Las anchoas de Ana María prueban suerte en EE UU

Conservas Ana María se presentó en la prestigiosa feria ‘Spanish Wine Cellar & Pantry’ que se celebró en Nueva York a finales de abril con su marca ‘La Suculencia del Mar’. No sabían lo que podían esperar de aquella aventura pero se encontraron con que los americanos les quitaban las anchoas y la ventresca del bonito de las manos: “No dábamos abasto y teníamos que ir a comprar abridores’, aseguran Ana María Fernández, copropietaria de la empresa santoñesa, y la técnica Noelia Sierra, que la acompañó en su viaje a los Estados Unidos.
Si tenían alguna duda, en ese momento las despejaron y decidieron ir a por todas. Si todo sale como está previsto, antes de que finalice el año habrán comercializado en aquel país cerca de 120 toneladas de filetes de anchoa, bonito, ventresca y puding de cabracho.
Pero, no todo ha sido color de rosa ni mucho menos. Los americanos se lo han puesto muy difícil para poder introducir sus productos. “Nos han pedido una inmensidad de certificaciones y de registros sanitarios que garanticen que nuestros alimentos son completamente sanos y exentos de colorantes y conservantes”. Aliviada por haber superado ya este complejo y largo proceso, la empresaria reconoce que “nos ha supuesto muchísimo esfuerzo económico y un gran desgaste psicológico”.
Ahora comienzan a ver la luz: “Lo difícil es entrar. Una vez que lo consigues tienes mucho ganado porque el mercado americano es muy fiel y los comerciantes son muy buenos pagadores”, explica Ana María Fernández.
Ahora, están buscando un distribuidor que surta a los establecimientos gourmet de artículos especializados y de calidad. Uno de ellos, Dean & Deluca, es santo de su devoción. “Lo mejor de Nueva York se encuentra en esa tienda. Si consiguiéramos introducir nuestros productos en ella, tendríamos ganado el cielo”, suspira Fernández.

Feria americana

La Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en Nueva York ha elaborado un estudio en el que revela que el retrato robot del consumidor americano de productos gourmet es un individuo mayor de 45 años, con educación universitaria (el 68%) y renta económica superior a los 100.000 dólares anuales (el 78%). La búsqueda de ese perfil de cliente para la anchoa del Cantábrico es entendible, porque un tarro que en nuestro país cuesta alrededor de cinco euros, en Estados Unidos puede llegar a los 18 dólares.
Spanish Wine Cellar & Pantry es una feria que se celebra anualmente en Nueva York y a la que acuden pequeñas empresas españolas con poca o nula presencia en el mercado americano. En el evento de este año más de 50 empresarios hispanos mostraron las excelencias de vino, aceites, quesos, jamones, conservas vegetales y caviar de nuestro país a los distribuidores y restaurantes de los Estados Unidos.

Orígenes

La empresa santoñesa Conservas Ana María fue fundada en 1996 por la familia Fernández y Guerrero y sus actuales propietarios son Juan Fernández y Ana María Fernández. Juan es economista y Ana María fue azafata de vuelo, además de cursar los estudios de Secretariado Internacional en Suiza: “Todo se lo debemos a nuestros padres que son los auténticos precursores del negocio”, reconocen.
Los dos hermanos se decidieron por continuar en la empresa familiar ante la falta de otras expectativas profesionales en la región, ya que, siempre apostaron por Cantabria como lugar de residencia y de trabajo. Bajo su tutela, la empresa se ha planteado nuevos horizontes, que pasan por diversificar los mercados. Hasta ahora, la empresa santoñesa ha vendido en España gran parte de su producción, que procede, por lo general, de la costera del Cantábrico: 60 toneladas de filetes de anchoa y 120 toneladas de bonito del Norte. Las exportaciones a otros países europeos han ayudado a paliar el descenso de consumo interno provocado por la recesión económica, pero son todavía pequeñas.
La fábrica cuenta con 34 trabajadores, 31 de ellos mujeres. Tocadas con mallas higiénicas en la cabeza, monos verdes y zapatillas blancas, están distribuidas en hileras y trabajan perfectamente sincronizadas: unas quitan la espina al bonito, las siguientes lo lavan, otras lo trocean y quienes se encuentran al final de esta cadena lo introducen en los tarros.

Italianos

Gran parte del éxito que ha tenido la comercialización en aceite del filete de anchoa hay que dársela a los italianos, en especial, a los sicilianos. En el siglo XIX llegaron a Santoña muchos salazoneros transalpinos, atraídos por la abundancia de bocarte en sus aguas. Ellos mismos propiciaron su consumo como anchoas ya que, hasta entonces, el boquerón se empleaba como cebo para besugo o como sustento de quienes no podían acceder a ninguno otro.
La salazón acabó por convertirse en la base de una importantísima actividad pesquera e industrial. De hecho, la Cofradía de la Anchoa les homenajeó recientemente de una forma simbólica por su contribución a que la localidad de Santoña sea considera como la capital mundial de la anchoa y gran parte de la población siga viviendo de este sabroso y ya no tan humilde pescado.

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