ocurra en la CEOE y que las guerras internas que parecían estar en su ADN han desaparecido.
LVP.– No, no. La hostilidad no es la misma ni del mismo tipo. No tiene nada que ver. Tú has vivido épocas de sangre y las de ahora son eso, indiferencia. Pero tampoco exactamente eso. La gente no es indiferente hoy a CEOE; empieza a querer participar y a preguntar qué se esta haciendo y cómo nos posicionamos ante determinadas situaciones, y ven que por fin vamos ocupando un espacio que en su día abandonamos.
Siendo crítico, es cierto que CEOE y todo el empresariado de Cantabria han estado desaparecidos. Hoy recreamos una organización que nos debe defender a todos y que ocupa su espacio. El sistema político, que había ocupado esos espacios, se tiene que echar atrás. Por eso ahora es cuando se genera una cierta tensión, al posicionarse por fin el empresariado de esta región, y aquí es donde surge otro tipo de tensión entre comillas.

P.- Dice usted que la Administración le ha venido ganado terreno al sector privado pero quizá es que las empresas hoy sean más débiles y más dependientes, por lo que no es tan fácil pronunciarse…
LVP.– Es cierto. Pero me decía alguien al principio, con toda la razón: ‘vamos a olvidarnos de la Administración, a hablar entre nosotros’. ¿Por qué no trabajamos juntos y dependemos de nosotros?

P.- Para eso habría que crear una cultura nueva.
LVP.– Eso es lo que tenemos que hacer.

P.- ¿Cree que es posible?
LVP.– ¿No lo han hecho los vecinos?

P.- Sí, pero ellos tienen un espíritu más colaborativo.
LVP.– Hay gente tan buena o mejor aquí.

P.- Pero no hay la misma actitud.
LVP.– ¿Y por qué no damos un giro a nuestra actitud? No es un capricho. Aprovechemos y optimicemos lo que tenemos aquí, y lo que tengan nuestros vecinos también. Los vecinos que hablamos, los del País Vasco, han sabido agruparse yendo por delante, y probablemente tengan necesidades que quizá podamos cubrir nosotros. ¿Por qué no rentabilizar nuestra ubicación geográfica? No podemos quedarnos aquí, encerrados en nosotros mismos y cada uno por separado. Lo que pasa es que esto choca…

P.- Eso que dice, de apoyarnos económicamente en el País Vasco chocaba más antes y no parecía políticamente correcto mencionarlo. Ahora, la fuerza de la necesidad ha abierto las mentes. Entonces, ¿cree que las ondas concéntricas de la economía vasca pueden sacarnos del bache?
LVP.– No se trata de que nos saquen de baches, pero sí de aprovechar su fuerza para sumarnos en aquello en lo que podamos ser complementarios, o que nos sirvan de base para relanzarnos nosotros. Hay muchas oportunidades y mucho que hacer, no nos podemos quedar imbuidos en nosotros mismos. ¿Que no era políticamente correcto? Ya me da igual; es una necesidad. Tenemos que definir claramente qué es lo que queremos que sea esto de una vez por todas y debatirlo entre todos, algo que no se ha hecho nunca. Desde siempre, cada uno ha hecho su plan y lo tiene guardado en un cajón. Lo importante es establecer una herramienta que haga un seguimiento y, en ese sentido, debemos dar utilidad al Parlamento para sacar a esta región de donde está.

P.- ¿Puede concretar un poco más las sinergias que podríamos tener con el País Vasco?
LVP.– No es algo que se deba decir a la ligera. Habría que juntar a la gente que mejor tengamos para definirlo. Mi labor es juntarlos y exprimirlos. No hay que inventar gran cosa, lo que hay que hacer es ponernos de acuerdo entre todos los que tienen un peso social, productivo…

P.- Alguien tiene que liderarlo, porque sin una cabeza visible esos entes colectivos no suelen progresar.
LVP.– Estoy convencido. Antes de estar en esto [la presidencia de la CEOE] teníamos un pequeño grupo que nos reuníamos los fines de semana y veíamos planes de desarrollo de otros sitios, casi por hobby. En esta región hay muchos planes en muchos cajones y de nada han servido. Lo que queremos es algo que sea útil. Y elegirlo entre todos, que somos muy especiales, ya que incluso habría decidir el sitio donde se va a debatir esto, que puede ser decisivo. Debatirlo aquí o hacerlo en Torrelavega puede cambiar el desarrollo. Somos así. Y para liderarlo, busquemos a quien pueda ser el mejor para ello y se lo encargamos. No dejo de hablar de esto con mucha gente dentro y fuera de la región y todo el mundo está de acuerdo.

P.- ¿Cree entonces que hay un clima adecuado?
LVP.– Estoy convencido. Pero tenemos un problema, el del inicio. Será diferente, incluso, según la ubicación donde empiece y con quien, porque luego hay quien, si no ha estado desde el principio, ya no se une. En ese grupo tuvimos durante un tiempo esta discusión. El cómo empezar y dónde, porque si se hacía en la Universidad, algunos no lo considerarían cercano a la realidad; si lo hacían los sindicatos, desde luego que no saldría; si lo hacíamos nosotros, los empresarios, iba a ser visto con distancia; si lo hacía el Gobierno iba a ser efímero…
Entonces, ¿quién lo hace? Ya de por sí el punto de partida era complicado, así que decidimos que tendría que ser a partir del diálogo social, que es un estamento ya reconocido; es la participación equilibrada de Gobierno, sindicatos y patronal. Por lo tanto, podría ser la vía más factible y creíble.
También hay que decidir el momento. ¿Es ahora? Teóricamente sí, porque el entorno económico lo hace imprescindible y estamos perdiendo el tiempo a una velocidad enorme. El entorno social, además, es el adecuado, porque todo el mundo te está pidiendo participación y debe tener la participación de todos.
El entorno político también es propicio, porque no hay una mayoría absoluta. Al contrario, hay una necesidad de diálogo y negociación que hacen factible que se pueda desarrollar y que nadie lo acapare.
A esta conclusión llegamos antes de que yo fuera presidente de la CEOE y es la intención de mi mandato, aunque para que esto ocurriera, CEOE tenía que ser una organización creíble. Había que organizarla y limpiarla para que estuviera en posición de discutir con los sindicatos y la Administración. Hoy ya lo estamos.
Desde el minuto uno nos hemos reunido con UGT y Comisiones, antes incluso de las elecciones de mayo, para que en cuanto hubiera un Gobierno nuevo, el que fuera, propusiéramos un diálogo social con este fin.

P.- Pero no hemos avanzado mucho en ese terreno.
LVP.– Hemos avanzado estructuralmente. No hay contenido, es cierto. Pero es mucho más de lo que había. No me conformo, sobre todo porque, empresarialmente, todavía no hemos adquirido la confianza suficiente como para unirnos y estar de acuerdo en lo que hace falta. Muchos en las reuniones nos dicen: Si no quieren, lo hacemos nosotros, y yo digo que no, porque si lo hacemos nosotros no va a ser el proyecto de región que necesitamos todos y no va a tener validez. Al final resultará otro plan de los que alguien paga y después se guarda. Si queremos hacer algo como lo que pretendemos, tenemos que ser una parte más, no la parte.

P.- ¿Y qué opina el Gobierno de todo esto?
LVP.– Antes hablábamos de que no tenemos cultura para un cambio así. Es verdad, y ese es el choque más fuerte ahora, una vez que hemos ocupado nuestro espacio, y que hemos llegado a crear una mesa específica dentro del diálogo social para este Plan General 2030, aunque no nos dejaran poner ese título y se puso Un nuevo patrón de Crecimiento.
¿Qué pensará el Gobierno? sería una buena pregunta para el Gobierno.

P.- ¿Ha habido algo más que contactos informales?
LVP.– Hay actas de reuniones en las cuáles se accede a la realización de dicho plan. Después de un año de dialogo social, estaba establecido que antes del 15 de enero tendríamos el diagnóstico previo para la elaboración del plan, algo que realizaría la Consejería de Economía y, en paralelo, se haría el pliego de necesidades para la elaboración del propio plan desde la Consejería de Industria. Después, si no recuerdo mal, en junio hubo una proposición no de ley en el Parlamento por parte de Ciudadanos en la que se insta al Gobierno al desarrollo de dicho plan.

P.- ¿Por qué no cree que será otro plan más?
LVP.– Se puede jugar con la demagogia de decir que hay muchos planes y que para qué vamos a hacer otro más. Pero no se trata de que cada uno tenga un plan sino que todos tengamos el mismo y que, además, lo aprueben todos los grupos parlamentarios en cada fase.

P.- La regeneración de Bilbao estuvo encabezada por un colectivo social y empresarial de prestigio que evitó las pugnas políticas y concitó el respaldo de las grandes corporaciones. ¿No puede ser esa la fórmula?
LVP.– Esa es la segunda parte. Primero debemos hacer el recorrido normal. Si empezamos por hacerlo de esa manera, las opiniones que puede suscitar en una región como esta acabarían con ella en nada.
Si a través del órgano que hemos decidido no somos capaces de hacerlo, lo haremos de la otra manera. Pero debe ser a través de un ente respaldado por todos.

P.- Cualquier plan de desarrollo de la región pasa por el planeamiento urbanístico y eso es una cuestión muy larga, tediosa y costosa. ¿Han contado con ello?
LVP.– Lo que tenemos que hacer ahora es crear la base y el convencimiento de realizarlo, porque te topas con mucho desánimo. Muchas personas han estado en historias que han acabado mal y en las que han volcado grandes esfuerzos y se han acabado retrayendo. Es lo que le ha ocurrido a gran parte del empresariado de esta región.

P.- ¿Cómo ve ahora mismo la situación de Cantabria?
LVP.– Muy delicada, porque estamos cogidos por hilos. Es una economía muy sensible a cualquier circunstancia, y es una pena que no hayamos podido aprovechar el año pasado la inercia que llevaba España, porque se daban las condiciones para que eso ocurriera. Hablo de la bajada del petróleo, los tipos de interés, la situación del euro para poder exportar… Incluso la situación internacional era tranquila, lo que ha permitido que se creciera en un 3,3%, mientras que en Cantabria hemos ido saliendo muy poco a poco hacia final de año con muchísimo esfuerzo y con muchos problemas. Ahora llegamos a 2017 y todas esas condiciones desaparecen. Llega Trump; una situación internacional en la que no se sabe lo que va a ocurrir; el petróleo empieza a subir; el euro se empareja con el dólar; los tipos empiezan a subir también y la inflación empieza a respingar y termina el año con el 1,6.
La situación ha cambiado y Cantabria se encuentra con problemas estructurales muy serios. No es que de repente hayamos tenido un problema, es que no hemos hecho nada. No ha habido una reestructuración industrial ni del comercio; no ha habido una actualización de absolutamente nada. Nos hemos dejado llevar por el ‘a ver si sale el sol, hace bueno y viene gente’, siempre y cuando se dieran las condiciones para que no pudieran ir a otro lado. Pero yo creo que esa no es la manera. Debemos ponemos serios entre nosotros para llevar adelante una hoja de ruta de verdad. Que definamos por dónde ir y que tengamos en cuenta qué sabemos hacer y en qué nos podemos diferenciar, con una buena herramienta de seguimiento.

P.- En cualquier caso, ese plan no tendría un resultado de hoy para mañana, y entre medias hay que vivir. El horizonte a corto plazo no es muy favorable y las encuestas entre los empresarios locales siguen reflejando una situación complicada…
LVP.– La situación económica insisto en que es sensible pero continuaremos creciendo, al menos levemente. Aunque España ande por el 2,5%, nosotros estaremos en el 2 o el 2,2%. No vamos a mantener el mismo tirón, pero eso propiciará que sigamos creando empleo.
El planteamiento que tenemos que hacer debe ser inmediato, porque el trabajo está cambiando y las necesidades son otras. Nos quejamos de contratos temporales pero no nos damos cuenta de que son los previos al indefinido y ya no va a existir el contrato indefinido, tampoco nos engañemos. Existirá un contrato mientras haya actividad y mientras tú quieras permanecer ahí.
Todo está cambiando muchísimo más rápido de lo que nos creemos y, sin embargo, seguimos quejándonos de que el 94% de los empleos son temporales o de si son precarios. Hay lo que hay.

P.- Cuando se traza un plan de desarrollo y se establecen prioridades siempre es difícil dar la cara ante los colectivos perjudicados, o menos favorecidos. Tiene un coste social relevante decirle a alguien que su sector es poco menos que a extinguir, aparte de que alienta una conflictividad en la calle que nadie desea.
LVP.– Bueno, pero es que no estamos hablando de hundir a un sector, sino de propiciar aquellos que sean diferenciadores para que tu territorio se beneficie. No estamos hablando solo de empleos directos. Hablamos de empleos indirectos y de empleos inducidos que vienen a ser casi cinco veces más que los directos, que son los que tienen lugar alrededor de ese primer contrato. Lo que hay que tener es una mente un poco más abierta.

P.- Pero para hacer un cambio de modelo se necesita, además de tiempo, mucho dinero y no parece fácil conseguirlo ahora.
LVP.– Hay una cosa clara. Si nos ponemos eso por excusa no lo haremos nunca. Si tenemos el acuerdo de todos, lo encontraremos. La necesidad nos obliga y es el momento. Se dan el entorno político, social y económico. ¿Vamos a dejar de hacerlo por dinero? Yo no me creo que no seamos capaces de encontrar el dinero que necesitemos para utilizarlo bien.
Si somos capaces de ponernos de acuerdo en esta región para lo que estamos hablando, ¿no vamos a conseguir el dinero? Me parece muchísimo más difícil crear la cultura de colaboración que necesitamos para llevarlo adelante. El dinero es lo que menos me preocupa.

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