La residencia La Pereda renace con un nuevo aspecto tras una década cerrada

Mundiresidencias ha invertido 14 millones en hacer del inmueble un centro de última generación

Cerrada desde julio de 2012 y ofrecida en varias subastas fallidas, el Gobierno de Cantabria por fin consiguió vender en 2019 la residencia La Pereda, uno de los edificios más característicos de la ciudad, a pocos metros de la Segunda Playa de El Sardinero. La empresa madrileña Mundiresidencias, que lo adquirió, ha invertido unos 14 millones de euros en comprar, rehabilitar integralmente y amueblar los más de 8.500 m2 del edificio. La nueva residencia de mayores La Pereda se convertirá en el nuevo hogar de 180 residentes y generará un centenar de empleos.


Cantabria cuenta con 6.411 plazas residenciales para mayores, de las que el 70% son concertadas por la Administración (4.478), según las últimas cifras oficiales del Imserso, publicadas en enero de 2021. Este número aumentará cuando la residencia de mayores La Pereda abra sus puertas en El Sardinero, el próximo jueves, 1 de septiembre. El renovado centro contará con 181 plazas, otras cinco en un apartamento tutelado para mayores y 30 más en su centro de día.

La reforma del edificio, realizada por la constructora Ingeco, ha supuesto una inversión de 5,5 millones de euros y las obras han durado cerca de dos años. La decoración y el mobiliario de la residencia han supuesto otros dos millones.

El vestíbulo de la nueva residencia.

Este inmueble se construyó a finales del franquismo con fondos sindicales para ser destinado a residencia de veraneo de trabajadores y con la llegada de las autonomías acabó en manos del Gobierno regional, que nunca supo muy bien qué hacer con él. Tras convertirlo en residencia geriátrica y cerrarlo en 2012 por su compleja adaptación a la normativa y sus grandes gastos, se subastó en varias ocasiones sin aparecer interesados, hasta que Mundiresidencias aceptó, en 2018, un alquiler con opción a compra por 28.120 euros al mes y el pasado año se hizo con la propiedad al desembolsar los 6,6 millones de euros que pedía el Gobierno de Cantabria, que se ahorra, además, los más de 100.000 euros anuales que le generaba el inmueble en gastos de seguridad, mantenimiento, electricidad, gas, agua, jardinería e IBI, aunque estuviese vacío.

Una residencia de última generación

La nueva residencia tiene una superficie construida de 8.580 metros cuadrados, divididas en seis plantas. Estas generosas dimensiones le permitirán a los residentes disfrutar de amplios espacios comunes, además de unas 136 habitaciones, de las cuales 91 son individuales y 45 dobles.

Cada planta ha sido decorada con  un color diferente, para facilitar la orientación y la autonomía de los residentes. También les ayudará que el olor de cada piso sea diferente, al igual que el del comedor y el de otros espacios, algo que se consigue mediante un sistema de ionización seca.

El edificio conserva un impresionante hall que recibe a los usuarios y sus familias. Elevando la vista, una escalera muestra todas las plantas, perfiladas con luces led de diferentes colores. La gran escalera central de la antigua residencia es ahora un gran espacio vacío que aporta luminosidad y unas vistas inigualables.

Parte del comedor.

En la planta baja se sitúan la dirección, algunos despachos profesionales y una agradable sala de visitas, así como una de las dos unidades de convivencia del centro, la destinada a personas que pasen por La Pereda temporalmente para una rehabilitación.

La primera planta (de color rojo), concentra muchos de los servicios comunes que ofrece la residencia: el centro de día, la cafetería y el impresionante comedor, decorado con motivos marineros. En esta planta también se encuentra la sala de reminiscencia, un espacio evocador para usuarios que encuentran un afianzamiento en estos recuerdos. Está compuesta por una cocina y un salón decorados con muebles antiguos. La segunda planta, la azul, está dedicada a habitaciones individuales. La tercera (amarilla), combina las habitaciones de uso individual con una unidad de convivencia de reminiscencia, y está destinada a personas con demencia o alzheimer para las que ha buscado un mobiliario vintage.

Las plantas cuarta (rosa) y quinta (verde) están ocupadas por habitaciones individuales y dobles.

En un bloque aparte están los apartamentos, que cuentan con garaje propio y pueden albergar a cinco personas.

A todas las habitaciones se accede mediante tarjeta o pulsera magnética. Están dotadas con grandes televisiones y cuentan con camas de última generación en las que el somier también está motorizado, para conseguir un cambio periódico de los apoyos del paciente y prevenir la aparición de escaras. Los baños se han diseñado para que no tengan ninguna barrera física.

Tanto los espacios comunes como los ascensores están decorados con fotografías de Santander y el sistema de iluminación permite controlar el color de la luz emitida según el tiempo atmosférico.

El edificio solo ocupa una parte de los 10.189 m2 de parcela, lo que permite disfrutar de un espacio exterior que se encuentra a unos pocos cientos de metros del mar. En esa parcela se ha instalado un jardín terapéutico Palmlöf –el primero en Cantabria y el cuarto de España (solo hay en Madrid, Coslada y Bilbao)–, en el que se llevan a cabo actividades terapéuticas. Está diseñado para ayudar a las personas con cualquier discapacidad a sentirse seguras y a desarrollar actividades sensoriales que rememoren experiencias positivas.

Inferior, la cafetería.

El jardín incluye un espacio de tranquilidad, coronado con una fuente, unos huertos de los sentidos, cuyas plantas han sido elegidas por sus olores y colores, y una reminiscencia del campo, escenificada a través de un espacio con útiles de labranza y albarcas, y al mar, con arena, un santuco y una barca.

La iluminación exterior de la zona ajardinada también ha sido cuidada con mimo, así como la de la fachada, cuyas luces led RGB hacen que el edificio no pase inadvertido a viandantes y automovilistas que circulen por las inmediaciones.

Todo tipo de servicios

Además de los servicios asistenciales y sanitarios convencionales, La Pereda ofrece peluquería, podología o una sala de cine que se transforma en capilla cuando es necesario.

Aunque toda la residencia dispone de conexión Wifi, cuenta con una sala de ordenadores e Internet para los usuarios, así como una revolucionaria sala virtual, con un simulador compuesto por una gran pantalla de 3D y seis asientos “que tienen vida”.

El centro necesitará una plantilla de alrededor de cien personas. Además de la gerencia y el equipo administrativo, tendrá una gran variedad de perfiles profesionales, en su mayoría relacionados con la salud: médico presencial diario, enfermería de 24 horas y un servicio de farmacia administrado por personal especializado. También contará con profesionales de logopedia, neuropsicología, terapia ocupacional y un equipo médico especializado, formado por un psicólogo, un traumatólogo, un psiquiatra y un neurólogo.

Para hacer más consciente a su personal de los problemas de movilidad de los usuarios, la empresa va a utilizar el revolucionario Max, un traje modular que imita esas limitaciones, para que los trabajadores se pongan en la piel de esa persona mayor en concreto. Esto les permitirá adquirir nuevos conocimientos y una mayor sensibilidad sobre las personas mayores.

El jardín terapéutico Palmlöf es el primero de estas características en Cantabria y el cuarto de España. En la imagen, parte de la zona de reminiscencia.

La Pereda también va a apostar por el modelo asistencial de la Atención Centrada en la Persona (ACP), y se compromete a no utilizar contenciones, tanto físicas como farmacológicas.

Otra apuesta es la rehabilitación, y su gimnasio es uno de sus servicios más destacados. No solo cuenta con una cinta de correr de última generación, “igual que la que utiliza el futbolista Messi” –compara su director–, y otras máquinas poco habituales, como un bipedestador rehabilitador –un dispositivo capaz de levantar a una persona en silla de ruedas hasta la postura vertical– o una camilla thermo-spa.

La actividad del gimnasio se complementa con la sala de magnetoterapia, un espacio donde se utilizan ondas electromagnéticas para mejorar lesiones óseas, especialmente cuando ha habido una contusión o fractura.

También se ha prestado especial interés al apartado nutricional. Los menús se elaborarán en el propio centro, cuya cocina tiene una capacidad para mil personas, muy superior a sus necesidades reales. Además de menús específicos, podrá ofrecer comida texturizada a personas con disfagia o problemas de deglución debidos a un ictus o a la carencia de piezas dentales.

El hecho de que la construcción se haya producido en tiempos de pandemia, ha llevado a Mundiresidencias apostar por unas medidas de seguridad sanitaria y limpieza en las que antes quizá no hubiera hecho tanto hincapié. Así, la entrada principal cuenta con unos felpudos que actúan de barrera, capaces de neutralizar el 80% de todo tipo de virus, bacterias y demás agentes patógenos, tanto en suelas de zapatos como sillas de ruedas.

La calidad del aire también se ha asegurado con la instalación de unos equipos de filtrado que eliminan todos los virus –incluidos los del Covid–, hongos y bacterias, con un 99% de eficacia.

En la limpieza, se utilizará el sistema hospitalario, que exige usar mopas y trapos distintos para cada habitación, lo que evita los cruces de bacterias entre los espacios.

La Pereda también cuenta con un sistema de cámaras de reconocimiento facial, que tienen especial utilidad para saber dónde están en determinados momentos ciertos residentes con demencia.

Los precios

El precio oscilará entre los 1.800 euros mensuales de una habitación doble –la mitad de las que habrá– y los 2.200 euros de las individuales.

Gracias a un convenio entre Mundiresidencias y el Ayuntamiento de Santander, diez plazas (cinco en residencia y cinco en el centro de día) se reservarán, a un precio reducido, para vecinos empadronados en Santander.

Parte de la cocina de la Sala de Reminiscencia, un lugar decorado con auténticos muebles antiguos que sirve para evocar recuerdos. A la derecha, uno de los salones de la unidad de convivencia de reminiscencia, dedicada a personas con Alzheimer y otras demencias.

Mundiresidencias es una empresa de reciente creación (mayo de 2018) pero sus propietarios tienen casi veinte años de experiencia en el sector asistencial. Dirigieron durante años el grupo Baugestión, con residencias en Valladolid, Burgos y Gijón, que en 2018 fue adquirido por el grupo valenciano La Saleta Care. Actualmente, La Pereda es su único centro y han hecho una apuesta para convertirlo en una residencia sin parangón.

Un lugar con historia

La finca que ahora acoge la residencia de mayores La Pereda tiene una larga historia y ha sido utilizada para acoger distintas instalaciones.

A principios del siglo XX, se emplazaba allí el Sanatorio Marítimo Cantabria, dedicado a las enfermedades óseas y tuberculosis. En 1939, el edificio se reconvirtió y pasó a llamarse Obra Sindical de Educación y Descanso Marcano.

La Obra Sindical de Educación y Descanso fue una organización creada por el franquismo y dependiente de los sindicatos verticales (los únicos autorizados durante la dictadura). Contaba con una red de centros culturales, instalaciones deportivas, albergues, residencias e incluso ciudades residenciales donde los obreros podían veranear de forma económica.

Se cree que el nombre Marcano homenajea a Francisco Marcano, un falangista asesinado en Los Corrales de Buelna en 1934.

El edificio original fue derribado a mediados de los años 70, para dar paso a otro muy característico de planta semicircular que hoy conocemos. Se abrió bajo el nombre de Residencia de Tiempo Libre Marcano para jóvenes en verano.

Con el fin de la dictadura y del Sindicato Vertical, esta propiedad, igual que el resto de las que formaban parte de Educación y Descanso, pasaron a manos de los gobiernos autonómicos, que debían darles nuevos usos.

Una de las habitaciones dobles, con mobiliario de última generación, y libre de contenciones físicas

En 1992, el por aquel entonces presidente Juan Hormaechea propuso derribarla para construir un hotel en su lugar, aunque sin éxito, por lo que el edificio permaneció cerrado hasta que en marzo de 2001 fue habilitado como residencia de la tercera edad.

El geriátrico fue cerrado en julio de 2012 por el gobierno regional presidido por Ignacio Diego, alegando que no reunía las medidas de seguridad necesarias, debido al deterioro del edificio, y que el coste de acondicionamiento del centro era “inasumible”. Esto supuso la recolocación de algo más de 100 residentes en otros centros públicos de la región y la salida o recolocación de los 80 empleados que trabajaban en el centro público.

Aunque en un principio la residencia se tasó para su venta en 28 millones de euros, su valor no hizo más que descender. Los intentos de subastarla fueron varios, y a pesar de las sucesivas bajadas de precio, resultaron frustrados. Fue entonces cuando el Gobierno regional optó por ofrecerlo en alquiler con opción a compra, lo que desencadenó la operación que ha permitido que este histórico edificio reabra sus puertas con el mismo uso que tuvo en su última etapa.

María Quintana

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