Apia propone la mina de Reocín como gran escombrera regional

Las obras de Cantabria generan al año alrededor de dos millones de metros cúbicos de escombros y tierras, que no hay donde verter. Hasta el día de hoy, los contratistas se las ingenian para hacerlos desaparecer como pueden, algo que no resulta tan sencillo con semejantes volúmenes. La administración no ha sido capaz de dar una solución al problema en dos lustros, a pesar de que exige a los adjudicatarios de las obras que expliciten dónde depositarán los estériles.
Hace años, el consejero José Luis Gil ofreció a las empresas privadas la búsqueda y explotación de once vertederos de inertes en otros tantos municipios (Cabezón, Castro Urdiales, Los Corrales, Laredo, Liébana, Ramales, Santander, Santoña, Selaya, Solares y Torrelavega). La operación encontró poco interés y muchos problemas, hasta el punto que nunca se llevó a la práctica. Más tarde, se realizó un inventario de antiguas canteras para valorar la posibilidad de utilizar los rellenos de escombros en su restauración paisajística. Pero tampoco esta vez cuajó.
La Consejería creyó que todo se resolvería sistematizándolo y elaboró un Plan Director de Gestión de Residuos Sólidos, que dividió en siete zonas la región, en cada una de las cuales debía haber un vertedero de materiales, pero los ayuntamientos afectados se opusieron más o menos sutilmente, ante el desgaste político que podía suponerles.
Finalmente, Gil encontró una herramienta poderosa en la nueva Ley del Suelo para eludir la oposición de los ayuntamientos, la posibilidad de declarar cada vertedero proyecto singular de interés regional y, por tanto, trasladar al Gobierno la soberanía urbanística municipal en estos casos concretos. Con la Ley en la mano y el apoyo de los excavadores, aburridos ya de las esperas, elaboró un Plan Regional de Depósito de Inertes y trasladó a la Empresa de Residuos la responsabilidad de buscar emplazamientos adecuados por toda la región, lo que ésta trasladó a Apia.
Las propuestas de Apia que aquí se publican nunca llegaron a conocerse públicamente. La lentitud de la Consejería de Medio Ambiente para adoptar una decisión –quizá porque esperaba a que pasasen las elecciones– y la salida del Partido Popular del Gobierno dejaron el plan en un cajón del que no ha salido, dado que el nuevo consejero de Medio Ambiente, nombrado por el PSOE, no parece muy partidario de la mayoría de las propuestas que en él figuran.
Basadas en un nuevo reparto de la región por zonas, el Plan trata de encontrar un lugar de vertido de escombros para cada una de ellas, pero no siempre se corresponden las soluciones con las necesidades. Mientras que Santander genera el 40% de los residuos inertes de la región, y llega al 50% si se añaden los municipios colindantes, el emplazamiento de Escobedo de Camargo que se les ofrece, sólo es una solución para el corto plazo. Sus 1,8 millones de metros cúbicos, quedarían colmatados en dos años. Por contra, los 225.000 m3 del vertedero de Peñarrubia, si se llegase a hacer, bastarían y sobrarían para una década, habida cuenta de las escasas obras que se realizan en la zona.
Eso significa que los residuos inertes de todo el área de Santander se enviarían, antes o después, a la mina de Reocín, que Apia propone para ser utilizada por la comarca de Torrelavega. Incluso es probable que llegasen a ella los escombros de la zona occidental de la región, dado que su acceso es más cómodo que a Herrera de Ibio, su destino teórico.
El enorme agujero dejado por la explotación a cielo abierto de Reocín es, efectivamente, el lugar más sencillo, por su capacidad y proximidad a la carretera, una vez que la mina ha dejado de explotarse, pero nada dice el informe sobre las surgencias de aguas, que hasta ahora eran bombeadas y que al cesar los bombeos convertirán la mina en un lago.
En el cráter de la mina cabrían todos los vertidos de inertes de la comarca de Torrelavega durante más de 60 años y los escombros de toda la región durante algo más de una década, pero no parece que Reocín deba ser a los residuos sólidos lo que Meruelo a los urbanos, es decir el punto de concentración de toda la región, aunque sólo sea por los desmesurados costes de transporte que origina esta política.
El estudio atribuye a los cántabros la generación de 3,8 metros cúbicos de escombros por persona y año y aplica este coeficiente tanto para la capital como para un municipio tan rural como Peñarrubia, donde las obras públicas, que son las que mueven grandes volúmenes de tierras y escombros, son muy escasas. Esto podría producir sorpresas en la zona oriental de la región, donde los censados no se corresponden con el volumen real de edificación. Por ejemplo, Noja figura como productora de algo menos de 6.000 toneladas de tierras y escombros al año en función de sus 1.562 habitantes de derecho, exactamente igual que Riotuerto o que Soba, cuando es notorio que su volumen de obras es muchas veces superior, y Argoños aparece con las mismas cantidades de materiales de vertido (por igual población de derecho) que San Roque de Riomiera.
Los estudios, en cualquier caso, demuestran que no es fácil encontrar lugares para el vertido de escombros en una región donde aparentemente los rellenos causan poco impacto, dado que está llena de depresiones y vaguadas. La dispersión de las viviendas y los abundantes cursos fluviales complican la búsqueda de un lugar adecuado para los vertidos, incluso cuando son, como en este caso, de escasa peligrosidad.

Los pozos de sal de Polanco

El informe de Apia, no contempla los pozos formados en Polanco por el hundimiento de antiguas explotaciones de sal de Solvay, a pesar de que la compañía ha propuesto el relleno de varios de ellos, donde podrían alojarse hasta 1,5 millones de metros cúbicos de escombros. Por el momento, la empresa Transportes Cuevas, a la que Solvay adjudicó su explotación, únicamente está autorizada por el Gobierno regional a arrojar tierras, pero no materiales cerámicos u hormigones.
Los pozos de Polanco podían llegar a representar una solución a medio plazo, de ser autorizados, dado la enorme profundidad que tienen algunos y el elevado número de hundimientos.

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