Quiénes han ganado y quiénes han perdido con la crisis sanitaria

Las agencias de viajes, el pequeño comercio y el ocio nocturno son tres sectores castigados por la pandemia

La pandemia ha puesto en cuestión el modelo económico mundial y los distintos gobiernos de los países pretenden reorientar la economía hacia sectores que consideran con más futuro que los actuales, ahora que flaquean la mayoría. Pero la realidad es más confusa de lo que parece. La crisis ha afectado mucho más a los pilotos de avión o a los ingenieros de aviación que a los agricultores. Las bicicletas han aguantado mejor que los coches. Y las empresas eléctricas, que dejaron de brillar hace años, se convierten en las nuevas estrellas de la bolsa. Por primera vez, todo está en cuestión.


La pandemia ha cambiado muchos hábitos de vida y cada uno de ellos da lugar a un ganador y a un perdedor en la economía. El confinamiento, el teletrabajo o intentar mantener las distancias han traído otros tipos de consumo, que nadie podía presumir a finales del año pasado. Si no hay actos sociales, la moda pierde interés, pero en cambio, hay muchas más ventas de bicicletas para hacer deporte al aire libre, se vuelven a poner de moda los chalets o, al menos, las casas con terraza, y el turismo rural. Quienes salen perdiendo, temen que estos nuevos hábitos hayan llegado para quedarse. Quienes se han encontrado con un negocio inesperado de repente, también están inseguros, porque temen lo contrario, que sea algo efímero.

En marzo, la cotización de las naranjas en origen pasó de unos ruinosos 0,27 euros el kilo, que llevó a muchos agricultores a no recogerlas, a 0,84, el mayor precio que se haya pagado nunca en origen. ¿Qué había pasado para que se produjera un vuelco semejante? Simplemente, que el confinamiento llevó a todo el mundo a desayunar y comer en casa, donde se toma mucha más fruta que en los establecimientos hosteleros. Pasó lo mismo en toda Europa, y los productores españoles de repente no podían atender el consumo. A su vez, los criadores de lechazos no sabían qué hacer con sus animales, porque la mayoría de ellos se consumen en el canal hostelero.

Son dos ejemplos de cómo un mismo fenómeno afecta de muy distinta forma a sectores distintos y podrían encontrarse muchos más, pero no es un juego de suma cero, en el que lo que unos ganan lo pierden los otros. En esta ocasión, hay muchos más perdedores que ganadores, porque el consumo se ha retraído extraordinariamente. El ciudadano se ha vuelto más cauteloso en el gasto, porque no sabe lo que va a durar la crisis, y siente menos necesidades, al reducirse sus movimientos.

Para encontrar a quién le está yendo muy bien hay que buscar mucho. En parte, porque son pocos y porque resulta obsceno presumir en una situación tan complicada para mucha gente. Pero hay industrias, sobre todo las vinculadas al sector alimentario, que están teniendo más actividad que nunca.

El aire libre vende

Uno de los fenómenos más curioso es el vinculado al aire libre. Muchos ciudadanos salieron del confinamiento de primavera con una necesidad imperiosa de hacer deporte en la calle. Cuando se abrió esa posibilidad se produjo una imagen insólita, la de cientos de ciclistas que estaban esperando, reloj en mano, el momento de poder salir, a pesar de que apenas había amanecido.

Ese boom ciclista se ha dado en ciudades de todo el mundo. En Londres y Bruselas se han registrado aumentos de las ventas de equipamientos del 10% y 44%; en París, del 34%, y en Nueva York, del 80%.

En España, las tiendas de bicicletas llevan meses haciendo el agosto y si no hacen más es porque se han quedado sin material. Las ventas se ha multiplicado por cuatro o por cinco desde el pasado mayo hasta el punto de que han llegado a agotarse las existencias.

Las bicicletas y los barcos han sido dos de los sectores de ocio que más han crecido tras el coronavirus, debido a su relación con la naturaleza.

Santiago Cagigas, responsable de tienda de Bike Sport (antiguo Bicicletas Trueba), comenta que desde mayo ha sido “una locura” la gran cantidad de reparaciones y ventas que ha habido. Y ese auge aún sigue. “Las marcas tienen problemas para que les suministren los componentes, por lo que se están dando plazos de hasta cuatro meses para servir bicicletas. Desde agosto, todas las que se fabrican hasta final de año ya tienen dueño”, añade.

La náutica ha sido otra válvula de escape, como alternativa de ocio segura, y una parte de la sociedad ha descubierto que la navegación de recreo puede ser accesible económicamente.

Según el último informe de la Asociación Nacional de Empresas Náuticas, el mercado ha registrado el mejor mes de septiembre de los últimos tres años (con un crecimiento del 31,3% en relación con el mismo mes en 2019).

Ha pasado lo mismo con las setas calefactoras que se utilizan en los establecimientos hosteleros para calentar las terrazas, los recintos favoritos de la clientela para tomar algo. Aunque calentar el aire de la calle no es barato ni ecológico, es la única solución para conservar los clientes cuando la temperatura exterior ya no acompaña.

El boom de los coches viejos

Pero quizá lo más llamativo es el sorprendente interés que ha surgido por comprar coches viejos. Muchos de los que debieran ser achatarrables, han vuelto a entrar al circuito comercial, porque ha aparecido un nuevo tipo de comprador, aquellos que iban a trabajar en transporte público o en un coche compartido con compañeros, por temor a contagios, han decidido ir en su propio coche. Suponen que se trata de una circunstancia temporal y, por ese motivo, no quieren gastar mucho en el vehículo. El presupuesto medio es de 2.500 euros, y están adquiriendo coches de unos doce años de antiguedad media.

Más comida en casa

Casi todas las cadenas de alimentación van a tener ventas muy superiores a las del año pasado y no por las compras impulsivas de marzo, cuando los cientes vaciaban los estantes a poco de reponerlos. Ese era un fenómeno vinculado a los temores que suscitaba el confinamiento y debía ser neutralizado por las menores compras de las semanas siguientes, pero no ha sido así exactamente. Los hogares han comprado más alimentación desde entonces, porque se hacen más comidas en casa. Se compensan así las compras que no está haciendo la hostelería.

Las cadenas han aprovechado para subir los precios. En estos meses, los alimentos han pasado a costar un 2,8% más, a pesar de que el índice de la vida está bajando a un ritmo anual del 0,9%.

Las agencias de viajes están pasando por unos momentos muy duros. Su año se ha visto marcado por cancelaciones y devoluciones y la actividad es prácticamente nula.

El gran ganador de esta crisis es Amazon, y en general las grandes plataformas de venta por internet, pero también la comida a domicilio. El miedo al contagio hace que cada vez se adopten más cautelas para consumir fuera de casa y las restricciones a la hostelería han obligado a muchos restaurantes a reinventarse para poder llegar a sus clientes. Todo ello ha contribuido al auge de la comida a domicilio y para llevar.

El impulso comenzó en pleno confinamiento, cuando los hosteleros se vieron obligados a bajar la persiana de sus locales y tan solo podían continuar trabajando si servían comida a domicilio.

Desde entonces, este tipo de propuestas no han hecho más que crecer. Las cuatro principales plataformas de comida a domicilio trabajan en la región (Glovo, Just Eat, Uber Eats y Deliveroo) reparten ahora para decenas de restaurantes, muchos más de los que pudieron imaginar hace solo un año, con muchas más opciones que la comida rápida. No obstante, la mayoría de los restaurantes solo se ha planteado este sistema a prueba, porque los resultados son aún inciertos.

Los que pierden

Si hay algunos que ganan, son muchos más lo que pierden. Si algo ha demostrado esta crisis es que la economía está llena de vasos comunicantes y hay un inequívoco efecto dominó: los problemas de algunos acaban por afectar a otros que aparentemente estaban a salvo, porque son proveedores o clientes. El consumo se ha reducido y prácticamente nadie está saliendo indemne de esta catástrofe.

La Covid no tiene nada que ver con el alquiler de coches, pero desde que se inició el confinamiento su volumen de negocio se ha reducido en nada menos que un 80%. Muchas de sus operaciones se realizan en los aeropuertos y la masiva suspensión de vuelos o las cuarentenas impuestas por muchos países a los viajeros que han reducido drásticamente el volumen de visitantes extranjeros han provocado que apenas se realicen operaciones.

Si los coches no se mueven, las empresas dejan para más adelante la renovación de sus flotas, lo que también resiente las ventas. Las compañías de alquiler han hecho hasta septiembre un 61,2% menos matriculaciones que el pasado año y las expectativas no son mejores para los próximos meses.

No es el único motivo por el que se han reducido las ventas de coches. Durante los primeros nueve meses de 2020, la demanda de automóviles se ha contraído un 28,8% en la Unión Europea. Los confinamientos obligatorios o voluntarios en muchos países han hecho caer las ventas como ninguna crisis anterior. En España es donde más han bajado, un 38,3%. Nos siguen Italia (34,2% menos), Francia (28,9%) y Alemania (25,5%).

La tienda de souvenirs y regalos Santander es Mundial no ha podido superar la crisis producida por la pandemia y cerró sus puertas el 30 de septiembre.

Natalia de los Arcos, presidenta de la Asociación Empresarial de Concesionarios Oficiales de Vehículos de Cantabria (ASECOVE), reconoce que en Cantabria la caída, un 26%, es menor a la nacional, gracias al impulso del Plan Renove Eficiente puesto en marcha por el Gobierno de Cantabria.

“El último trimestre del año va a estar marcado por la incertidumbre. Como tantos otros negocios, depende totalmente de cómo evolucione la crisis sanitaria”, advierte. No obstante, anuncia que su sector va a “trabajar duro”. “Vamos a apostar por mayores ofertas y por soluciones financieras muy competitivas para atraer a los clientes”.

Los concesionarios están al final de la cadena. Si no se venden coches, queda tocada la gigantesca industria que hay detrás. Se estima que en 2021, el sector europeo del automóvil perderá unos 100.000 puestos de trabajo, de los cuales la mitad los sufrirán los fabricantes de componentes.

Por el contrario, la posventa (los talleres) saldrá menos perjudicada porque, ante la falta de recursos económicos y de seguridad sobre su futuro, muchos usuarios optan por reparar su coche antes que comprar uno nuevo.

Las agencias de viaje

Con las fronteras cerradas, o casi, las agencias de viajes tenían que estar, inevitablemente, entre los sectores más afectados por la pandemia. De los 26.000 empleados que enviaron al ERTE en abril apenas han regresado a sus puestos de trabajo 3.250.

Además de no generar ingresos, sufren una gran presión financiera como intermediarias. Las agencias han tenido que afrontar la devolución de los billetes cancelados antes del estallido de la pandemia. A día de hoy, todavía no han cobrado ese dinero que el sector cifra en 500 millones, y han presentado una demanda por impago contra las compañías aéreas.

“Desde marzo hasta junio, las agencias nos hemos dedicado a repatriar a los clientes que teníamos fuera, con toda la problemática que conllevaba. Después, empezaron las devoluciones por los viajes reservados  que no se pudieron hacer. Siempre hemos devuelto el 100% del dinero, sin quedarnos nada por gastos de gestión. Si a eso le sumamos la imposibilidad de trabajar debido a la pandemia, la situación es insostenible”, explica Eduardo García, presidente de la Asociación de Agencias de Viaje y Operadores de Turismo (AAVOT).

Al reanudarse los confinamientos, las previsiones para el cierre del año vuelven a ser muy malas. De los 20.000 millones que las agencias españolas suelen facturar en este recodo final del ejercicio, apenas salvarán entre 2.000 y 5.000, porque estiman que la caída de ventas puede llegar hasta el 90%.

En Cantabria, las agencias elevan hasta un 96% su caída de ingresos. “Hasta que no exista una vacuna y el mensaje de los gobiernos sea positivo, la gente no volverá a necesitar de nuestros servicios. Y eso dependiendo del bolsillo de cada uno”, aventura García. En Cantabria, donde había unas 70 oficinas de viajes ya han cerrado dos, y tres han pasado a operar solo por internet, para ahorrar costes. “No podemos seguir así. Necesitamos ayuda por parte del Gobierno”, enfatiza.

Parayas pierde dos tercios de los pasajeros

El aeropuerto Seve Ballesteros presenta un panorama desolador. Hay días con un único vuelo. Hasta finales de septiembre han pasado por Parayas poco más de 300.000 pasajeros, un 66,5% menos que el mismo periodo del año anterior, aunque la media nacional es aún peor.

La pregunta entre todos los profesionales es cuánto tiempo podrán mantenerse las compañías aéreas con los aviones en tierra, ya que han de seguir pagando las enormes cargas financieras que conlleva la amortización de estos aparatos que ahora no generan ingresos. British Airways ya han anunciado que llevará a cabo hasta 12.000 despidos. Emirates Group, el mayor operador de larga distancia del mundo, está considerando recortar a unos 30.000 empleos.

Los aeropuertos han pasado de estar atestados cada día a tener un bajo volumen de pasajeros, todos ataviados con mascarillas.

Mientras el año pasado, la constructora Boeing estimó que las aerolíneas necesitarían 800.000 pilotos más en los próximos veinte años por el aumento de la clientela, sobre todo en Asia, a día de hoy ni siquiera está garantizado el empleo de los actuales. Tampoco el de azafatas, ingenieros o mozos de equipajes. Y las previsiones indican que el sector tardará en despegar. La Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) prevé que el volumen de pasajeros no se recupere antes de 2024.

El sector turístico

A pesar de encontrarse en el extremo de un continente, España es uno de los países más transitados del mundo. Hay muchos sectores que dependen, directa o indirectamente de esos flujos de visitantes extranjeros que este año se ha cortado casi en seco.

Hasta el mes de agosto, visitaron España 15,7 millones de turistas, un 73% menos que en 2019. Lo probable es que a finales de año el país haya perdido 50 millones de visitantes, algo que afecta a muchos más sectores que el propiamente turístico: comercio, bancos, transportes, producción de alimentos, combustibles…

Cantabria es de las comunidades que menos padece esta brusca caída porque solo uno de cada cinco de sus turistas llega del extranjero pero, cuando a mediados de julio el Reino Unido impuso la cuarentena a cuantos viajasen a España, el horizonte se nubló para Brittany Ferries.

Como consecuencia de la pandemia y de estas cuarentenas, los ferries que enlazan Gran Bretaña con Cantabria apenas han movido un 20% de los pasajeros habituales desde febrero y todo el ámbito portuario es consciente de que Brittany Ferries no puede aguantar indefinidamente en estas condiciones. Afortunadamente, mantiene el movimiento de mercancías, que es la otra pata de su negocio.

Sin clientes extranjeros, con unos costes fijos muy altos y, aún peor, sin perspectivas de mejora, son muchos los hoteles españoles que han optado por cerrar temporalmente. Ocho de cada diez, según la patronal.

A modo de reclamo, varias cadenas ofrecen un seguro sanitario gratuito para disipar los temores de los clientes a viajar. Es el caso de Vincci –con 29 establecimientos repartidos por la geografía española– que ofrece asistencia gratuita a través de Quirónsalud, ya sea relacionada con Covid-19 como con cualquier otra patología. En Vincci Puertochico, el hotel que tiene la cadena en Santander, esta atención sanitaria a los huéspedes se presta por vía telemática, dado que Quirón no tiene hospital en Cantabria.

“Se trata de un servicio de telemedicina permanente que atiende en diez idiomas, con doctores que pueden emitir una receta médica electrónica a nuestro cliente nacional e internacional, y que puede gestionar todos los trámites con su compañía de seguros”, explica Miguel Hernández, director de Vincci Puertochico.

Los souvenirs se quedan sin público

También están viviendo una situación complicada los propietarios de las tiendas de souvenirs, que sobreviven a duras penas gracias a los visitantes nacionales. Santander es Mundial ha vivido esta experiencia en primera persona. Tras cuatro años afincada en la calle Cádiz, la llegada de la pandemia ha supuesto una estocada que no ha podido evitar.

“Nuestro negocio despuntaba de mayo a septiembre. Este año, tras meses de cierre y generando gastos (alquiler, empleados…), la temporada comenzó la segunda quincena de julio, con la llegada de turistas nacionales. En agosto tuvimos buenas ventas, pero nos faltaban los turistas extranjeros –un sector importante de nuestra clientela– y arrastrábamos las pérdidas del confinamiento”, explica el propietario, David Manzanares.

A principios de año habían invertido en una maquinaria que les permite personalizar los regalos al momento. “Quizá hubiéramos superado el bache si esta situación fuese por un periodo concreto, pero al ver que se alargaba en el tiempo nos vimos obligados a cerrar”, explica.

Santander es Mundial cerró sus puertas el 30 de septiembre pero se despidió con un buen sabor de boca, ya que fueron muchos los santanderinos que se acercaron a la liquidación. Manzanares quiere seguir con su página web, aunque tiene la esperanza de poder reabrir su tienda cuando la situación mejore.

Ocio nocturno

En la hostelería cántabra, el verano ha sido francamente mejor de lo que esperaban, salvo para el ocio nocturno, el más afectado por las restricciones sanitarias. Al finalizar el primer estado de alarma, decretado en marzo, los locales pudieron volver a trabajar, pero con menos aforo y un horario más reducido. Las pistas de baile tenían que estar cerradas y los clientes, sentados. Una nueva normalidad demasiado alejada de su modelo de negocio como para tener éxito. El sector estima una caída de las ventas del 84,5% desde marzo a diciembre de este año.

El sector del ocio nocturno vive en continua incertidumbre. Algunos locales, como La Pecera, han tratado de reinventarse y adaptarse a los nuevos tiempos, sustituyendo la pista de baile por sillas y mesas.

“Con el primer estado de alarma nos vino todo de golpe y tuvimos que hacer ERTE, pero las ayudas de los gobiernos nacional y regional estuvieron a la altura. Nos ayudaron a sobrevivir”, explica Gonzalo Piñeiro, uno de los socios de la discoteca La Pecera. Cuando su local pudo abrir, hicieron una pequeña inversión para transformarlo y llenar la pista de baile con sillas y mesas.

“El verano ha sido de idas y venidas. Al principio, menos aforo; después, reducción de horario. Más tarde, hemos estado dos meses cerrados y después de una larga lucha, nos han dejado abrir con toque de queda como cualquier otro negocio de hostelería…” Cuando, tras volver a abrir, parecía que podrían recuperar al menos una pequeña parte de los ingresos, la restricción que permite solo atender en las terrazas, ya que prohibe la entrada al interior de los locales, ha sido el golpe definitivo. Sobre todo, porque muchos de estos establecimientos no cuentan con estos espacios, ya que su actividad se desarrollaba dentro del local.

En Cantabria, el ocio nocturno sostiene 2.200 empleos directos y 5.000 indirectos, que pasan por momentos muy inciertos. A falta de mejores soluciones, el Gobierno regional ha optado por aprobar un cheque único de 500 euros por negocio, que no resuelve demasiado, según los afectados, y ha ampliado hasta las 23.00 el horario durante el nuevo estado de alarma.

La Asociación de Empresas de Ocio Nocturno de Cantabria ha alertado de que 150 empresas del sector no llegarán a la Navidad si no cuentan con un específico de ayudas más generoso por parte del Gobierno regional. Y es que, prácticamente sin ingresos  y con unos alquileres medios de 5.000 euros al mes, la continuidad es muy incierta.

“Entendemos que la situación que está viviendo el país es complicada, pero si nos cierran necesitamos ayudas para sobrevivir”, explica Piñeiro. “Nosotros tenemos suerte, porque el dueño del local nos ha reducido la renta, pero incluso sin trabajar o trabajando menos todos tenemos que pagar alquiler, suministros, autónomos…”.

Bodas y otros eventos

La limitaciones de aforo y  de horario y la prohibición en algunos territorios de la barra libre ha sido un golpe mortal para las compañías de eventos y para todas las empresas que viven de las bodas. La Asociación de Profesionales y Bodas en España estima que estas normas han impedido la celebración de más de 130.000 ceremonias en lo que va de año.

En Cantabria, los eventos nupciales mueven unos cinco millones de euros anuales. Son unas 2.700 las bodas que se celebran cada año, la mayoría de ellas entre abril y octubre. Según la asociación Bodas en Cantabria, este año solo se han celebrado cien tras el estado de alarma pero el efecto económico ha sido aún mayor, ya que en todas ellas solo ha habido un tercio de los  invitados previstos.

“Ante este panorama es muy duro sobrevivir. Es un año que sin ingresos pero con gastos, como los de cualquier otro autónomo”, explica Vanessa Abascal, wedding planner, que únicamente ha organizado este año dos bodas, una en febrero y otra en octubre.

El equipo de la wedding planner Vanessa Abascal en la única boda que han realizado tras la crisis sanitaria. FOTO: XABI VIDE

Las fechas del próximo año ya están prácticamente copadas, porque muchas parejas no quieren esperar más, pero la incertidumbre sobre la duración del estado de alarma mantiene el desánimo en el sector. También entre los propios contrayentes: “La restricción en el número de invitados, no poder tener contacto directo con ellos, ni fiesta ni baile… Todo es muy anómalo”, apostilla Abascal.

Marcos Greiz, fotógrafo especialista en bodas, estima que su facturación será poco más de la mitad la de otros años, y por ello, ha decidido reorientar su actividad hacia la fotografía de niños, “que era mi segundo nicho de mercado, y ahora también estoy abriéndome al mundo de las fotos de empresas”.

El fotógrafo da por sentado que el año que viene “seguirá siendo distinto” pero confía en que las parejas “serán valientes y convivirán con esta situación en sus bodas, como convivimos en otros aspectos de nuestra vida”.

Las bodas representan uno de los gastos más importante que se realizan en la vida de las personas y ese vacío está arrastrando a muchos sectores. En los percheros de las tiendas de moda se ha quedado toda la colección de vestidos de fiesta, modelos que se adquieren a los talleres de confección con muchos meses de antelación, cuando nadie podía prever la pandemia y ahora pocas tiendas confían en poder darlos salida.

Igual de perjudicados han resultado los salones de bodas, cáterings, maquilladores, peluqueros, modistas, camareros, DJs, floristas o animadores. Aunque las bodas se celebrarán antes o después, ninguno de ellos cree posible recuperar lo que deberían haber facturado este año.

Feriantes, más de un año sin ingresos

Entre los olvidados de esta crisis sanitaria están los 30.000 feriantes que hay en España, que han tenido que renunciar a su temporada de trabajo por la pandemia. La cancelación de las verbenas y fiestas patronales ha supuesto la completa parálisis de un colectivo muy frágil económicamente.

En muchos casos, los feriantes no han podido acceder a las ayudas del Gobierno. Y es que al tratarse de una actividad temporal –se desarrolla entre abril y octubre–, la mayoría de ellos no paga la cuota de autónomos durante todo el año. De hecho, solo el 30% de los feriantes estaban dados de alta en el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA) cuando se decretó el estado de alarma.

El sector de las ferias no ha podido retomar su actividad tras la crisis.

Los integrantes de este sector, nerviosos y desconcertados al ver que los parques de atracciones fijos sí han podido abrir sus puertas, reclaman soluciones urgentes para sobrevivir, dado que no tienen ingresos desde el verano.

Un feriante cántabro –que prefiere no revelar su identidad– recalca la penosa situación que está viviendo su sector. “Lo estamos pasando francamente mal. No solo estamos parados por las restricciones sanitarias, sino porque los ayuntamientos no hacen ningún tipo de festejo”.

Iba a participar en las fiestas de Astillero, pero llegó el estado de alarma y tuvo que desmontar. “Desde entonces no he vuelto a trabajar. Y yo me he podido acoger a ayudas, porque pago autónomos todo el año, pero muchos de mis compañeros no y están buscando trabajos para sobrevivir”, relata.

Sector cultural y eventos

Antes de la pandemia, parecía que el mundo de la cultura por fin se había recuperado de la crisis de 2008. El año pasado fue bueno y 2020 pintaba mejor, hasta que llegó el virus. Desde entonces, muchos espacios culturales están cerrados y los que han abierto han tenido que reducir su capacidad.

David Gutiérrez, de MG Producciones, ha vivido en primera persona estos avatares. “Se han paralizado tanto los conciertos de grandes artistas como las orquestas de las fiestas de los ayuntamientos”. Una decisión que reconoce “lógica, pero que afecta a un gran número de trabajadores”, recuerda.

“Muchos de los conciertos que ya estaban firmados se han aplazado hasta el año que viene, si es que se pueden realizar, porque a día de hoy no sabemos cuándo volveremos a trabajar de la forma en la que estábamos acostumbrados”, lamenta.

En su empresa, no obstante, la situación no es tan dramática como en otras, ya que también realiza otro tipo de eventos menos afectados: “Este verano hemos hecho un buen número de pasacalles y actuaciones de menor formato, tanto en Cantabria, como en otras comunidades. Aunque al principio, los ayuntamientos tenían mucho miedo a hacer las cosas mal, las medidas de seguridad han sido muy rigurosas”, relata Gutiérrez.

El empresario cántabro, que también gestiona el teatro de los Salesianos, ahora cerrado, indica que los más perjudicados son los músicos y las pequeñas compañías teatrales: “Hay varias compañías que peligran y alguna incluso ya se ha visto obligada a cerrar”.

Los males son casi idénticos en el sector de los eventos, con el que la cultura comparte muchas afinidades. En España, factura 12.000 millones de euros y emplea de forma directa a más de 80.000 personas de más de cien perfiles profesionales: profesionales de los medios audiovisuales, escenógrafos, carpinteros, metalistas, caterings y restaurantes (camareros, cocineros, proveedores de alimentación…), diseñadores, espacios para eventos (palacios de congresos, salas de hoteles…), azafatas, intérpretes, chóferes…

Rafael Gutiérrez, presidente de la Asociación de Empresas y Profesionales Organizadores de Eventos y Congresos de Cantabria (OPCE) confiesa que se han visto duramente afectados por la crisis. “Nuestras temporadas de trabajo son antes y después del verano. La primera se canceló o aplazó por el estado de alarma, por lo que llegamos al verano arrastrando pérdidas. Y en esta de otoño, cuando debiera ser otro momento de bastante trabajo, los eventos se siguen suspendiendo o son virtuales”.

En Cantabria están limitados a un 50% del aforo o a un máximo de 30 personas. El formato presencial más reducido se trata de compensar con retransmisiones en streaming o con vídeos colgados en alguna página web, para llegar a más interesados, pero son muchas instituciones y entidades privadas que han optado por esperar a tiempos más seguros. Frente a esa actitud, Gutiérrez insiste en que “se puede seguir haciendo eventos” y agrega que “tenemos protocolos avalados por el Ministerio de Sanidad, sabemos lo que tenemos que hacer y generamos trazabilidad de cada participante”.

El ocio infantil

El ocio infantil también ha cambiado para adaptarse a la nueva normalidad pero, a pesar de que los agentes de este sector están tratando de recuperarse, no es nada fácil.

Carlos Modino, gerente de Dibertipark, un centro infantil situado ubicado en el parque de Las Llamas, relata que su negocio “antes iba muy bien, había familias que venían muy a menudo y los niños eran felices. Ahora, en cambio, quedan muy pocos padres que confían en un sector como el nuestro”, lamenta.

Modino, que lleva años en este sector y en el de la restauración, cree que “los niños son los más perjudicados en estos momentos” y se queja de no recibir ningún apoyo ni ayuda.

Para tranquilizar a los padres más temerosos, insiste en que “cumplimos todas las medidas de seguridad e higiene” y precisa que, a pesar de disponer de 700 metros cuadrados, su empresa ha preferido hacer de uno en uno los pocos actos que se celebran (cumpleaños en su mayoría) para ofrecer aún más garantías.

El pequeño comercio

Los actos sociales se recuperarán el día que la epidemia quede atrás, pero el pequeño comercio local teme desaparecer para siempre. Tras varios meses cerrados y una vuelta a la normalidad en la que han perdido buena parte de las ventas, son muchos los que piensan que no lograrán superar este bache. Algunos ya se han visto obligados a bajar la persiana.

La Confederación Española de Comercio (CEC) calcula que el 25% del comercio local desaparecerá antes de que termine 2020 debido a la crisis de ventas provocada por el coronavirus y advierte que a partir de enero la situación será aún más dura.

Dentro del comercio, el más afectado es el textil, que ya languidecía después de una pérdida continuada de facturación, primero por la competencia de las grandes marcas y, más tarde, por la de internet. Durante el confinamiento, no solo no pudo facturar nada sino que se le quedó sin vender buena parte de la colección de primavera-verano, que ya tenía comprada. Cuando abrió, las grandes cadenas impusieron las rebajas, para dar salida a los stocks, y se vieron obligados a secundar esa estrategia pero tampoco así se logró animar a los compradores. En julio las ventas fueron un 20% inferiores a las del año pasado y en agosto un 32%.

Uno de los muchos comercios cerrados de la capital cántabra, algo en aumento debido a la crisis provocada por el coronavirus.

En Cantabria, el descenso fue algo menor, porque no se redujo el número de visitantes, pero con la llegada del otoño vuelve la atonía y la sensación de que las familias españolas dan menos importancia que antes a la moda, quizá porque hay menos vida social, priorizando otras compras.

En la capital cántabra, los comerciantes esperan con cierta expectación los resultados de la campaña Santander Vale+, que ha comenzado el pasado día 3 de noviembre y se alargará hasta que finalice el año, al entender que puede suponer un repunte del consumo, pero se tendrán que repartir las ayudas municipales con los establecimientos hosteleros y empresas del sector turístico, lo que reducirá muy sensiblemente el efecto de los 750.000 euros que va repartir el Ayuntamiento en vales de 10 euros. Por cada 25 euros de compra o consumo, el ciudadano pagará 15 y el Ayuntamiento los 10 restantes.

Cada persona podrá pedir un máximo de diez vales y cada establecimiento podrá validar hasta 1.000 (10.000 euros).

Al rememorar todos los acontecimientos vividos por su negocio en los últimos meses, Emanuele Spina, propietario de la tienda de moda italiana Via Condotti, refleja la situación que vive todo el sector. “Las primeras semanas tras el confinamiento fueron casi como seguir cerrados, por los límites horarios y otras restricciones. Había días en los que no entraba nadie”. Él tiene la sensación de que “nos dejaron abrir para no tener que seguir dándonos ayudas, pero muchos comerciantes nos sentimos como cuando mandan al ejército a la guerra sin armas”.

El pequeño comercio ha vivido en un auténtico tobogán: “Meses cerrados, una reapertura mala. Después, julio y agosto han sido muy buenos y ahora estamos viviendo otra vez una mala temporada”.

El italiano opina que “estamos pagando con intereses la barra libre del verano”. Él preferiría algo más previsible “porque esta situación te obliga a improvisar. Ahora mismo hay que hacer los pedidos de la colección de verano del año próximo y tenemos que pensar cómo estarán las cosas para entonces”, explica mostrando la incertidumbre que vive su sector.

Pese a todo, Spina afronta el futuro con cierta esperanza: “los tiempos de crisis pueden servir para mejorar las cosas”, dice. Y es que, a estas alturas de la crisis sanitaria que empezó en marzo hay dos posiciones muy diferenciadas, la de aquellos que están cerca de la edad de jubilación y su única expectativa está en alcanzarla y olvidarse de tantos problemas y la de quienes son más jóvenes y no tienen otra opción que afrontar las circunstancias y pensar que la lluvia, tarde o temprano, escampa.

María Quintana

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