La Obra San Martín concluye las obras del colegio Padre Apolinar

Ha pasado más de medio siglo desde que la Fundación Obra San Martín crease el Colegio Padre Apolinar, el primer centro educativo para niños con discapacidad intelectual de Cantabria. Aunque sigue en funcionamiento, pronto se dedicará a otros servicios, ya que los alumnos dispondrán de un nuevo edificio, ya terminado, a partir del próximo curso. Las nuevas instalaciones no tienen barreras arquitectónicas, cuentan con una magnífica piscina terapéutica y salas de rehabilitación y permiten elevar a cien el número de plazas escolares. La Fundación ha invertido 4,5 millones de euros en esta iniciativa.


Fue en 1946 cuando el sacerdote Daniel García González creó la Fundación Obra San Martín, con el objetivo de proporcionar unos recursos básicos, durante los duros años de posguerra, a los niños y jóvenes del barrio de Santander que lleva el mismo nombre.

Dos décadas después, en el año 1964, la Obra San Martín dio un paso más y creó el colegio Padre Apolinar, el primer centro educativo para niños con discapacidad intelectual de la región, para dar respuesta a una demanda de muchas familias de Cantabria que no encontraban otros apoyos.

En 1973 inauguró las instalaciones de Valdenoja, donde ahora se encuentran la mayor parte de los servicios de la Fundación.

A lo largo de los años, la organización ha seguido creciendo y expandiéndose a otras áreas, entre las que destacan la creación del centro ocupacional, los centros de día y las viviendas familiares para personas con discapacidad.

“La sociedad cántabra ha colaborado desde los inicios con la Fundación y sigue haciéndolo. Sin ellos no habríamos podido llegar donde estamos”, afirma el director de la Fundación, Juan Fernández.

La Fundación hoy

El nuevo edificio ya está finalizado y, en los próximos meses se irán incorporando los muebles y útiles, además de que serán parte de los usuarios del centro ocupacional de la Fundación quienes planten los jardines.

En la actualidad la Obra San Martín está atendida por 215 profesionales, entre cuidadores, psicólogos, terapeutas, fisioterapeutas, profesores y administrativos. Este gran equipo multidisciplinar presta sus servicios a unas 565 personas de todas las edades, desde a niños de seis años hasta personas de 76.

Junto a este personal propio existen los colaboradores. La organización ha comprobado cómo la sociedad se implica cada vez más con su labor, y una muestra de ello ha sido el crecimiento del número de voluntarios. Actualmente, unas 30 personas colabora de manera altruista con la Fundación.

Además de las que reciben formación, unas 140 personas con discapacidad residen permanentemente en las residencias de la Obra San Martín en Valdenoja y en las tres viviendas de alojamiento supervisado por personal de la Fundación repartidas por la ciudad. En estos momentos están a punto de abrir una cuarta.

Cuenta, además, con un centro ocupacional en Valdenoja y varios centros de día, una opción cada vez más demandada por las familias, que encuentran así un apoyo vital para la conciliación de su vida diaria. Por ello, próximamente abrirá un cuarto local, en Nueva Montaña, que vendrá a sumarse a los dos que la Fundación tiene en las instalaciones de Valdenoja y a otro tercero que también está ubicado en Nueva Montaña. Este nuevo centro de día aportará 24 plazas más.

La Obra San Martín dispone de varias áreas de actividad, en las que atiende a personas de todas las edades: desde niños de seis años hasta ancianos.

Más de la mitad de las plazas de la Obra San Martín –unas 300– son educativas. Los estudiantes están repartidos entre el Centro ordinario San Martín, en la calle Canalejas de Santander, y el colegio de educación especial Padre Apolinar, de Valdenoja, que el próximo curso pronto será sustituido por el edificio construido en la Calle Autonomía 4, justo detrás del recinto de la Fundación. Un edificio con más capacidad, porque todos los centros se encuentran saturados y existe lista de espera para acceder. “Estamos en una etapa de crecimiento, porque contamos con algo fundamental que es el apoyo y la confianza de las familias. Gracias a ellas, en los últimos años hemos crecido de una manera importante”, explica Juan Fernández.

El responsable de la Fundación también se siente muy agradecido a las instituciones, que son las que financian la totalidad de las plazas para los usuarios, ya que todas ellas son en régimen concertado. Los recursos llegan a través de la Consejería de Educación, del Instituto Cántabro de Servicios Sociales (Icass) o incluso de la Diputación de Vizcaya, con el que también mantienen un concierto.

La obra supone una inversión de 4,5 millones de euros y los terrenos han sido donados por el Ayuntamiento

El Ayuntamiento de Santander ha sido otro gran apoyo, al ceder dos de las viviendas destinadas a los alojamientos supervisados, uno de los locales convertidos en centros de día y el terreno que ha servido para edificar el nuevo colegio Padre Apolinar.

“Es muy difícil crecer solos, ya que la inversión que hay que realizar para cualquier nuevo establecimiento es muy elevada”, justifica Fernández.

Nuevo colegio Padre Apolinar

El nuevo colegio está construido en una sola planta, para que no existan barreras arquitectónicas. Además, cuenta con multitud de ventanas en paredes y techo, lo que le dota de una gran luminosidad.

La idea de construir un nuevo colegio surgió en el año 2014, tras comprobar que, a pesar del crecimiento experimentado en los últimos años, no era posible dar cobertura a las necesidades que planteaban las familias. La Fundación decidió elaborar un Plan Director que analizase las distintas áreas de actividad y señalase cuáles eran las que estaban peor cubiertas. “En ese momento, decidimos empezar apostando por la Educación”, dice el director.

Aunque las instalaciones del actual centro de educación especial se habían reformado hace una década, la Fundación optó por elaborar un proyecto más ambicioso. Visitó muchos centros parecidos de varias comunidades y pidió el asesoramiento de profesionales y organizaciones antes de perfilar el proyecto.

Gracias a la cesión por 75 años por parte del Ayuntamiento de Santander de un terreno de 8.000 metros cuadrados en pleno Sardinero –valorado en 900.000 euros– pudieron apostar por un gran edificio, que supera los 3.500 metros cuadrados de superficie, construido en una única planta para evitar cualquier tipo de barrera arquitectónica y dotar de mayor libertad a los alumnos.

Las instalaciones actuales del colegio Padre Apolinar están situadas dentro de la Finca que la Fundación tiene en Valdenoja. El nuevo edificio, situado justo enfrente, permitirá dar a otros usos al existente.

Se trata de ocho bloques bajos de líneas muy sencillas y gran accesibilidad, conectados entre sí por un amplio corredor, que los une de Este a Oeste. Un proyecto del arquitecto Jaime Carceller que ha sido materializado por la constructora Copsesa y Talleres Metálicos Julián, junto a otras muchas empresas y oficios.

El nuevo edificio permitirá aumentar el número de plazas de alumnos, que pasará de las 73 actuales a 100 y, consecuentemente, conllevará un incremento de profesionales, tanto profesores como personal de apoyo.

El nuevo Padre Apolinar contará con varias instalaciones enfocadas a la rehabilitación que ahora no tiene, dotadas con las técnicas más avanzadas. Además de las 17 aulas –que tendrán entre cuatro y seis alumnos cada una– y cuatro talleres, destacan la nueva piscina terapéutica, los grandes gimnasios, las salas de rehabilitación y fisioterapia y las de estimulación sensorial, que permiten reforzar una parte muy importante en el desarrollo de los niños.

Todo el edificio tiene una gran luminosidad, gracias a las más de 200 ventanas y velux que cubren sus paredes y techos.

La Fundación tiene su complejo residencial-educativo en un privilegiado emplazamiento del Sardinero.

Las obras ya están terminadas y en los próximos meses se equipará el edificio al completo, para que a finales de junio se pueda realizar el tránsito de un centro a otro. En este tiempo se acondicionarán los jardines, que serán atendidos por los usuarios del centro de día, para dar al nuevo colegio el verdor que caracteriza su finca de Valdenoja.

En total, la Fundación Obra San Martín habrá empleado 4,5 millones de euros en este nuevo centro que entrará en funcionamiento con el curso 2019/2020. A partir de entonces, se desarrollarán los programas en los que ya está trabajando la plantilla.

Como al actual, al nuevo Padre Apolinar acudirán niños y jóvenes de entre seis y 25 años, distribuidos en educación básica, transición a la vida adulta y el programa específico de formación profesional básica.

La intención es que, en un futuro próximo, el centro abra casi todos los días del año, y no solo en los establecidos en el calendario escolar. “Los niños con discapacidad necesitan una atención continuada en el tiempo y queremos convertirnos en un centro de referencia, que llegue a más situaciones que un colegio ordinario”, manifiesta Juan Fernández.

El nuevo Padre Apolinar está pensado para potenciar las capacidades de los alumnos con discapacidad, con metodologías de trabajo que favorecen la filosofía del emprendimiento educativo y con terapias rehabilitadoras específicas, adaptadas a las necesidades de los alumnos.

Lo habitual es que la gran mayoría de los alumnos del Padre Apolinar continúen después en otros centros de la Obra San Martín y, por ello, la Fundación se ve obligada a seguir creciendo y ampliando su oferta. “Hay una relación de continuidad, gracias a la confianza que depositan las familias en nosotros. Ellos son el pilar fundamental de la Fundación y de ahí proviene nuestro crecimiento”.

Es la atención ante un problema como el de la discapacidad la que da testimonio del auténtico desarrollo de una sociedad.

María Quintana

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