Cantabria, del cero al infinito

La candidatura a la fábrica de baterías de IDEC, los parques eólicos, las centrales de bombeo Aguayo e Hidrocaleras y la planta de HP convertirían la región en pionera de la nueva industria

El petróleo cambió hace un siglo todo el sistema energético, que hasta ese momento se basaba en el carbón. A partir de los años 50, la energía nuclear abría una nueva época y, con la nueva centuria, las renovables demostraban ser una alternativa sólida. Ninguna fue capaz de acabar con la anterior, pero vivimos un momento de cambios muy rápidos y esa circunstancia puede observarse en Cantabria. Repsol y EDP se han hecho con los activos de Viesgo y han asentado en la región las sedes de dos compañías dispuestas a llegar a lo más alto. Otra tercera multinacional, la italiana ENI, que ha comprado Aldro, también lo pretende. Y con los fondos europeos de reconstrucción surgen una multitud de proyectos vinculados a las energías limpias. Cantabria, que tradicionalmente ha sido una región con muy baja cobertura energética, parece dispuesta a ser autosuficiente, con un avalancha de aerogeneradores a la puerta, y a ponerse en la vanguardia del cambio energético, con varios proyectos de almacenes de energía.


Cantabria, con grandes industrias electrointensivas, es una de las comunidades más consumidoras de energía eléctrica por habitante, y a la vez, que menos produce. No hay centros de generación importantes, excepto uno atípico, la central reversible de Aguayo; apenas hay generación eólica, la solar es menos que testimonial… Eso da lugar a que casi toda la energía que consume la región proceda de fuera de sus fronteras.

La inmensa mayoría de los proyectos de generación que han planteado las empresas en los últimos años se han quedado en eso, pero ahora asistimos a una oleada masiva de iniciativas, en forma de parques eólicos, plantas de almacenamiento de electricidad o de producción de hidrógeno e, incluso la candidatura a una fábrica de baterías para coches eléctricos, que, de elegir Cantabria, se convertiría en la primera industria de la región, con mucha diferencia.


Cerca de 3.000 millones de inversión

De materializarse la enorme cantidad de proyectos de generación y almacenamiento eléctrico que han llegado a las mesas de los responsables políticos de Cantabria, las inversiones rondarían los 3.000 millones de euros, sin incluir la posibilidad de que se instale la fábrica de baterías de IDEC que aumentaría sustancialmente esta cifra. Una cuantía insólita que obviamente no se va a materializar, porque muchos de ellos dependen de obtener fondos europeos (y es difícil que haya para tantos) y otros no tienen encaje legal posible.

Solo en aerogeneradores la inversión superaría los mil millones de euros y, aunque estos no están condicionados a recibir ayudas europeas, son muchos más de los que, razonablemente, pueden caber en nuestros montes.

El proyecto más importante, por cuantía, es la repotenciación de la central reversible de Aguayo, en la que Repsol se vería obligado invertir cerca de 700 millones de euros, pero aún hay muchas incertidumbres sobre este proyecto, al que a día de hoy no le salen las cuentas.

Ni siquiera sería la única central reversible. Se ha presentado otra iniciativa en Castro Urdiales, aunque más pequeña, y una planta de almacenamiento de energía por compresión de aire. A estos grandes proyectos se une la sustitución de una caldera de carbón de Solvay por otra que permite quemar residuos urbanos y un ristra de iniciativas de menor tamaño, como plantas de biogás, hidrogeneras o redes de recarga para vehículos eléctricos.


De producir a almacenar

La central de Aguayo, que Repsol Eléctrica quiere repotenciar en 1.000 Mw, con lo que tendrá más potencia que las centrales nucleares.

La energía eléctrica no es difícil de producir pero sí es muy costosa de almacenar, al menos con eficiencia. Las caras baterías que se utilizan en los coches eléctricos quedan descartadas para ser usadas a gran escala y hay muy pocos sistemas más que permitan almacenar electricidad. Por eso, la alternativa más viable es convertirla en otro tipo de energía, la potencial, de mucho más fácil manejo y conservación.

El ejemplo más notorio es la central reversible de Aguayo, que consume de noche parte de la energía eléctrica que el país sigue produciendo y que no encuentra demanda, bombeándola desde un pantano inferior a otro superior para recuperarla de día cuando la demanda es mucho más alta, turbinándola al caer al vaso de origen como una hidroeléctrica más. Pero a ese sistema le empiezan a salir variantes que pueden aplicarse en Cantabria de forma pionera, como la central que Hidrocaleras se propone instalar en Castro Urdiales, que haría ese mismo proceso pero con agua de mar, y la que propone la multinacional británica Highview Power utilizando la compresión del aire, con un ciclo semejante: cuando hay excedentes de energía se utilizan para licuarlo, por presión, y cuando la demanda crece, se deja que el aire vuelva al estado gaseoso habitual, aprovechando su expansión para mover una turbina y generar, de nuevo, electricidad.

Cuando Repsol compró parte de los activos de Viesgo, incluyó las centrales verdes, entre ellas Aguayo, y un proyecto muy ambicioso de ampliación que Viesgo mantenía en el cajón desde hacía tiempo, porque exigía una inversión superior a los 600 millones de euros. Finalmente, la petrolera ha empezado a tramitarlo y permitirá que esa central alcance los 1.300 MW, más potencia que la mayoría de las centrales nucleares instaladas en España.

Eso significa que Cantabria podría seguir sin producir apenas energía, pero sí estaría en disposición de suministrarla al país en los momentos punta. Estas reservas resultarían muy útiles para mejorar la eficiencia del sistema eléctrico español y contribuirían a aplanar la curva de precios, al entrar en servicio cuando el precio de la energía empezara a dispararse, por lo general, en las horas centrales del día.

La cúpula de IDEC conoce Cantabria

Este cambio de modelo energético todavía puede resultar mucho más ambicioso si se concreta el interés por la región de la multinacional francesa IDEC, que busca un emplazamiento para su futura fábrica española de baterías.

La cúpula de IDEC, con su presidente, Patrice Lafargue, a la cabeza, viajó en enero a Cantabria para conocer in situ los planes de desarrollo de suelo industrial del Gobierno, y especialmente el proyecto del centro logístico de La Pasiega, en un encuentro con el presidente, Miguel Ángel Revilla, y el entonces consejero de Industria, Francisco Martín.

La cúpula de la multinacional francesa IDEC, con su presidente, Patrice Lafargue, a la cabeza, viajó en enero a Cantabria donde se reunión con el presidente regional. Al encuentro se sumó, por vía telemática, la presidenta del Banco Santander, Ana Botín, que prometió la financiación que pueda necesitar el proyecto.

La visita culminaba los contactos que el Gobierno cántabro mantiene con el grupo desde el pasado septiembre, cuando IDEC manifestó su interés por el futuro centro logístico de La Pasiega como posible ubicación para una fábrica de baterías de litio.

A pesar de que el proyecto de La Pasiega parece, por fin, encarrilado, el Gobierno cántabro se cubrió las espaldas ante la posibilidad de no tenerlo a tiempo y también mostró a la empresa otros espacios industriales que pudieran interesarles, como las instalaciones de Sniace o el polígono de Marina-Medio Cudeyo.

Una fábrica que podría llegar a los 9.000 empleos

La fábrica de baterías para coches eléctricos que pretende abrir la multinacional francesa tendría 3.000 trabajadores pero podría llegar a generar hasta 9.000 empleos a largo plazo, según los cálculos del presidente regional Miguel Ángel Revilla. De instalarse, también sería una magnífica noticia para la industria de la automoción española que, a pesar de ser el segundo fabricante de coches a nivel europeo, no dispone de ninguna factoría de ese tipo.

Las obras arrancarían en 2021, con la intención de que la fábrica esté en condiciones de producir en 2023, pero antes deberá disponer de un espacio de al menos 200 hectáreas, ya sea en La Pasiega o en otro lugar, puesto que el proyecto francés consta de un primer edificio de nada menos que 200.000 metros cuadrados y necesita una enorme reserva de suelo, ya que en una segunda fase está prevista una ampliación del espacio edificado en 500.000 metros cuadrados.

La intención de IDEC es producir baterías para los coches eléctricos que se fabriquen en España.

Al menos 50 hectáreas de las 200 que solicita IDEC  irán destinadas a proveedores auxiliares. La multinacional francesa también pide una conexión ferroviaria, un enlace con la autovía y un suministro energético anual de 900 MW, a ser posible procedentes de fuentes renovables.

Si las negociaciones cuajan y Cantabria es el lugar elegido (hay más candidatos), la región se convertiría en la punta de lanza de la nueva generación del automóvil a nivel español, la de los coches eléctricos, con la posibilidad de suministrar baterías a plantas cercanas, como la de SEAT en Martorell o las de PSA en Zaragoza y Vigo, donde se producen los Opel e-Corsa y Peugeot e-2008, respectivamente, además de poder abastecer a otras plantas del sur de Europa.

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