Vinculados al éxito de la región

Cantabria ocupa la última posición en la preferencia de los inmigrantes a la hora de establecer su residencia en España. Según un informe elaborado por la Cámara de Comercio, apenas reúne entre un 0,6% y un 0,8% de los extranjeros residentes en la nación. Este porcentaje queda muy lejos del que registran las grandes regiones receptoras, como Cataluña, Madrid, Comunidad Valenciana y Andalucía, que han atraído a más de las dos terceras partes de las personas llegadas de otras partes del mundo, pero eso no impide reconocer que el fenómeno de la inmigración también ha alcanzado una relevancia muy notable en nuestra comunidad.

La realidad de un fenómeno social

Los expertos, como el ex ministro Manuel Pimentel o el ex rector de la Universidad Complutense Rafael Puyol, quieren desterrar las interpretaciones catastrofistas en materia de inmigración apoyándose en datos demográficos, económicos y sociales: la inmigración en España es un fenómeno estructural y no coyuntural, dicen, y resulta clave para mantener la economía en sectores como la hostelería, el comercio, el servicio doméstico o la atención a dependientes. La relación con la evolución demográfica es directa: la caída de la natalidad provoca que el mercado laboral no se abastezca por la base y a ello hay que unir el envejecimiento de los trabajadores.
El mensaje expresado por el Grupo de Reflexión de la Fundación Empresa y Sociedad llega más allá: “Incluso en la hipótesis de crisis económica severa, España necesitaría una media de 157.000 nuevos inmigrantes laborales cada año hasta 2020, más de dos millones de nuevos activos».
Aunque el porcentaje de inmigrantes sea aproximadamente la mitad que en otras regiones, la importancia del fenómeno en Cantabria radica en su fuerte crecimiento en los últimos años y su previsible continuidad, aunque el flujo dependerá, en buena parte, de cómo evolucione la situación económica. Los emigrantes tienen el mismo instinto que cualquiera que busca trabajo y evitan ir allí donde no hay.
La población que ha llegado a Cantabria presenta algún dato diferencial respecto al estándar nacional. Existe una mayor proporción de mujeres que de hombres, un mayor peso de las personas en edad de trabajar, un menor porcentaje de inmigrantes mayores de 64 años y la mayoría procede de países no comunitarios. Han llegado para trabajar y mantienen unas tasas de actividad superiores a las de la población autóctona (también las de paro).

Cifras para cuantificar una crisis

El número de desempleados extranjeros se sitúa en 1.802, lo que supone un 7,52% de los parados inscritos en el Servicio Cántabro de Empleo. A pesar de lo que pueda parecer, el sector de los servicios encabeza la lista y relega a la construcción al segundo lugar.
Respecto a los distintos regímenes laborales, poco más del 8% trabaja por cuenta propia. Los inmigrantes ocupan puestos de trabajo que la población local ya no cubre o ha venido abandonando durante los últimos años. Una prueba de ello es que muchos están incluidos en el régimen de empleados de hogar.
La concentración en el sector doméstico y en la hostelería hace que los servicios acojan la mayor parte de la mano de obra inmigrante, aunque la presencia de extranjeros en la construcción sea más elevada que en otros lugares.

La inmigración y el futuro de España

A partir de 2020 comenzará a jubilarse la generación del babyboom y el relevo tendrá que llegar de la mano de los inmigrantes pero eso no significa que los cambios vayan a llegar en tropel. Los expertos creen que ya se empieza a producir una «transformación radical de la población residente» en España.
Rafael Puyol, demógrafo y vicepresidente de la Fundación Instituto Empresa, cifra el número de inmigrantes que viven en España en 5,8 millones de personas. Su cálculo surge de sumar los 4,5 millones empadronados, las 600.000 personas en situación irregular que él estima y los 700.000 extranjeros que se han nacionalizado en los últimos años y ya son españoles. Con estos datos se entiende que entre el veinte y el veinticinco por ciento de la mano de obra sea inmigrante, un porcentaje que alcanzará cotas mayores en el horizonte de 2020, por la propia evolución demográfica, que retirará del mercado laboral a más trabajadores autóctonos de los que se incorporen a él.
Según el documento presentado por esta institución, la mitad del crecimiento del Producto Interno Bruto de los últimos cinco años se puede atribuir a la inmigración, un concepto en el que ha abundado el ex secretario de Estado de Comercio, Guillermo de la Dehesa en un libro reciente en el que analiza profundamente este fenómeno.
Es cierto que la opinión pública europea tiene otra idea al respecto, ahora que han cambiado las circunstancias económicas, y las propias autoridades políticas buscan la forma de poner barreras a la entrada de trabajadores extranjeros. El ex ministro Pimentel aboga por una Ley de Inmigración en lugar de la vigente de Extranjería, para la regulación de flujos y una política de integración adecuada. Recuerda que los inmigrantes han generado un superávit histórico en las cuentas públicas y critica a quienes se rasgan las vestiduras por el hecho de que ciudadanos extranjeros cobren prestaciones de desempleo. Cualquiera que haya cotizado tiene ese derecho, sentencia el presidente del Grupo Almuzara.
En la misma línea se levantan voces como la del catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona Josep Oliver quien considera que “los inmigrantes se pagan su estancia en España, incluso los que están en situación irregular”. La edad de esta mano de obra explica que no consuman proporcionalmente ni en sanidad ni en educación lo que aportan, mientras que en pensiones el gasto es inexistente, aunque es cierto que están devengando unos derechos futuros, lo que no hace sino aplazar el problema del sistema de pensiones.
En lo que no existe duda es que de la actual crisis económica se saldrá aunando esfuerzos políticos, sociales y humanos. Cantabria ha abierto las puertas de sus sueños de progresar a las manos de otras tierras y ahora, como los propios nativos, quienes han llegado sienten que su futuro está vinculado al éxito de la región de acogida.

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