(agosto) La nota de la PAU, una afrenta

Si en algún momento los periódicos se preciaban de tener columnistas de todas las tendencias, hoy los que tienen compiten por ver quién es más dogmático en la línea que marca el medio de comunicación. Así, cualquiera que repase los medios puede leer o escuchar cada día a docenas de opinadores sobre el mismo tema –casi siempre Pedro Sánchez– porque el único objetivo del periódico o la cadena de radio o televisión ha pasado a fidelizar a su cliente y para eso recurre a decirle lo que quiere oir. Sabe perfectamente que el seguidor del Madrid no compra el Marca el lunes si el domingo su equipo ha perdido. Al fundar su periódico, Anson inventó la marca-eslogan que define a la perfección esta filosofía, al establecer un click mental en el comprador que llega al kiosko: “Déme La Razón”.  

Para atraer a un lector que busca reafirmarse cada día en lo que cree, los medios se vuelven monotemáticos. Se ofrecen muchas piezas –sobre todo en internet, donde cabe todo– pero casi siempre sobre el mismo tema, que a su vez es reforzado por otras tantas columnas de opinión, y eso, en lugar de enriquecer el debate, lo está empobreciendo, porque hay una multitud de problemas que jamás se abordarán, a menos que se conviertan en un escándalo y solo serán escándalo si algún político puede rentabilizarlo. Sin embargo, que el hijo de una familia cualquiera no pueda acceder a la universidad porque en otras autonomías se regalan los sobresalientes es más escándalo para esa familia, y para muchas otras afectadas que los que acaparan la información diaria.

La política de inflar las notas de muchas autonomías cierra las puertas de la universidad a muchos estudiantes cántabros

Los gobiernos regionales, que tanto se soliviantan con el futuro reparto de la financiación autonómica, de los menas o de las obras, no han abierto la boca con la discriminación producida por las distintas varas de medir que se aplican en la PAU, y que va a condicionar el futuro profesional de muchos alumnos, entre ellos los cántabros, que tendrán muchas menos posibilidades de acceder a la Universidad que los andaluces, por ejemplo, por el desmadre en las calificaciones al que estamos asistiendo.

A poco de establecerse la Selectividad (ahora PAU), entrar en una facultad para iniciar una carrera dejó de ser un asunto de aprobarla o no, y pasó a  estar condicionado a la nota conseguida. Eso llevó a algunos centros privados a ser más generosos en las notas de Bachiller, que pondera en el resultado final, para que sus alumnos salieran algo más beneficiados a la hora de conseguir una plaza en la carrera que deseaban cursar. Esta política, que luego copiaron los centros públicos, se fue haciendo más notoria cuanto más restrictivo era el numerus clausus y más nota se requería para el acceso a las carreras, y solo así puede entenderse que en Cantabria este año los alumnos han llegado a la PAU con una nota media de Bachiller de nada menos que 7,61.

El pasado año, en una inusual muestra de sensatez, alguien pensó que una prueba eliminatoria, como la PAU, que no elimina a nadie (aprueba el 96%) no tiene mucho sentido y decidió endurecerla solo un poquito, de forma que en la última selectividad han aprobado en Cantabria ‘solo’ el 94,6% frente al casi 98% del anterior. La severidad se ha notado más en la nota media, que ha caído un punto y, aún así, la nota final se ha quedado en 6,41.

Esta decisión resultaría encomiable si todas las autonomías hubiesen endurecido en la misma medida las pruebas, pero la sensación es que no lo han hecho. Solo así puede explicarse que ahora los alumnos cántabros hayan quedado más de un punto por debajo de los andaluces, que han obtenido un 7,64 ¡de media! Debe ser estupendo tener una autonomía en la que todos los alumnos son de notable alto, pero sabemos que eso no es cierto, y que tradicionalmente los alumnos de Cantabria están mejor preparados que los de Andalucía, porque el Informe PISA y otras pruebas objetivas lo han demostrado reiteradamente. Sin embargo ahora, cuando pidan plaza en muchas facultades, los cántabros se quedarán sin ellas si acuden los de cualquiera de las muchas autonomías que siguen inflando las notas. En España hay un único distrito universitario y, por tanto, esa nota vale para todas las universidades públicas del país, de forma que si en Medicina de Cantabria se ofrecen 124 plazas y acuden a matricularse los de esas autonomías tan generosas en las notas (que lo hacen) tendrán muchas más probabilidades de quedárselas que los cántabros.

Se trata de un problema muy grave para las familias afectadas que, sin embargo, no suscita quejas de nuestro gobierno autonómico. Tampoco le parece un escándalo a nadie que en una prueba selectiva, como la PAU, se puedan alcanzar porcentajes de aprobados del 99,45%, como ocurrió el pasado año en Andalucía.

El PP, tan proclive a rechazar aquello que rompa “la unidad de mercado”, no se pronuncia sobre esta flagrante competencia desleal porque se enfrentaría a sus propias autonomías y lo que se está aceptando es una estafa que va a condicionar la vida profesional de muchos alumnos, entre ellos los 2.820 que se han presentado este año a la PAU en Cantabria y los que se examinarán en el futuro. Parte de ellos se encontrarán injustamente cerradas las puertas de la carrera que deseaban realizar o tendrán que buscarse un centro privado, por la única razón de que otras autonomías dopan más las notas que la nuestra.

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