Una Cohorte que nos pone en la vanguardia científica

En muy pocas ocasiones, una comunidad como Cantabria puede tener la oportunidad de estar en la punta de lanza de la investigación o de la tecnología. Ocurrió en los siglos XVII y XVIII cuando se hicieron en Guarnizo los barcos de guerra más avanzados del mundo, y la posibilidad de repetirlo cada vez parece más escasa. Pero eso no significa que no exista, y para demostrarlo está la Cohorte Cantabria, uno de los mayores seguimientos de la salud de toda una población que se haya realizado nunca en el mundo.

Por dimensiones, por su cohesión social o por una cultura sanitaria más avanzada que en otros lugares, la región ha respondido de forma masiva hasta convertirse en un gran laboratorio experimental. Quizá no se corresponda con lo que solemos entender por laboratorio, un lugar cerrado con microscopios y probetas, pero lo es. Con más voluntad que medios y con unos impulsores que tienen que simultanearlo con sus ocupaciones ordinarias en Valdecilla, la Cohorte ha sobrepasado ya los 35.000 voluntarios y nadie duda ya de que se alcanzarán los 50.000 soñados. Un número que dará enorme solidez a cualquier investigación tanto sobre la salud en Cantabria (algo que de por sí ya nos resultaría de enorme interés para los que vivimos aquí) como para el resto del planeta, puesto que los millones de datos que se están obteniendo, una vez cruzados entre sí van a deparar una información valiosísima sobre las correlaciones de algunas enfermedades con el género, con entornos geográficos concretos (un valle, una zona industrial…) o con factores sociales como la educación, la renta disponible o la forma de vida.

Los datos obtenidos servirán como referencia para muchos estudios en todo el mundo y la región tendrá un hueco en la ciencia

Saber de qué enfermamos, cómo y con qué consecuencias es la forma de empezar a entender algunas dolencias y de combatirlas. No se trata de quitar valor a la ciencia pura sino de dárselo a la medicina de la evidencia, aquella que trabaja a partir de datos reales, y que ha deparado las certezas que han hecho avanzar la medicina. Cuando ni clínicos ni laboratorios conseguían resultados contra las enfermedades coronarias, la Cohorte creada en Framinghan, una ciudad estadounidense del tamaño de Torrelavega, fue capaz de dejar sentada para siempre la influencia, que hasta entonces se discutía, de factores como el tabaquismo, el sedentarismo o el elevado colesterol, lo que ha dado lugar a la mayoría de los tratamientos actuales.

No sabemos lo que podrán deparar los datos de la Cohorte Cantabria, con cinco veces más participantes, pero sí sabemos que, a medida que se vayan desvelando, van a servir como referente para muchas otras investigaciones en todo el mundo, y en todas ellas aparecerá el nombre de esta región, como aparece el de la ciudad de Framinghan. Y sabemos, también, que la explotación estadística de esos datos y la generación de algoritmos donde se establezcan las correlaciones puede empujar la mejora de los tratamientos fuera y dentro de la región, quizá no para los voluntarios que participan pero sí para sus descendientes. Pero tiene más derivadas positivas: es la forma de conseguir que las empresas tecnológicas locales participen en esas investigaciones y entren con ellas en un nuevo campo, el de la investigación sociosanitaria, de enorme futuro.

El acuerdo firmado por el clúster TERA, formado por empresas TIC, y la Cohorte Cantabria, es la oportunidad para que la comunidad autónoma se haga un hueco en este nicho de actividad investigadora para el que parece especialmente habilitada. Tenemos una población dispuesta a colaborar (algo que es casi imposible encontrar en otros lugares), investigadores de primer nivel decididos a sacarle partido científico y unas empresas que pueden aprovechar estas circunstancias para especializarse en un nicho de mercado con gran potencial. Es cierto que adolecemos de grandes laboratorios dispuestos a financiar estas investigaciones, pero quizá sea otra ventaja, porque es la oportunidad de que el Gobierno de Cantabria las apoye y que los resultados de la investigaciones estén al servicio de la ciencia y no al servicio exclusivo de quien lo financia.

Enfrascados en discutir a diario sobre las carencias de la comunidad, nos pasan desapercibidas aquellas fortalezas que sí tenemos y, en lugar de frustrarnos una y otra vez, deberíamos aprender a sacar más partido de estas ventajas objetivas. Y la Cohorte Cantabria es una oportunidad histórica si la sabemos aprovechar en sus muchísimas facetas: médicas, científicas y empresariales.

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