El IBBTEC, una oportunidad para la industria biomédica

A pesar de su pequeño tamaño y de no contar con las facultades de Biología, Farmacia o Químicas, que suelen ser el semillero de las vocaciones investigadoras, Cantabria es la cuarta comunidad de España con mayor producción científica en biomedicina. Un escenario idóneo para poner de acuerdo a la partes que han levantado un instituto de investigaciones avanzadas en biomedicina y biotecnología.
La capacidad demostrada por los científicos locales que trabajan en esos dos ámbitos llevó al CSIC a pensar en Santander al descentralizar su red de centros de investigación en biomedicina. También han sido decisivas las facilidades que el anterior Gobierno cántabro dio para que se asentase en el Parque Tecnológico un Instituto que puede propiciar la creación de empresas ligadas a la transferencia de la tecnología y las patentes que produzca.

Un Instituto con perfil propio

Tradicionalmente, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha tendido a concentrar sus centros de trabajo en Madrid y Barcelona, hasta el punto de que de los 26 institutos que ha creado hasta al fecha en el área de biomedicina, 17 se reparten entre estas dos grandes capitales. El resto se distribuyen entre varias comunidades, algunos con especializaciones muy marcadas, como el de Salamanca, orientado hacia las investigaciones oncológicas, o el de Alicante, que trabaja en el sistema nervioso.
Ninguno de los ubicados fuera de Madrid o Barcelona tiene unas líneas de investigación parecidas a las reservadas para Santander, tanto las que ya se venían abordando en la Universidad de Cantabria como las que interesaban al propio CSIC. Las cuatro líneas de trabajo elegidas tienen una enorme proyección en biomedicina, ya que están relacionadas con el cáncer, el sistema nervioso, las enfermedades infecciosas y lo que se conoce como biología del desarrollo, que incluye la investigación en células madre.
El Instituto cántabro (IBBTEC) se creó formalmente en abril de 2007, y mientras se dotaba de una sede propia –que estará plenamente operativa el próximo mes–, comenzó sus trabajos en la Facultad de Medicina, donde no solo aprovechaba las instalaciones sino que también incorporaba algunas investigaciones en curso. En el tiempo transcurrido desde entonces ha alcanzado varias patentes, con hallazgos relevantes en la lucha contra enfermedades como el cáncer y la depresión, además de avances en terapia génica.
El equipo que investiga en oncología ha identificado un tipo de proteína cuya ausencia en el organismo favorece la aparición de un tipo de tumor. Otros investigadores del Instituto que trabajan en el sistema nervioso han detectado, al analizar muestras cerebrales de pacientes que murieron con depresión, una alteración que lleva a algunas células a segregar, de forma inadecuada, una sustancia química. Un conocimiento que puede dar pie al desarrollo de un nuevo tratamiento contra la depresión.
El Instituto cántabro ha participado también en un estudio liderado por un laboratorio británico en el que, por primera vez, se ha logrado sustituir un gen enfermo en un animal. Un avance que puede abrir la puerta a esa terapia génica en la que tantas esperanzas se han depositado. “Al final” –resume Angel Pazos, el director del Instituto de Biomedicina cántabro– “se trata de buscar nuevos métodos diagnósticos o nuevas terapias para una enfermedad, y eso es patentable y explotable desde un punto de vista empresarial”.

Una unidad para captar empresas

Para elegir los grupos de investigadores que formarían parte del Instituto se realizó una convocatoria pública dirigida a la Universidad de Cantabria y al CSIC, a la que se presentaron 21 equipos. Un comité de expertos nacionales e internacionales seleccionó once de ellos, ocho de los cuales procedían de la Universidad de Cantabria y tres del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que se trasladarán a Cantabria cuando la nueva sede esté concluida.
Por el momento, ya hay 90 personas vinculadas al Instituto pero cuando esté plenamente operativo serán unas 200, distribuidas en una veintena de grupos de trabajo. Ninguna de ellas, sin embargo, pertenecerá a su plantilla, ya que el Instituto no va a disponer de personal propio. Los investigadores seguirán vinculados a la UC, donde muchos de ellos son profesores, o al CSIC. El resto de los integrantes de los grupos de trabajo, ya sean titulados que preparan su doctorado o técnicos de laboratorio, continuarán dependiendo laboralmente de los investigadores que lideran los equipos y de su capacidad para obtener financiación. Y es que esos grupos no tienen un dinero asignado en los presupuestos regionales o estatales, como ocurre en otros organismos públicos. Los trabajos que desarrollan se sustentan con lo que puedan conseguir en convocatorias públicas, nacionales o europeas, y en convenios con empresas privadas interesadas en explotar comercialmente los resultados de la investigación.
El 90% de los fondos los consiguen los propios investigadores, lo que supone un elevado grado de incertidumbre a la hora de dar continuidad a los trabajos. No obstante, “es una situación a la que ya estamos acostumbrados”, reconoce Pazos. “El ideal es un modelo mixto, en el que parte de la financiación esté asegurada, pero también es bueno tener que buscar fondos, porque éste es un mundo muy competitivo y, si nos acostumbramos a contar con un dinero fijo, podría restar tensión a la hora de investigar”, añade.
El modelo de financiación al que suelen aspirar los científicos es aquel que asegure al menos un 40% de los ingresos, y buscar el 60% restante compitiendo con sus proyectos en el mercado de la investigación. En España ningún Instituto tiene asegurado ese nivel mínimo, salvo el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CENIO), creado por Mariano Barbacid, que sí cuenta con una elevada financiación pública, aunque funcione como un organismo privado.
En lo que se refiere al Instituto cántabro, los once grupos que ahora existen financiarán este año sus trabajos con los dos millones y medio de euros captados en proyectos públicos y privados.
Con el objetivo de implicarse en el mundo empresarial y facilitar la transferencia de tecnología, el Instituto ha creado una Unidad de Diagnóstico y Evaluación que, además de tender puentes con la industria, tratará de captar proyectos de empresas farmacéuticas o biotecnológicas.
Desafortunadamente, ha de buscar casi siempre fuera de la región. En Cantabria, el número de compañías vinculadas a este mundo es todavía poco relevante, pero uno de los objetivos que persigue la implantación del Instituto es dar impulso a la creación de empresas locales de biomedicina o biotecnología, dos de las ramas de actividad con más futuro.

Equipamiento puntero

Para poner en pie el nuevo edificio, los tres organismos impulsores del proyecto habían acordado un presupuesto que, como suele ocurrir en estos casos, se ha visto ampliamente sobrepasado. Los siete millones de euros comprometidos por el CSIC para la construcción del inmueble se han convertido finalmente en ocho y medio y los tres millones aportados por el Gobierno regional y la Universidad de Cantabria para el equipamiento han pasado a ser cerca de cuatro millones de euros por cada parte. Es decir, que el edificio que se levanta en el Parque Tecnológico va a requerir unos 17 millones de euros. Queda por acordar el reparto de la cantidad necesaria para su mantenimiento, que rondará el medio millón de euros al año.
El edificio, en forma de cubo, dispone de una superficie construida de 5.600 metros cuadrados, repartidos entre un sótano y tres plantas sobre rasante. En las dos superiores se concentrarán los laboratorios, mientras que en la planta baja irán ubicadas las dependencias administrativas y la dirección del Instituto, además de un salón de actos y un área de relación con las empresas.
El equipamiento es el que corresponde a un edificio de investigación puntero y, además de las centrifugadoras, congeladores o cámaras de cultivo habituales en cualquier laboratario, dispondrá de equipos tan sofisticados como los potentes microscopios que se usan para los estudios de biología celular o el único megasecuenciador que existe en Cantabria. Este aparato, que secuencia los ácidos nucléicos (el ADN), realiza en un día lo que antes se tardaba meses en hacer, y permite detectar alteraciones genéticas.
El Instituto contará también con un animalario en condiciones estériles, algo esencial para simular modelos de enfermedades relacionadas con problemas de inmunodeficiencia.

Colaboración con el IFIMAV

Con la creación de este Instituto, Cantabria refuerza su privilegiada situación en el campo de las investigaciones biomédicas. Un papel relevante que en buena parte se debe a la aportación que desde el Instituto de Formación de Investigación Marqués de Valdecilla (Ifimav) se viene haciendo en este área. El paralelismo entre ambos centros es evidente aunque con un matiz que les diferencia, el clínico. Mientras que el IBBTEC centra su trabajo en el laboratorio –investigación básica–, el Marqués de Valdecilla tiene una vertiente hospitalaria. No pueden negarse las similitudes entre las tareas que desarrollan, lo que invita a buscar fórmulas de colaboración más estrechas y desde hace meses, representantes de los dos centros mantienen reuniones para coordinar los trabajos de ambos Institutos.
Con el IBBTEC y el Ifimav Cantabria va a contar con dos plataformas de altísimo nivel en la investigación biomédica. Una base más que suficiente como para ser el germen de una industria ligada a la biotecnología, imprescindible si la región quiere caminar hacia un nuevo modelo económico.

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