El banquero más heterodoxo

Creador e impulsor de Bankinter y de la aseguradora Línea Directa, nadó a contracorriente por sus ideas progresistas, la independencia de sus proyectos y sus aficiones

Pocos días antes de que se cumplieran diez años del inesperado fallecimiento de Emilio Botín, presidente del Banco de Santander, ha muerto su hermano Jaime (Santander, 1936), que tuvo un papel mucho menos conocido, a pesar de que convirtió una mera ficha bancaria, la que sirvió para crear Bankinter, en una de las entidades más rentables y mejor gestionadas. Insobornable en sus ideas, siempre fue a contracorriente, y acabó por demostrar que un banco mediano podía ser más eficiente y más rentable para sus accionistas que uno grande. Su discrección y parquedad en palabras no dejaban traslucir su enorme cultura, su interés por aprender (durante los últimos años se ha dedicado al estudio de la filosofía) y sus amplios conocimientos de las materias más diversas, porque todo le interesaba. Los conflictos recientes con Hacienda dibujaron ante la opinión pública un personaje muy distinto al real, preocupado por la realidad social y la cultura.


Cuando Emilio Botín Sanz de Sautuola decidió que fuese su hijo Emilio quien le sucediese al frente del Banco de Santander (por entonces no había desaparecido la preposición), en muchas familias santanderinas ‘de toda la vida’ se produjo un suspiro de suficiencia e incredulidad por el futuro de la entidad: ‘Qué error, porque el listo era el otro’. El otro era Jaime Botín. Quienes no daban un duro por Emilio se equivocaron de medio a medio, porque demostró que podía multiplicar lo que ya había conseguido su padre. Si su antecesor convirtió un modesto banco de provincias en uno de los siete grandes del país, él lo transformó en uno de los mayores de Europa.

Mantuvo siempre una gran lealtad a su hermano Emilio. Mientras estuvo de vicepresidente del Santander, en las juntas eran habituales las confidencias entre ambos.

Jaime Botín, perfecto conocedor de cómo pensaban sus paisanos, aunque su contacto haya sido casi nulo desde hace décadas, no solo se lo tomaba con absoluto desdén (siempre fue un colaborador estrecho y leal con su hermano) sino que su sentido del humor le llevaba a devolver la pelota ante terceros, y referirse a Emilio como ‘el listo’.

Él nunca tuvo afán de protagonismo. Ni siquiera estando al frente de Bankinter, un banco tan alternativo en su funcionamiento como él mismo, que convirtió en uno de los más eficientes de Europa, contra la opinión de quienes sostenían que solo podría mantenerse fusionándose con otros.

Quizá por su timidez o por sus ideas progresistas en una provincia y un mundo, el de lo banca, donde no es tan habitual, Jaime Botín siempre nadó contracorriente, pero procuró hacer poco ruido. Solo  cuando se despachaba a gusto en algún artículo esporádico en El País, para criticar a fondo las políticas de Mariano Rajoy o para resaltar alguna injusticia. Desde 2016 y, sobre todo, después del desafortunado episodio del intento de venta del picasso que Hacienda había declarado inexportable, se mantuvo en silencio.

Jaime Botín empezó en el Santander en 1957 en el Santander, y llegó a ser vicepresidente primero entre 1999 y 2004.

Como su hermano Emilio, Jaime creó una saga de profesionales de éxito y quien quiera ver detrás de ellos la mano todopoderosa del banquero, se equivoca. Por mucho dinero que uno tenga, no conseguirá que su nieto sea campeón olímpico de vela (ver las retransmisiones de las regatas en las que participaba Diego Botín ha sido la gran satisfacción de sus últimos días), ni que su hija tenga el talento de producir las películas más premiadas de los últimos años, entre ellas ‘Campeones’, o que otro de sus hijos, Marcelino, diseñe los veleros más rápidos del mundo, varios de los cuales han competido en la Copa América.

Jaime y Emilio hicieron un tandem de éxito en la banca española. Emilio, al frente de un acorazado, como el Santander, cuyo crecimiento acaparó las miradas. Jaime, al frente de un proyecto más pequeño y personal, Bankinter, que parecía destinado a jugar un papel muy secundario en el sistema bancario español. Creado en 1965 al 50% por el Santander y el Bank of America como banco industrial, Jaime quedó al frente cuando su padre repartió los papeles entre los dos hermanos, lo sacó a Bolsa en 1972 como entidad independiente y acabó por reconducirlo hacia la banca más generalista, pero dándole una personalidad muy diferenciada, que le permitiría encontrar un sitio propio. No solo ha sobrevivido a todos los avatares del sector sino que hoy es el quinto banco del país, después de rechazar todas las ofertas de compra. Su fortaleza y buena gestión le han permitido sobrevivir a aquellos que, desde algunos grandes bancos, aseguraban que los medianos tenían los días contados.


Implacable contra Rajoy

A mediados de la pasada década, Jaime Botín publicó varios artículos de opinión en El País, que sorprendieron a los lectores, por su defensa de Tsipras, el equivalente a Podemos, que gobernó Grecia durante un breve periodo tras su crisis financiera, y por sus críticas al Gobierno de Mariano Rajoy. En ese momento ya no tenía responsabilidades bancarias y, simplemente, se definía como “estudiante de Filosofía”, una materia a la que dedicó especial atención durante los últimos años. He aquí algunos extractos:

La renuncia de Rajoy a la investidura. “El caso de Rajoy indica que nuestro presidente no solo está ahora en funciones; lo está desde que se inició la legislatura hace cuatro años. La conservación del poder le ha absorbido de tal manera que no ha podido ocuparse de nada más, ni de sus compromisos electorales (no ha cumplido ninguno), ni del problema de Cataluña, ni de nuestro lugar en Europa. Superándose a sí mismo, ni siquiera intentó cumplir el encargo recibido del jefe del Estado. (…)  Al considerar esta trayectoria, uno no sabe qué es lo más extraordinario, si el aguante del personaje o el de la ciudadanía que lo ha tenido que soportar”. (El País, 27/8/14) 

No es suficiente decir: “Me equivoqué”. “En una democracia, el sacerdote no administra la absolución de las fechorías cometidas por el pecador arrepentido. En una democracia digna de tal nombre hay que dar cuenta y asumir la responsabilidad. Mucho temo que la moral católica, si Dios no lo remedia, va a acabar no solo con la derecha española, sino con todos nosotros. Esperemos que el papa Francisco, que tan admirable comienzo ha protagonizado, encuentre solución a un problema [la pederastia] que, según parece, nuestros gobernantes y la jerarquía eclesiástica prefieren ignorar. (El País, 18/07/2013)

El problema catalán

No digo que la táctica de no moverse no sea la mejor, o la menos mala, frente a un personaje como Mas. Pero el problema catalán es algo más que Mas. Y los demás problemas seguramente requieren algo más que meterlos debajo de la alfombra.” (El País, 16/11/2014)

La derecha política. “Si la derecha política gana la partida aquí es como si en América se impusiera un partido republicano dominado por el Tea Party, los herederos del Ku Klux Klan. Algo parecido a un poder integrista religioso, pero en América funcionan muchos contrapesos. Aquí sería distinto: sería para dar miedo”. (El País, 01/02/2014)

Imponer impuestos draconianos es fácil.  “[He leído] un detallado programa tributario elaborado por los técnicos del PSOE para el caso de llegar al poder. Me llamó poderosamente la atención el énfasis que pone en los gravámenes pero nada dice del empleo de los fondos recaudados, como si cobrar impuestos fuese un bien en sí mismo y no, como un mal necesario para atender a las numerosas carencias y dificultades que es preciso superar para poder vivir en paz y con justicia. Pareciera que los autores suponen que lo que puede atraer al votante son los disgustos que se van a llevar los ricos, más que las ventajas que recibirán los necesitados de ayuda”. (El País, 24/3/15)


Además, creó la aseguradora Línea Directa (LD), con la misma filosofía de una estructura de oficinas mínima y un absoluto apoyo en las nuevas tecnologías y la publicidad. Con LD dio al traste con las reglas del conformista mercado asegurador, exactamente igual que unas décadas atrás Emilio y él rompieron la placidez de las aguas bancarias con las Supercuentas, que hicieron saltar por los aires las apacibles comidas mensuales de los siete grandes de la banca española y sus pactos tácitos. Ya no volvieron a celebrarse aquellos almuerzos, y si lo hubiesen hecho, cada vez habrían tenido menos comensales, porque esa guerra comercial acabó por desatar las fusiones, en las que el Santander se convirtió en el máximo ganador, al absorber, en sucesivas operaciones ­–ya se habían fusionado algunos de ellos entre sí– al Central, Hispano, Banesto y Popular.

Junto a Emilio, Jaime siguió comandando el Banco Santander como vicepresidente hasta julio de 2004, en que abandonó el cargo para dar entrada a otros miembros de la familia.

Como responsable de Bankinter, una década y media antes, le concedió a Mario Conde el histórico préstamo de 3.000 millones de pesetas de la época con el que Abelló y él adquirieron Antibióticos. Los propios Botín tomaron una participación accionarial que les acabó reportando 13.500 millones de pesetas. 

Jaime Botín era un intelectual librepensador, que pasó sus últimos años como alumno de filosofía, otra muestra más de su perfil atípico, amante del arte (que le dio tantas satisfacciones como disgustos) y del deporte. Supo multiplicar la fortuna heredada, al engrandecer el Santander, primero, y Bankinter y su filial, Línea Directa, después, pero vivió tremendas desgracias, como la pérdida de dos de los ocho hijos nacidos en su matrimonio con Belén Navedo, a consecuencia de un incendio en su vivienda, un piso en el centro de Santander. Años después murió otro hijo más como consecuencia de una enfermedad.

Los últimos años tampoco fueron fáciles para él, porque el pleito con Hacienda, a la que pagó 91 millones de euros además de incautarse el Picasso de la polémica, le dejó tocado. La pena de tres años de prisión le fue suspendida por su enfermedad.

Quizá resulte paradójico, pero Jaime Botín era un firme convencido de la bondad del sistema fiscal y en este asunto, como en otro que a él y a su hermano les torturó durante mucho tiempo, el de las cesiones de crédito, las circunstancias fiscales eran muy discutibles, tanto que aquel asunto quedó en nada.

A pesar de esa ausencia de perfil público de quien ha tenido tanta aversión a cualquier protagonismo, no dudó en librar batallas que no trascendieron, sobre todo aquello en lo que creía, como la independencia de la prensa. Ya a finales del franquismo lidió con quienes presionaban para reconducir la línea crítica del periódico Informaciones o, directamente, para tratar de cerrarlo. El vespertino era un grano incómodo para el Régimen y Jaime Botín fue su sostén financiero y su constante valedor. Como miembro del consejo de administración del periódico y como banquero, le hubiera resultado mucho más fácil dejarlo caer –sus cuentas nunca fueron muy saneadas– que pelear constantemente por su independencia, pero optó por lo segundo. Muchas cosas de las que ocurrieron después, como el nacimiento de El País, no se hubiesen producido sin ese precedente de Informaciones.

José Manuel Cendoya, vicepresidente del Santander España, recordaba con motivo de su muerte que Jaime Botín asumió el mismo papel en el Banco Santander, “velar por su independencia”.

La goleta del Picasso. El ‘Adix’, uno de los veleros privados más grandes del mundo, que fue adquirido por Jaime Botín al cervecero australiano Aland Bond, llevaba en sus camarotes el cuadro ‘Cabeza de Mujer’ de Picasso, cuando fue intervenido por la Hacienda española.

En Bankinter “aportó innovación y audacia desde el mismo momento de su fundación. Tuvo la capacidad de ‘estar y no estar’, conservando las características de su padre como la independencia, la cultura corporativa basada en la lealtad al banco, el crecimiento para retribuir a los accionistas y la acendrada discreción en el ejercicio bancario”.

Por su parte, Ana Botín apuntaba con motivo de la muerte de su tío que Jaime aportaba un gran valor y lo hacía con una gran discreción: “Tenía mucho de mi abuelo: multifacético, con gran sentido del humor e interesado, no solo por lo financiero, sino por un amplio humanismo: el arte, la física, la filosofía, el deporte. En las reuniones del banco hablaba poco, pero sus intervenciones no tenían desperdicio. Aprendí mucho de él y de cómo enfrentaba los retos, tanto personales como profesionales; con enorme sabiduría”.

Su ámbito de intereses era casi infinito. Tras su muerte, Jaime Terceiro, que fue presidente de Caja Madrid, recordaba que en su primer contacto, le dio un paseo por los cielos de Castilla en un biplano Bücker de la Segunda Guerra Mundial que Jaime Botín poseía y pilotaba, y la conversación versó sobre el desarrollo y los sistemas de fabricación de algunos de los cazas más famosos de la época. 

Terceiro destacaba de Jaime Botín “su inteligencia heterodoxa”. Añadía que “rara vez tomaba una decisión porque la mayoría de los competidores así lo hacían. Bankinter ha demostrado a lo largo de décadas que el tamaño, o mejor dicho el gran tamaño, de una institución financiera no siempre lleva a las economías de escala que sus promotores defienden”.

Terceiro, que conoce bien el percal, también ha dejado constancia de que “pertenecía a la escasa estirpe de empresarios españoles ajenos a la economía clientelar, aquella protagonizada por quienes tienen demostradas habilidades para moverse con mucha capacidad de persuasión, por los pasillos y despachos de los políticos y los reguladores, y que al final logran utilizar la capacidad normativa y los recursos del sector público en beneficio de sus empresas. Jaime Botín siempre gozó de una insobornable independencia intelectual y profesional”.

Esa vía propia no solo no le llevó a disipar la fortuna heredada sino que supo multiplicarla. Su patrimonio fue calculado por la revista Forbes en 2021 en más de 1.850 millones de euros, pero a día de hoy es muy superior.

Ya no estaba al frente de la gestión, pero seguía siendo el principal accionista de Bankinter y de Línea Directa, en ambos casos con alrededor de un 20% del capital. También es poseedor de una gran colección de arte, aunque los cuadros más relevantes los había cedido sin contraprestación a la Fundación Botín.

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