Pactar está mal visto

En un informe del CDU alemán sobre España se afirma que en nuestro país “quien negocia pierde”. Por algún motivo que debiera analizarse, pactar tiene tan mala prensa que obliga a todo tipo de subterfugios y, por supuesto, a mentir, porque  es obvio que hay muchas situaciones en la vida de las que solo se sale transaccionando. Es posible que Ciudadanos no quiera pactar con Pedro Sánchez el 28 de abril, aunque los votos de ambos fuesen suficientes para formar un gobierno, pero es evidente que un mes más tarde no tendrán más remedio que hacerlo en miles de ayuntamientos y en varias comunidades autónomas donde solo será posible formar mayorías con la suma de ambos partidos. Es decir, que sí pactarán, lo que no está claro es cuándo ni dónde.

Lo que para los alemanes del partido de Merkel es una virtud, para los españoles es un demérito o una traición: Si el próximo 28 de mayo vuelve a salir una suma imposible de gobierno (lo que no sería tan raro) a nadie se le ocurriría proponer un pacto PSOE-PP, que podría desatascar el problema y, a la vez, resolver muchos asuntos de Estado que necesitan amplios consensos. El personal preferiría ir de nuevo a elecciones, a ver si probando suerte muchas veces sale un resultado distinto. Nadie parece recordar que estamos a punto de celebrar las terceras elecciones generales en cuatro años (lo que nunca habíamos visto) y que no habrán servido para mucho, como consecuencia del fraccionamiento electoral al que hemos llegado.

Un informe de los conservadores alemanes deja patente la mala prensa que tiene en España pactar

La falta de cultura de pactos no solo se da en la política. En la vida diaria hay miles de ejemplos, especialmente entre las empresas, que no crecen más por no ceder soberanía, convencidas de que es mejor ser pequeño y mandar mucho que ser más grande y tener que compartir la gestión. Casi todas las multinacionales extranjeras se han creado a base de integraciones. En España, no. Aquí, las pocas que han surgido han sido producto de un liderazgo personal arrollador.

Quizá con una política de pactos hubiésemos tenido más pero nunca hemos confiado en las teorías de los juegos, que de hecho, son de origen anglosajón. Frente a la posibilidad de que pactando todos ganen, nosotros tenemos más arraigada la idea de que cuando uno gana es porque otro pierde. Por tanto, pactar es contraproducente. Pero esta forma de entender la vida, que quizá pudo valer en el pasado, pierde validez a medida que el mundo se complica. Ahora es muy difícil que alguien, por sí mismo, cubra todos los flancos y, en esas condiciones, nuestra incapacidad metafísica para pactar es una mala noticia. Y no digamos en la política, donde quien gane las próximas elecciones apenas conseguirá un 20% de los votos y vamos a pasar a tener más de una docena de partidos representados en el Parlamento nacional.

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