El beneficio de la Caja cae un 38% en un año con alto volumen de negocio
Las debilidades históricas de la Caja cántabra no acaban de diluirse, hasta el punto que la entidad se ha visto obligada a realizar una emisión masiva de deuda subordinada a finales de 2002 (80 millones de euros) para poder acabar el ejercicio con los coeficientes de solvencia exigidos por el Banco de España. En ese momento su situación de recursos propios se encontraba por debajo de los mínimos legales.
Ante las pocas satisfacciones de la Bolsa y la renta fija en sus inversiones, la Caja ha tenido que volcarse, como el resto de las entidades, en el negocio ordinario y recurrente. Así, ha apretado las clavijas sobre las comisiones, que el pasado año le aportaron un neto de 3.500 millones de pesetas, un 34,4% más que el año anterior, aunque la entidad es consciente de que esa política está tensionando las relaciones con los clientes, que siempre han disfrutado de unos servicios bastante más baratos que en el resto del sector financiero.
A lo largo del año se abarataron los recursos obtenidos a través de los depósitos, pero se redujeron aún más los rendimientos de las inversiones crediticias y el margen para la Caja disminuyó en 18 puntos básicos. Frente a este estrechamiento, que en estos tiempos de bajos tipos de interés y alta competencia afecta a todas las entidades, la Caja cántabra había respondido ya en el 2000 con una política de ahorro de costes ambiciosa. Sin embargo, sólo se ha logrado a medias. Los gastos de administración aumentaron el pasado año un 5,2%, un porcentaje atenuado por el incremento de negocio.
Este aumento en parte es producto del proceso de 91 prejubilaciones (los gastos de personal aumentaron un 4,7%) pero en otra parte son atribuibles a un aumento de los gastos generales, que resulta más difícil de cuadrar con la política de contención prevista, máxime cuando la Caja, antes omnipresente, ha optado por un perfil público muy bajo, tanto en publicidad convencional como en patrocinios.
Fortísimo tirón del crédito inmobiliario
Las inversiones crediticias de la Caja volvieron a centrarse en el sector inmobiliario, que engulle todos los recursos imaginables. El año pasado las demandas de créditos hipotecarios en la entidad aumentaron un 24,26%, un porcentaje espectacular en sí mismo, pero que resulta mucho más llamativo si se tiene en cuenta el altísimo nivel de partida. Eso sí, se observa una reorientación. La Caja parece tender cada vez más a la financiación de operaciones de promoción y construcción –donde más daño les estaban haciendo los competidores–, mientras que los clientes hipotecarios particulares empiezan a ser capturados por otras entidades foráneas que, para captar mercado, están dispuestas a ofrecer condiciones muy agresivas. Sólo así puede entenderse que ese incremento de la financiación inmobiliaria de la Caja se haya producido con apenas un 4,8% de operaciones más.
Menos dinero a la Obra
Aunque los resultados no resultaron brillantes, la Caja disfrutó el pasado año de un buen ejercicio, con un aumento muy fuerte del volumen de negocio. Los créditos crecieron un 17% y los recursos de clientes (si se computan también los fondos de inversión) en un 22%. Pero además, la entidad tuvo la ayuda de unos beneficios extraordinarios de casi mil millones de pesetas, en parte como resultado de la venta de su participación en Candemat. Todo ello no impidió, sin embargo, que su resultado antes de impuestos disminuyese casi un 30% y su resultado neto (17,8 millones de euros), en nada menos que un 38,4%.
El descalabro puede justificarse sólo en una pequeña parte por la política de saneamientos, ya que si bien es cierto que se sanearon activos, también es verdad que se liberaron dotaciones por valor de más de 2.000 millones de pesetas realizadas en los años anteriores para hacer frente a las minusvalías en las inversiones bursátiles, y se recuperaron activos en suspenso por valor de 7,8 millones de euros, el doble que el año anterior.
Los pobres resultados de 2002 supondrán que, por primera vez en la historia de la Caja, se reduzca su aportación a la Obra Social. Desde hace varios años la aportación se había estancado en 1.500 millones de pesetas pero en este ejercicio, la Obra se tendrá que conformar con 7,8 millones de euros (1.300 millones de pesetas) para mantener sus actividades culturales, residencias, campamentos escolares, apoyo a las minusvalías y centros de tratamiento de enfermedades mentales.