El papel fundamental de los desguaces en la economía circular

La legislación europea obliga a reciclar y reutilizar el 95% de la masa total de los vehículos que tratan

Un coche moderno lleva más de 4.000 piezas, fabricadas con decenas de materiales distintos. La gran mayoría pueden reutilizarse o reciclarse y tener una segunda vida. La Unión Europea obliga desde 2015 a reutilizar al menos el 95% del material empleado en cada vehículo fuera de uso, y este trabajo se realiza en los centros autorizados de tratamiento (CAT), comúnmente llamados desguaces. En España hay unos 1.300, que procesan unos 700.000 vehículos anuales. De ellos, 16 están en Cantabria.


Desde que comenzó la pandemia, las ventas de coches han venido experimentando importantes caídas, que se han intensificado con la crisis de componentes. A pesar de ese descenso, en España se matriculan cada año alrededor de un millón de vehículos (en 2020, la cifra se quedó en 851.200), lo que sugiere que la mayoría sustituyen a otros más antiguos, que se retiran. Solo en 2020 se dieron de baja cerca de 970.000 vehículos, cantidad que hace pensar en el importante papel que tiene el reciclaje en esta industria, al recuperar los residuos, algunos tan valiosos y altamente contaminantes como los metales preciosos que requieren los convertidores catalíticos o, más recientemente, las baterías de los vehículos híbridos y eléctricos.

Desde enero de 2015, la legislación europea obliga a reciclar el 95% de los vehículos, para evitar que alguna parte acabe en un vertedero, aunque a día de hoy todavía puede considerarse una utopía.

El futuro del planeta pasa por poner de nuevo en circulación estos materiales, en lugar de consumir más materias primas y acumular más residuos. Este principio, conocido como economía circular, es esencial para asegurar que el planeta disponga de materiales suficientes para atender la demanda de la población durante muchos años más. Además, permite conseguir ingresos adicionales a partir de productos ya vendidos, que se han deteriorado o se han quedado obsoletos.

Los Centros Autorizados de Tratamiento de vehículos al final de su vida útil (CAT), conocidos comúnmente como desguaces de vehículos, tienen un papel fundamental en la economía circular, ya que hacen posible la reutilización de componentes y gestionan adecuadamente los residuos que no se pueden reutilizar para que sean valorizados y reintroducidos como materia prima en la fabricación de otros productos o para la obtención de energía.

Un proceso complejo

En España se ha conseguido que el 85% del peso de cada vehículo que se da de baja se reutilice o recicle, según la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac). Otro 10% se aprovecha como fuente de energía en incineradoras o en la industria cementera, lo que eleva al 95% el porcentaje del vehículo que no termina en el vertedero.

El proceso de reciclaje de un vehículo es más delicado de lo que en un principio puede parecer. En un primer paso, el CAT lo descontamina, retirando y gestionando todos las sustancias que puedan resultar dañinas para el medio ambiente, como los gases del circuito del aire acondicionado, el combustible, los aceites lubricantes, el líquido hidráulico y la batería, que suele contener metales pesados y ácidos corrosivos. Aunque algunos de estos elementos se pueden reutilizar, la mayoría se destruyen. Para ello, los CAT los entregan a gestores autorizados, que disponen de procesos capaces de reutilizar ese residuo y convertirlo en materia prima de otros procesos.

En España, el 95% del peso de cada vehículo que se da de baja se reutiliza o recicla.

Después, se procede al desmontaje del coche. Las piezas que se pueden aprovechar se almacenan para venderlas como material de segunda mano para otros vehículos. Todo lo demás pasa al achatarramiento, donde se separan y recuperan los distintos materiales.

La estructura básica de la carrocería y las partes metálicas no extraídas –como las suspensiones– se envían a la prensadora, que convierte lo que queda del vehículo en un cubo de metal.

El resto pasa a la fragmentadora, que tritura y separa en bruto los diferentes materiales, en su mayoría hierro, aluminio y cobre.

Este proceso ya consigue dar una segunda vida a la mayor parte del coche, bien mediante la reutilización de componentes o a través de su reciclaje. “El concepto base del proceso de reciclaje no ha evolucionado apenas, pero se ha mejorado la tecnología asociada al desmontado de los vehículos y la gestión de la información vinculada al despiece, lo que permite incorporar los canales de venta online”, recalca Estrella Becerril, encargada del departamento de Gestión y Calidad de Desguaces Becerril, en Viérnoles.

Otros profesionales señalan sus sombras. “El proceso de descontaminación de un coche es mucho más costoso y laborioso que hace años, y  cuanto más antiguo es un coche, más costoso, porque menos piezas se venden y todo se destina al reciclaje”, explica Ricardo Castañeda, responsable de Medio Ambiente de Autos Navajeda, en Bezana. “Además, necesitamos mucha maquinaria y dotar al personal de más certificados cada vez”, añade.

Elementos reciclados

Lo más sencillo de reciclar es el acero de la estructura de los coches, que alimenta las fundiciones de la industria siderometalúrgica, de donde saldrá en forma de chapa para construir nuevos vehículos o de vigas para la construcción. Una prueba de ello es la factoría santanderina de GSW, donde se funden cada  año centenares de miles de bloques compactados de chatarra que en su día fueron coches.

Los neumáticos son muy versátiles. Si su estado lo permite, se recauchutan y vuelven a utilizarse. En cambio, si están dañados, se trituran para convertirse en un granulado con múltiples aplicaciones, desde servir de combustible para plantas cementeras o siderúrgicas, hasta la fabricación de césped artificial, pastillas de freno, muebles, calzado e, incluso, como pavimento de carreteras, porque mejora la calidad del recubrimiento al mezclarse con el asfalto. Una de las mutaciones más sorprendentes es terminar también convertido en un suelo de seguridad en los parques infantiles, por su efecto amortiguador.

Los plásticos y elementos textiles, por su parte, sirven para la fabricación de aislantes en edificios, o vuelven a la industria automovilística como paneles de recubrimiento interior y guarnecidos. Los airbags se reutilizan en trajes de neopreno y el vidrio de las lunas y ventanillas se recicla para producir botellas y recipientes alimentarios.

Mientras la mayor parte de la composición de los vehículos tienen una nueva vida, otros elementos, como los asientos, se quedan en el armazón y las tapicerías y otros elementos textiles se suelen llevar al vertedero, esperando alguna solución económica que permita nuevos usos.

Además del reciclaje en sí mismo, otra medida que favorece la economía circular pasa por la reutilización de componentes. La legislación obliga a que los desguaces reutilicen piezas y componentes de los vehículos que supongan, al menos, el 10% del peso total de los vehículos tratados anualmente, un porcentaje que aumentará hasta un 15% a partir de 2026.

“Esta premisa no se puede cumplir con determinados coches, especialmente los más antiguos –ya que nadie necesita recambios de esos modelos– o cuando entran calcinados, en los que no hay partes que se puedan reutilizar”, explica Castañeda. “Estos casos debemos compensarlos con otros, en los que reutilizamos más partes, para llegar a ese porcentaje a final de año”, revela.

Castañeda señala que lo más reutilizado son los componentes eléctricos. Becerril lo comparte y añade los motores, cajas de cambio, llantas y neumáticos.


Los eléctricos, un desafío

Las baterías de los coches eléctricos suponen uno de los grandes desafíos del reciclaje de estos vehículos.

La presencia de coches eléctricos e híbridos en las carreteras es aún reducida y, por ello, hasta ahora apenas se había pensado en el reciclaje de sus baterías, ya que son muy escasos los vehículos de este tipo que llegan a los CAT. “Los pocos vehículos de estas características que se reciclan suelen provenir de un siniestro, no es porque se haya acabado su vida útil”, explica Beatriz Fernández, copropietaria de Desguaces Miguel Ángel, en Reocín.

Aunque sean más sostenibles ambientalmente, la gran asignatura pendiente es el reciclaje de las baterías, sobre todo las que utilizan materiales tan caros y contaminantes como el litio y las combinaciones de aluminio, cobalto, níquel o magnesio. Y hay que estar preparados, ya que si terminan en un vertedero, sus celdas pueden liberar toxinas problemáticas, incluidos metales pesados.

“Solo algunos trabajadores que se han formado para ello pueden descontaminar los coches eléctricos e híbridos”, advierte Fernández. “La batería es el punto crítico de estos vehículos, ya que tiene riesgos asociados al voltaje y a los gases desprendidos”, agrega Becerril. En el resto de componentes, los pasos a seguir son similares a un coche de motor de combustión: descontaminación, extracción de piezas aprovechables mediante procesos mecánicos y achatarramiento.

“Por el momento, es una situación muy novedosa”, confiesa Castañeda. “En el CAT extraemos las baterías y se las entregamos a un gestor autorizado, que se encarga de su tratamiento”.

Ya que las baterías de iones de litio usadas en los vehículos eléctricos difieren de las convencionales tanto en los procesos químicos como en construcción, aún no se ha establecido un sistema de reciclaje eficiente.

Las celdas suelen unirse con pegamentos resistentes que dificultan su desmontaje. Por ello, a menudo los fabricantes de baterías evitan utilizar materiales reciclados, que llegan a tener un mayor coste.

A medida que los modelos eléctricos más antiguos vayan llegando al final de su vida, los investigadores de todo el mundo tendrán desarrollados procedimientos más eficientes de cómo reciclar los millones de baterías de coches eléctricos que los fabricantes esperan producir en las próximas décadas. A día de hoy, es uno de los mayores retos para quienes se dedican al reciclaje de vehículos.


María Quintana

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