Pasión en botella

Hacer vino en una comunidad sin tradición vinícola, como Cantabria, es complicado, pero construir una llamativa bodega para embotellarlo y, de paso, mostrar al visitante el proceso de elaboración, como hacen desde hace tiempo las marcas más conocidas de La Rioja, es un paso que nadie en la región se había atrevido a dar.
Cuando hace casi cuatro años, esta revista se interesó por el sorprendente proyecto de Carlos Recio, un joven ingeniero agrónomo que había decidido regresar a su pueblo de origen, en pleno Valle de Villaverde, para crear un viñedo, costaba imaginar las consecuencias de aquel empeño personal.
Por entonces, su iniciativa ya era insólita: una plantación de ocho hectáreas, la más grande de Cantabria, y con cepas de albariño, una variedad típica de tierras gallegas. El resultado en este breve plazo es aún más llamativo, al haber levantado, además, una bodega para producir su propio vino blanco, que ya está a la venta con el nombre comercial de Casona Micaela.
La rentabilidad de un proyecto empresarial que crece al mismo tiempo que las vides no podrá valorarse hasta que transcurran algunos años más. No obstante, Recio espera llegar a producir esta campaña unas 43.000 botellas de vino, etiquetado bajo la denominación de origen ‘Costa de Cantabria’, una de las dos que ya existen en la región.
El viñedo no ha alcanzado aún su auténtico potencial, ya que apenas está en su tercera cosecha y las cepas se han ido plantando de forma escalonada. Sin embargo, ya ha comenzado a dar muestras de su calidad, e incluso hay quien lo ha calificado como ‘la esperanza blanca’ por la buena puntuación que suele recibir en las catas y las opiniones de quienes lo han probado.
Bodega de última generación

Arquitectos tan famosos como Calatrava, Gehry o Moneo han proyectado bodegas para firmas de vinos no menos conocidas, como Ysios, Marqués de Riscal o Chivite. Carlos Recio se desmarca de tan ostentosas instalaciones, pero salta a la vista que el concepto de su bodega, un edificio construido en madera, cobre y cristal que se levanta entre las casonas y caseríos característicos de esta zona, se acerca más al de estas joyas arquitectónicas que al de una bodega tradicional.
Siguiendo el camino iniciado por estas compañías vinícolas para potenciar su imagen de marca, Casona Micaela puede ser visitada concertando antes una cita previa. Allí, hosteleros o simples aficionados al vino pueden seguir un recorrido guiado para conocer de cerca el proceso de elaboración, sobre todo, si optan por hacerlo durante la época de vendimia.
Una de las virtudes de la bodega de las que más orgulloso se encuentra su promotor es la funcionalidad, que permite trabajar de forma sencilla, y la presencia de maquinaria de última generación: ‘No será la más grande por diseño o por tamaño, pero tecnológicamente es muy grande”, subraya.

Vino de la tierra

La bodega ayudará a comercializar el vino, una labor tan complicada como producirlo ya que, a día de hoy, no existe ningún vino que asocie su imagen a Cantabria como sucede con el txacolí (País Vasco) o el albariño (Galicia). Recio está intentando abrirse hueco en el mercado y diferenciarse de otras bodegas por elaborar un vino con identidad propia, que se reconozca y vincule a nuestra tierra: “A diferencia de otras bodegas, nosotros sólo hacemos vino con uvas de nuestra finca y eso se nota en el sabor”, advierte.
En esta ardua tarea ha contado desde el principio con el asesoramiento de dos prestigiosos enólogos, Ana Martín y Pepe Hidalgo, muy conocidos en el sector por haber desarrollado algunos de los caldos más conocidos del país.
Las botellas de Casona Micaela han empezado a verse en restaurantes y estanterías de comercios especializados, aunque su propietario confía en popularizarlas con la ayuda de un buen distribuidor.
Inversión cuantiosa

Como un esforzado corredor de fondo, Carlos Recio ha tenido que invertir mucho tiempo, dinero y esfuerzo antes de poder ver el más mínimo resultado. De hecho, estima que entre la plantación y la bodega se ha gastado ya más de un millón de euros.
Afortunadamente para él, ha contado con ayudas públicas ya que la Administración ha valorado su apuesta en beneficio de esta comarca, a la que ha devuelto una dimensión enológica que había perdido.
La Sociedad Agraria de Trasformación que ha creado para llevar adelante el proyecto de momento da trabajo al propio Carlos y a otras cuatro personas. Una cifra modesta pero significativa, ya que es la primera empresa no hostelera que se crea en el Valle de Villaverde desde hace décadas.
Quién sabe si, en un futuro no muy lejano, parte de los visitantes que lleguen a Cantabria, en lugar de buscar el atractivo de sus playas, cuevas o montañas, lo hagan para saborear sus vinos y conocer sus bodegas.

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