Y ahora, la burbuja eléctrica

No tenemos remedio. Hace solo diez años se produjo en España una burbuja en las energías renovables que dejó una factura eléctrica sobredimensionada para el ciudadano, que no tenía arte ni parte en el asunto, y a muchos promotores de parques fotovoltaicos en la ruina. Además, España pasó a tener más de 110.000 MW de generación eléctrica, cuando el consumo, en los picos máximos, no requiere más de 47.000, lo que ha supuesto dejar sin apenas actividad muchas costosísimas centrales de carbón y de ciclo combinado –un despilfarro que no se permitiría ningún otro país– bajo la teoría de que siempre hace falta tener cobertura de sobra, por los posibles imprevistos.

Dado que nadie más se plantea disponer del doble de capacidad eléctrica de la que realmente necesita, habrá que deducir que esos países son unos inconscientes o que nuestras eléctricas han creado una infraestructura absolutamente excesiva bajo la cobertura protectora del Estado, que en su día fijaba las tarifas en función de los costes (lo que no invitaba al ahorro en las empresas) aunque es cierto que España sigue sin tener suficientes líneas de conexión con Francia y esa condición de isla energética exige un plus de seguridad.

El problema viene de lejos, porque ya en los años 70 las grandes eléctricas llegaron a solicitar cerca de un centenar de centrales nucleares, cuyos proyectos decayeron al llegar la democracia y que, de haberse construido, estarían cubiertas de telarañas por la imposibilidad del mercado para encajar tanta energía. Más tarde, llegó la vorágine de los ciclos combinados que volvían a repetir los excesos. A pesar de quedarse muchos de ellos por el camino (tres en Cantabria, nada menos) se convirtieron en el nuevo lujo de un país derrochador que parecía necesitarlo todo por triplicado, porque durante años muchas de estas carísimas centrales apenas han funcionado unas pocas horas al día.

En estos momentos, hay solicitudes para instalar 144.000 MW, suficientes para duplicar toda la potencia existente

Es posible que los políticos lo alentasen pero el error era, obviamente, de las empresas y los inversores, que esperaban unos beneficios espectaculares que nunca llegaron. Y como nadie escarmienta en cabeza ajena (tampoco los directivos de las compañías), ahora llega una nueva burbuja, la de las renovables. El Plan Energético y del Clima hasta 2030 ha previsto que para esa fecha España cuente con 67.500 MW de estas energías, de los que 28.400 ya están implantados. Pues bien, el pasado 13 de abril se habían presentado solicitudes que suman nada menos que 116.400 MW, de los cuales 45.900 ya tenían permiso de conexión a las redes de transporte. Eso significa que, aunque se cortasen en este momento las peticiones, vamos a contar con, al menos, 144.000 MW en instalaciones renovables, lo suficiente para cubrir tres veces todas las necesidades eléctricas del país que, además, no lo olvidemos, tiene un amplio parque de centrales convencionales y nucleares y de saltos de agua.

Como nadie puede imaginar un negocio en el que los vendedores producen muchas veces más de lo que necesitan los compradores, incluso estimando las necesidades futuras, y la energía no se puede almacenar, es evidente que tantísimas solicitudes tienen más que ver con la especulación que con el interés real de sus promotores por producir energía limpia. Les basta poner el aval para el acceso y conexión a la red (40 euros por kilovatio) y, una vez obtenida la autorización, revenderla. Por ese motivo, Red Eléctrica de España, que además de ser la encargada de transportar la energía cuando se produzca gestiona los permisos de acceso, se está planteando endurecer las condiciones para tratar de evitar la nueva burbuja que se avecina, tanto si se construyen semejante número de parques eólicos y fotovoltaicos como si solo se quedan en el ámbito de la especulación de accesos.

España tiene que ir sustituyendo sus centrales convencionales (9.200 MW de carbón antes de 2030 y 7.700 MW de nuclear hasta 2035, en que cerrará el último reactor) y generará una energía mucho más compatible con el medio ambiente, pero una cosa es producir kilovatios verdes y otra producir nuevos problemas. Por el camino que vamos (y sería la tercera vez en este sector en pocas décadas) nos encontraremos con una nueva burbuja en lugar de un aprovechamiento racional de esos dos inmensos recursos que nos regala la naturaleza, el sol y el viento.

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