Nace el primer área de servicio de la Autovía del Cantábrico

Las autovías cántabras han estado huérfanas hasta ahora de auténticas áreas de servicio, zonas de estacionamiento junto a la vía con gasolineras en los dos sentidos de la marcha, hoteles, restaurante, tienda, etc. La primera, teóricamente debía haber sido la de Gornazo, inaugurada hace un año pero que aún hoy no ha completado los requisitos de lo que el Ministerio de Fomento considera un área de servicio.
Si tenemos en cuenta que la estación de Gornazo no se encuentra en la Autovía del Cantábrico, sino en la A-67 que une Santander con Torrelavega, hay más razones para considerar que el área que se construye en Valdáliga va a ser el primero de la Autovía del Cantábrico a su paso por la región.
Fomento se reserva la propiedad de estas instalaciones, que el concesionario puede explotar durante veinticinco años. En este caso, la adjudicataria fue Sacyr, la misma empresa que construyó los trece kilómetros del tramo de autovía en el que se asienta (Cabezón de la Sal-Lamadrid).
Sacyr ha dejado en manos de su filial Cafestore, especializada en la gestión de áreas de servicio, el área de Valdáliga, por el que, además de asumir el coste de la construcción, pagará al Ministerio un canon anual de 373.000 euros (62 millones de pesetas).
Cafestore se ha comprometido a instalar ocho calles de surtidores en cada una de las dos áreas de servicio (una en cada sentido de la marcha) un restaurante que estará abierto al menos 18 horas al día, una tienda y un hotel. Además, deberá costear la construcción de un puesto de Cruz Roja, unas dependencias para la Guardia Civil, un puesto de información turística y un parque infantil.
La estación también cuenta con taller mecánico a ambos lados, servicio de grúa y túnel y boxes de lavado de coches.
El contrato de concesión no exige gestionar directamente todos los servicios y Sacyr ha subcontratado con Repsol la explotación de las gasolineras por un plazo de doce años. La compañía petrolera pagará una cantidad por litro vendido que en ningún caso sumará menos de 60 millones de pesetas al año, lo que indica unas expectativas de venta muy elevadas. Repsol tiene la ventaja de contar con una tarjeta de fidelización con gran presencia entre los transportistas que, previsiblemente, le aportará una clientela importante de transportistas a lo largo de las 24 horas del día.
El hotel tendrá categoría de tres estrellas y contará con 34 habitaciones, todas ellas dobles, dotadas de aire acondicionado, televisión y otros servicios habituales. Una de las habitaciones de la primera planta está habilitada para minusválidos.
Aunque va claramente dirigido a un público que por lo general está en viaje de trabajo, el hotel funcionará con dos tarifas, una de invierno y otra de Semana Santa-verano, ambas muy competitivas. El hecho de que se encuentre casi en la mitad geográfica de la Cornisa Cantábrica hace presumir que será utilizado por muchos transportistas que cubren las rutas del norte del país.
En cada una de las dos direcciones habrá una cafetería-restaurante de 700 m2 de superficie, con una zona infantil de recreo interior y otra exterior. También dispondrán de un autoservicio y una tienda de productos típicos.
Valdáliga será la quinta estación de servicio de Cafestore, que ya ha abierto otras en Albacete, Zaragoza, Málaga y Valencia. A lo largo de este año abrirá dos más, en Alberique (Valencia) y Guitiriz (Lugo). Su objetivo es llegar a tener presencia en todo el territorio nacional acudiendo a todas las ofertas que considere viables económica y técnicamente.
Cafestore facturó el último año 3,65 millones de euros. Con las nuevas aperturas, este ejercicio llegará a los 8,66 millones y en el 2004 a los 22,7 (unos 3.800 millones de pesetas).

Algo más que carreteras

La primera demanda de los españoles en materia de infraestructuras era tener una buena red de carreteras, algo que no pudo conseguirse hasta comienzos de los años 90 cuando se puso en servicio el programa de autovías con fondos europeos que enlazó prácticamente todas las capitales de provincia. Inmediatamente después, afloraron otras necesidades. Las carreteras, además de un buen trazado y un buen firme necesitan servicios complementarios, especialmente cuando se trata de vías de alta velocidad que no pasan por núcleos urbanos. Esos servicios, que deben hacer más cómodo y seguro el uso de las carreteras se agrupan en las áreas de servicio, ubicadas dentro del dominio público viario.
La Ley General de Carreteras presta una especial atención a estas áreas que siempre han de instalarse en zonas colindantes con la carretera, lo que las distingue de las zonas de descanso, mucho menos reguladas y que por lo general obligan a apartarse de la vía principal.
La Ley únicamente impide que se instalen áreas de servicio en las variantes o carreteras de circunvalación de poblaciones, y en los cinco kilómetros anteriores o posteriores. De esta forma, queda perfectamente dibujada la intención de convertirlas en un equipamiento para zonas con carencias de servicios adecuados.
Dos áreas de servicio situadas en el mismo sentido de circulación deben estar separadas como mínimo por veinte kilómetros, una obligación para el Ministerio de Fomento y no para los titulares, dado que el titular es el propio Ministerio y también el único que puede decidir su emplazamiento, aunque luego sea una empresa privada la corra con los gastos de construcción, a cambio de su explotación por un tiempo.
Excepcionalmente, cuando se trata de tramos con gran densidad de tráfico o próximos a nudos de carreteras, las limitaciones de distancia pueden llegar a reducirse hasta un mínimo de cinco kilómetros.
Los concesionarios tienen muchas limitaciones. Por ejemplo, les está impedido el cobro por aparcamiento, por uso de los aseos, del parque infantil o de las zonas de descanso. También se les fija un horario mínimo de funcionamiento que, en el caso de los surtidores de combustible no puede ser inferior a las 24 horas.

Las áreas más caras

Casualmente, las dos áreas de servicio concursadas por el Ministerio en Cantabria han resultado las más caras del país. En la de Gornazo, Shell se comprometió a realizar una inversión de 947 millones de pesetas, parte de la cual está aún sin completar, lo que ha provocado algunas tensiones con el Ministerio de Fomento que no da por concluida la obra. En Valdáliga, Sacyr se comprometió a una inversión de 820 millones de pesetas (algo menos de cinco millones de euros) que al final se verán ampliamente superados.
Las razones, en ambos casos hay que buscarlas en el valor del suelo y las mayores dificultades orográficas. Pero se da una paradoja para la que habrá que encontrar otras razones. A pesar de que los adjudicatarios han comprometido inversiones más altas, su concesión será bastante más corta. Shell España sólo tendrá 20 años para rescatar el dinero que le ha costado el área de Gornazo y Sacyr, 25 para Valdáliga. En cambio, otras áreas que se han adjudicado en autovías españolas tienen un plazo de explotación de casi 50 años.
Una buena razón puede ser la escasa competencia, dado que tanto en el A-67 Santander-Torrelavega, como en el tramo entre Torrelavega y Unquera no habrá más gasolineras, la principal fuente de negocio de estas áreas de servicio. Una suposición más teórica que real, puesto que en la A-67 son muchas las estaciones de servicio que se han instalado en las proximidades de la autovía, incluso en sus bucles de acceso, y entre Torrelavega y Unquera, ya se vislumbra otra estación en la salida de Cabezón de la Sal.

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