Belleza a la venta

Quitarse unos kilos a crédito, aprovechar una oferta de dos por uno para depilarse varias zonas del cuerpo o sacarse una muela a un precio inferior al recomendado por el Colegio de Odontólogos para sus asociados, son algunas de las nuevas circunstancias que han introducido las franquicias de salud y estética. Si alguien pensó que estos territorios médicos eran un camino tan vedado a la competencia como el de las farmacias o el de los notarios, se equivocó. El mercado de la belleza en España se ha popularizado y se han roto muchos cánones. Tantos, que ya puede considerarse un negocio más.
Siempre ha habido más dentistas que clínicas odontológicas, porque no todos podían asumir el riesgo o hacer la inversión necesaria. Eso reducía la oferta y determinaba unos precios altos, por lo general pactados. Hasta que un empresario pensó que habiendo dentistas en paro, no existía obstáculo alguno para montar una clínica, contratándoles como asalariados.
Eso ha dado lugar a una nueva forma de entender la profesión. No sólo se han roto tabúes, sino que también ha caído la férrea estructura de precios. Las nuevas clínicas dentales comenzaron captando a una clientela más popular, la que iba buscando unas tarifas más accesibles, y han acabado por conquistar una parte significativa del mercado. Basta con pensar que un dentista tradicional cobra entre 50 y 60 euros por una limpieza bucal mientras que algunas de estas franquicias la ofrecen como un servicio complementario gratuito.
Lo que vale para la odontología puede aplicarse también para la medicina estética, otro campo de negocio que se encontraba muy segmentado. Sólo había que aplicar los criterios empresariales de las grandes compañías para convertir una actividad basada en el prestigio local de cada médico, en un negocio nacional, con marcas conocidas por todos. El éxito de Corporación Dermoestética demostró que había un hueco y las campañas publicitarias masivas hincharon ese mercado como un globo, una vez que la ciudadanía se desprendió de tabúes y perdió los temores a someterse a intervenciones de este tipo.
Hoy, algunas de estas clínicas ofrecen la posibilidad de un aumento de pecho por poco más de 3.000 euros. El botox permite lucir unos labios más carnosos por apenas 200 y el láser, un cuerpo sin vello a 30 euros la sesión. Todo ello con flexibilidad en los horarios de atención al público, descuentos y facilidades de pago.
“La belleza ha demostrado ser un elemento de consumo social muy importante”, reconoce el cirujano plástico Enrique Peraita. Tanto que las operaciones de estética han pasado a formar parte del cálculo de la inflación, al considerarse que ya es un gasto relativamente frecuente en las familias españolas.

Control ético

Las clínicas tradicionales han sido las primeras en notar la irrupción de estas firmas estéticas aunque no se sienten perjudicadas, confiesa Enrique Peraita. Y es que el aumento de los tratamientos, la publicidad y la aparición de nuevos centros ha popularizado este tipo de medicina, generando una ola de trabajo que favorece a todo el sector.
El responsable de la Clínica Peraita, que lleva casi 30 años abierta en Santander, puntualiza, eso sí, que el crecimiento de este mercado ha de estar controlado éticamente para que no dañe la imagen de la cirugía estética ni a los propios pacientes: “El verdadero problema es que los titulares de estos negocios no suelen ser médicos, sino empresarios”, dice, y advierte que detrás de algunos centros hay “buenas intenciones pero gente poco preparada”.

Estética frente a salud

Hasta hace poco, el gasto en estética se consideraba superfluo y a este tipo de clínicas sólo se acudía en busca de soluciones a problemas físicos o a complejos relacionados con el aspecto personal. Pero, hoy, son muchos los que se atreven a solicitar un presupuesto, atraídos por la posibilidad de disponer de una primera consulta gratuita, de poder pagar cómodamente o de aprovechar promociones, cheques-regalo o paquetes descuento.
No obstante, la popularización no impide que la mayoría de la clientela siga teniendo un cierto estatus: “Son mujeres trabajadoras de unos 30 a 45 años y categoría socioeconómica media-alta, lo mismo que los hombres, aunque éstos son un poco más jóvenes, de unos 25 a 40 años”, destacan desde Corporación Dermoestética.
El hecho de recibir pacientes cada vez más jóvenes preocupa a la comunidad médica, ya que el 10% de los españoles que se operan cada año son menores de edad, con una falsa percepción de sí mismos o con un ideal de belleza extremo, cuando aún no han alcanzado la madurez mental y tienen el cuerpo en pleno desarrollo.
La mayoría de las cántabras que pasan por Corporación Dermoestética están interesadas por las cirugías de pecho, sobre todo, la mamoplastia de aumento (a la que se someten 25.000 españolas cada año) y las liposucciones, seguidas por la rinoplastia o corrección de nariz y la abdominoplastia –reducción del abdomen–.
Entre los hombres, se lleva la palma la rinoplastia, seguida de la corrección de las orejas despegadas (otoplastia), la liposucción de barriga y, en menor medida, la blefaroplastia, para corregir las bolsas de los ojos.
Todas estas operaciones han crecido a un ritmo del 20% desde 1990, convirtiendo a España en el país europeo con más intervenciones de cirugía estética y en el tercero del mundo. Todavía han aumentado más los tratamientos superficiales, destinados a conseguir una mejora física tras pocas sesiones. Entre estas prestaciones que no requieren pasar por el quirófano, las más demandadas por las mujeres son las de rejuvenecimiento facial (eliminación de manchas, arrugas, rellenos…); la fotodepilación y las relacionadas con la obesidad, como la termosudación, la mesoterapia y los masajes subdérmicos.
Entre los varones se impone la fotodepilación de tórax y espalda, los tratamientos capilares y los microinjertos, aunque sus demandas cada vez se acercan más al catálogo de servicios solicitados por las mujeres en su lucha contra las arrugas y contra los kilos de más.
La obsesión por sentirse guapo no sólo se refleja en los centros estéticos; también en los dietéticos, capilares o dentales. Si antes lo importante era tener una boca sana, hoy hay que tenerla, también, bonita. Por eso, se impone la odontología estética, en especial, el blanqueamiento con láser y los implantes.

Operar en franquicia

La fórmula elegida por estos centros de belleza para crecer son las franquicias, que forman una tela de araña nacional, invierten en publicidad para crear marca, abren locales amplios y luminosos a pie de calle y hacen ofertas. ¿Quién puede resistirse a semejante empuje?
Las cinco primeras marcas de odontología acaparan más del 90% del negocio de las nuevas franquicias, casi siempre con el apoyo de socios externos. Las clínicas de belleza, como la recién llegada Hedonai o la veterana Corporación Dermoestética han apostado por la apertura de clínicas propias “para controlar la calidad en el servicio y vigilar que los trabajadores sigan unas normas”.
Son distintas formas de crecer. Desde finales de los noventa, las franquicias dentales han evolucionado a un ritmo anual del 40% y las de estética al 10%, facturando en ambos casos más de 300 millones en toda España. Por muchas que estén llegando a Cantabria, desembarcarán bastantes más, ya que operan en el país más de cuarenta redes de salud y cuidado personal y parece que esta eclosión va a continuar en los próximos años, aunque a menor ritmo.
Poner en marcha un negocio de estas características es relativamente sencillo. Sólo es necesario encontrar un local bien ubicado, dotarlo de equipamiento y de una plantilla cualificada y obtener los permisos. Esto último no es una cuestión banal, teniendo en cuenta que para abrir un centro de Corporación Dermoestética se necesita, además de las licencias municipales, una autorización sanitaria para cada una de las especialidades que se realizan; un permiso especial para aplicar medicamentos como el popular botox; darse de alta como pequeño productor de residuos sanitarios e inscribirse en Industria por utilizar un aparato de rayos X en la consulta de odontología.
El permiso de la sociedad cántabra ya lo tienen. Y es que la belleza ha demostrado ser un artículo que se compra, se vende y se regala en forma de masajes, dietas y hasta operaciones de pecho.

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