¿Por qué no quiere jubilarse el empresario familiar?

Uno de los momentos más difíciles que tiene que afrontar un empresario familiar es, sin duda, el de su jubilación. Este proceso, de gran complejidad emocional, es en muchos casos conscientemente postergado. Pero, cuando lo único cierto que conocemos es que un día envejeceremos, ¿por qué nos empeñamos en obviarlo? Si la sucesión es algo natural ¿por qué no planificarla?
Son numerosas las cuestiones que inciden en este momento crítico de los seres humanos en general y de los empresarios familiares en especial.
Así, por ejemplo, en una empresa familiar de primera generación es habitual que se produzcan las siguientes situaciones en la persona del fundador.
Desde el punto de vista emocional, en muchos casos la empresa ha surgido y se ha sustentado gracias a su esfuerzo y dedicación, y piensa que, sin él, desaparecerá o no seguirá siendo la misma. A ella ha entregado la mayor parte de su tiempo y teme que, sin su trabajo, su vida no tenga sentido. Durante años, su máxima preocupación ha sido la empresa y ante la nueva situación no sabe cómo ocupar su tiempo. A esta causa se puede sumar la idea de que, si cesa su labor en la empresa pierde poder en su ámbito o clase social, relegándose a un menor prestigio tanto en su comunidad como entre sus amigos y contactos.

Sucesión no preparada

Desde el punto de vista profesional, el empresario familiar puede necesitar, en muchos casos, seguir trabajando sin jubilarse para mantener su economía, sobre todo en pequeñas empresas.
Puede darse el caso de que se llegue a la edad de jubilación sin disponer de un sucesor. En este supuesto, muchas veces se siente obligado a prolongar su actividad hasta encontrar una persona idónea para sustituirle.
Otra causa que a veces se alega es mantener el control sobre sus hijos, a los que no considera capaces de sobrellevar «su empresa», al menos de la misma manera que él la lleva, o la preocupación por sus directivos. Muchos de ellos le han acompañado durante toda su trayectoria, existe una confianza extrema hacia ellos que, incluso, ha trascendido a lazos más personales. Dejar el cargo ya no es una cuestión de decisión personal sino que afecta al equipo. Por ello, quizá decida alargar su tiempo en el mando hasta que crea haberlo dejado todo resuelto.

Rentabilizar la salida

Si ya se encuentra en la segunda o, incluso, en la tercera generación, la relación con la empresa es menos personal y más profesional. Los problemas que se producen suelen ser de tipo económico. Llegado a ese punto el empresario que decide jubilarse necesita, en muchos casos, rentabilizar su inversión, bien vía dividendos anuales o a través de la venta de su participación. Esta circunstancia es habitualmente compleja. Los demás propietarios pueden decidir no repartir beneficios o no adquirir su participación, con lo que se encuentra con que no hay comprador ni retribución.
Todo este conglomerado de situaciones emocionales, profesionales y de índole económica influyen en el proceso de jubilación y deben ser abordado y resuelto en el ámbito de la familia y de la empresa. La sociedad no puede verse afectada por procesos de sucesión sin resolver, ya que no podemos obviar que la sucesión es un momento de crisis que demanda una planificación específica.
Como mecanismo de solución, la Asociación Cántabra de la Empresa Familiar aconseja establecer en el protocolo familiar la edad de jubilación de los directivos familiares, así como las soluciones de índole económico, ocupacional o social, que se propondrán a los directivos salientes. No podemos desperdiciar para la empresa y la familia el activo que supone la experiencia de estas personas, por lo que es recomendable propiciar que la tercera etapa de sus vidas se convierta en una fase llena de nuevos retos y de iniciativas ilusionantes.

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