Se lleva el negro

En Bolsa se juega tanto al alza de un valor como a la baja, apostando a que va a descender la cotización. Por motivos que cuesta comprender, en el análisis diario de la información siempre se apuesta a la baja. Al reflejar el informe del BBVA para 2021, todos los titulares se han decantado por lo negativo: “Cantabria crecerá menos de lo esperado” cuando realmente nadie sabía muy bien cuánto era lo esperado. Nadie ha optado por otro más esperanzador que también aparece en el informe: “Cantabria fue la comunidad en la que menos cayó el PIB en 2020, según el BBVA”. Se ha creado la falsa sensación de que dar las noticias en positivo es hacer un periodismo complaciente y eso da lugar a una moda negativista que excita la ansiedad general de la sociedad. De esta forma, solo es noticia (y escándalo político) que el precio de la luz se dispare a comienzos de enero a máximos históricos y, en cambio, pase inadvertido que a finales de mes, con el vendaval, los precios de la generación han sido los más bajos de la historia.

Por razones que debería explica un psiquiatra o un sociólogo, todos los medios sabemos que venden más las noticias en negativo. Sin embargo, la gente solo compra pisos o crea empresas cuando piensa en el futuro con cierto optimismo. De hecho, ningún pesimista podría ser empresario, por definición, porque resultaría estúpido lanzarse a la piscina arriesgando el dinero si uno está convencido de que se ahogará.

Se resaltan los episodios negativos, pero lo cierto es que este año el PIB crecerá con fuerza y, sea el porcentaje que sea, esa tendencia marcará un cambio en el estado de opinión

Quizá estemos cociéndonos en nuestra propia salsa de pesimismo y desconfianza después de un año durísimo y nosotros mismos realimentemos la crisis. Afortunadamente, esa dinámica va a cambiar, por  la euforia que acompañará la reducción de casos a medida que haya más población vacunada y todos empecemos a estar convencidos de que nos encontramos a la puertas de recuperar la vida normal. Eso va a ocurrir mucho más rápido de lo que nos imaginamos, incluso en el caso de que no lleguen suficientes vacunas a Europa. Bastará que un país como Israel vacune a la mayoría de la población (algo que va a ocurrir en pocas semanas) y eso dé lugar a una drástica disminución de los contagios para que todos los demás saquemos la conclusión de que, un poco antes o un poco después, aquí pasará lo mismo. Por eso, no es tan malo que se nos hayan colado países con un volumen de población relativamente reducido, porque van a servir de espejo en el que mirarnos.

El segundo factor de recuperación no van a ser los fondos europeos, que probablemente no lleguen a las empresas antes de fin de año, y en un pequeño goteo. Será otro factor tan psicológico como la expectativa que generen las vacunas: el efecto tendencia. Si el éxito de la vacuna es, como ha dicho Ana Botín, la mejor política económica que pueda aplicarse en estos momentos, el cambio de tendencia económica hará el resto.

Se crezca en v, en l o a trompicones, lo cierto es que este año se va a crecer, y mucho. Puede que un 5 o un 6% decepcione cuando el anterior se ha perdido un 11% del PIB, pero hay que fijarse en las tendencias. Es evidente que ninguno de nosotros puede cambiar el horizonte pero sí podemos cambiar la perspectiva desde la que lo contemplamos. Si el ritmo de crecimiento es al menos del 5% estaremos en una disposición mental muy distinta a cuando bajábamos a esa cota y a otras muy inferiores el año pasado. El sentido de la flecha es bastante más importante que la altura a la que apunte, que va a depender de si se recupera todo el turismo extranjero o parte.

Habrá episodios tan desalentadores como los del suministro de vacunas o su reparto pero solo serán eso, episodios puntuales. Y no conviene volverse locos tratando de arreglar cada uno de ellos con más dinero, que parece la solución que algunos le encuentran a todo desde que comenzó la pandemia. Son lo que opinan que, si otros países pagan más por las vacunas y las obtienen antes, la UE debe bajarse los pantalones y hacer lo mismo, sin entrar a considerar que a) los contratos se cumplen, b) si pagamos más puede ocurrir que entremos en una espiral de chantajes, como ocurrió en abril con las mascarillas o los EPIs, porque otros contraofertarán y las farmacéuticas solo tendrán que sentarse a subastar sus viales hasta conseguir precios estratosféricos. Y c) la dignidad de las instituciones comunitarias exige que no cedan ante semejante atropello.

La vacuna, con todos sus entresijos comerciales, o el hecho insólito de que Vox haya apoyado al Gobierno en la gestión de los fondos europeos va a cambiar muchas cosas. Habrá confrontación política, pero en otros términos; habrá epidemia, pero relativamente controlada, por la progresiva extensión de la vacuna en todo el mundo y habrá euforia, porque la ha habido siempre que la humanidad sale de una crisis. No tiene sentido, por tanto, que sigamos empeñados en pintar el futuro de negro. No nos lo merecemos y no ocurrirá

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