Capability-TB: Amica lanza un Banco que no funciona con dinero

El proyecto, validado ya en más de 120 personas, comenzará a desarrollarse próximamente en zonas rurales de Cantabria

Enseñar a cocinar a cambio de limpiar el portal de la comunidad de vecinos, instruir sobre cómo manejar Photoshop a cambio de pasear a un perro o cuidar de un bebé durante un par de horas a cambio de acondicionar el jardín de una vivienda. Hacer favores es cada vez menos frecuente, y para conseguir que este tipo de acciones dejen de ser anecdóticas y se lleven a cabo de forma más sistemática, Amica ha creado un Banco del Tiempo que fomenta la ayuda mutua y en el que el dinero no juega ningún papel, puesto que la moneda de cambio es el tiempo. El proyecto, financiado con fondos europeos, comenzará a rodar en pequeños núcleos rurales de Cantabria.


El tiempo es un bien preciado, limitado y por supuesto, no renovable, razones que justifican de sobra la frase ‘el tiempo es oro’. Para Amica, su significado es mucho más amplio. De hecho, es la moneda de cambio del Banco del Tiempo que acaba de impulsar, llamado Capability-TB.

Material didáctico del programa de formación del Banco del Tiempo.

La sociedad actual no concibe el intercambio de servicios sin dinero de por medio, pero la asociación cántabra sí. El concepto ‘banco de tiempo’ apareció en el siglo pasado y promueve el trueque de favores sin el típico trasiego de billetes, tarjetas de crédito o cuentas corrientes. El protagonista es exclusivamente el tiempo o, más bien, la dedicación. De esta manera, es posible recibir una clase de inglés durante una hora a cambio de ayudar a una persona dependiente a hacer la compra o un masaje descontracturante de media hora a cambio de limpiar la cocina de un domicilio.

El objetivo es, siempre, favorecer la ayuda mutua, una costumbre muy arraigada en el medio rural de Cantabria, en tareas estacionales, como las siegas para henificar o la recogidas de algunas cosechas pero también cuando, a consecuencia de una enfermedad o incidencia, alguien no podía ordeñar sus vacas ­–­algo ineludible– y un vecino le hacía el favor. Sin embargo, la propuesta de Amica, financiada con fondos de la Unión Europea, trasciende los límites del trueque clásico, pues la colaboración pasa de ser bilateral –entre dos personas– a global.

Eso da lugar a que la colaboración no sea exclusivamente entre conocidos. Una persona puede ayudar a otra, pero la receptora del servicio no tiene por qué devolver el favor a la misma que se lo ha proporcionado, sino que puede hacérselo a otra completamente distinta.


Varios alumnos reciben la formación que deben acreditar para usar el Banco del Tiempo de Amica.

Un modelo que no supone intrusismo laboral

E l Banco del Tiempo de Amica no pretende alimentar el intrusismo laboral, deja bien sentado Irene De los Ríos.

La filosofía es abordar tareas o “pequeñas cosas por las que no pagaríamos”, como enseñar conceptos básicos de dibujo a una persona interesada en realizar su primera creación, instruir a alguien acerca de cómo mejorar su presencia a través de la moda o leer en voz alta una novela a una persona de edad avanzada que vive sola y tiene problemas visuales que le impiden leer por su cuenta.

También es útil en personas mayores que buscan introducirse en las nuevas tecnologías. Hay quienes enseñan a otros a usar Spotify para escuchar un podcast, otros que ayudan a consultar la versión digital de un periódico o que, simplemente, resuelven la falta de almacenamiento de un teléfono móvil. “Esto no va de quitar trabajo a un fontanero o un mecánico”, asegura.

En su opinión, esta clase de iniciativas mejoran la autoestima. “Muchas veces ofrecemos nuestro tiempo a otros, pero nadie lo valora y eso genera frustración. Con esta herramienta se da valor al tiempo y a las capacidades de las personas”.

De los Ríos y el director gerente de Amica, Tomás Castillo, están convencidos de que el banco del tiempo funcionará mejor en lugares en los que predomina la pobreza y los medios económicos escasean. “No todos tienen dinero, pero todos tenemos tiempo. Las personas con tiempo pueden ser igual de ricas que las que tienen dinero”, defienden.


Antecedentes

No es la primera iniciativa de este tipo que surge en Cantabria. El Ayuntamiento de Santander ya lanzó un banco del tiempo en 2004 y hubo otra experiencia piloto entre escolares del Colegio Haypo en 2010. Sin embargo, ninguna de ellas llegó a cuajar, como han fracasado otras muchas dentro y fuera del país. La coordinadora del nuevo Banco del Tiempo de Amica, Irene De los Ríos, lo atribuye a que “en muchas no se tienen claras las normas de funcionamiento ni cómo se realizan los intercambios”.

La intención de Amica en un inicio era desarrollar esta herramienta de economía colaborativa para mejorar la inclusión y participación de las personas con discapacidad, pero dada la rentabilidad social que puede tener para la población en general, se propuso que fuese accesible para cualquiera.

El banco de Amica será el primero del mundo con un programa de formación

El Banco del Tiempo de Amica es una plataforma web muy parecida a una tienda online que pone en contacto a las personas que demandan servicios con las que ofertan. A grandes rasgos, guarda similitudes con un libro contable, pues al fin y al cabo registra cada intercambio completado con éxito.

Navegar por ella es sencillo. Si un usuario necesita encontrar a alguien que pasee su perro por la tarde basta con que inicie sesión en su cuenta y despliegue un menú dividido por categorías como “educación, ocio y tiempo libre, naturaleza, tareas del hogar y otras tantas más”, enumera De los Ríos.

Irene de los Ríos junto con el director gerente de Amica, Tomás Castillo Arenal.

Una vez seleccionada la opción más ajustada a su caso, aparece una lista de anuncios de personas que se ofrecen a pasear perros. A partir de ahí, se ponen en contacto a través de un chat y empiezan a colaborar.

Tras concluir el favor, el ofertante acumulará una hora en su saldo  (+1) y al destinatario se le restará otra (-1). Para equilibrar la balanza, el propietario del perro tendrá que ayudar a alguien que lo requiera. “La web es como la aplicación de un banco”, compara la coordinadora del proyecto.

Programa de formación

Para hacer uso de esta singular herramienta es necesaria una pequeña formación presencial o telemática, aunque los impulsores del banco de tiempo recomiendan apostar por la primera opción, que es “mucho más enriquecedora”.

Al inicio del curso los usuarios reciben un pasaporte y por cada tema realizado consiguen un sello. Al quinto, ya se da por finalizada la formación. “Es un diploma que certifica que estás preparado para usar el banco del tiempo”, explica la coordinadora.

Irene De los Ríos tiene claro que cada usuario es un mundo. Por eso, el curso puede adaptarse en función de sus necesidades, ya que “no es lo mismo ofrecer unos trucos de belleza durante media hora que ayudar a limpiar la cocina de un domicilio”.

Durante el desarrollo de este proyecto piloto, en el que han participado 120 personas, las familias de algunos usuarios se mostraban reticentes a que su hijo realizase intercambios con desconocidos. “Para eso hacemos la formación y una labor de acompañamiento que evite situaciones de inseguridad”, destaca la pedagoga.

Una mujer del Banco del Tiempo pasea el perro de otro usuario.
FOTOS: MARÍA CASUSO

La web del banco del tiempo se ha diseñado teniendo en cuenta todos los requisitos de accesibilidad para que usuarios con discapacidad auditiva, visual o de otro tipo también puedan utilizarla. Una cautela dirigida “a que las personas con mayores necesidades de apoyo puedan participar”, sostiene Irene de los Ríos.

Amica está estudiando la posibilidad de crear una sede física del Banco del Tiempo, para que los usuarios dispongan de un espacio al que recurrir cuando necesiten resolver cualquier duda, y pretende que los primeros en utilizar el banco sean habitantes de zonas rurales, ya que las poblaciones con menos residentes son las más propicias para lanzar una iniciativa de estas características.

La plataforma es accesible a personas con todo tipo de necesidades de apoyo

Aunque el funcionamiento de un banco de tiempo mejora a medida que crece el número de usuarios –con el consiguiente aumento de los servicios e intercambios–, Irene De los Ríos prefiere la calidad a la cantidad. “Una vez se compruebe que funciona en núcleos rurales, las esporas ya se irán expandiendo e irán haciendo su trabajo”, resalta convencida.

Más allá de ser un nuevo modelo de economía colaborativa, la coordinadora del proyecto cree que el banco del tiempo tiene la capacidad de hacer florecer nuevos vínculos entre personas que de otra forma posiblemente nunca se hubieran conocido. “¿Quién te dice que un día, en lugar de ayudar a esa persona a pasear su perro, termino dando la vuelta a la manzana o tomo un café con ella y surge una nueva amistad? Eso es muy bonito”, concluye

David Pérez

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