Más miedo a la crisis que a los robos
Parecía que los comercios ya tenían bastante con el descenso de las ventas pero, en la creciente necesidad de encontrar gangas para poder llegar a fin de mes hay quien no se conforma con las rebajas –ni siquiera cuando alcanzan el 70%, como este año– y prefiere el descuento del 100% que supone no tener que pasar por caja.
Los robos premeditados o con violencia, aseguran desde la Federación de Comercio de Cantabria (Coercan) no han crecido especialmente, salvo en los comercios de Reinosa, por motivos ajenos a la crisis, como la existencia de bandas organizadas. Ahora bien, los comerciantes cada vez se quejan más del aumento de pequeños hurtos, sobre todo de productos alimenticios, textil y complementos. “La picaresca se ha acentuado en los últimos meses. Suelen ser personas que se llevan algo de la tienda mientras simulan que están mirando o comprando otra cosa de valor inferior”, explican.
Estos hurtos ocasionales u oportunistas parecen anecdóticos pero poco tienen de broma para los comercios españoles que, según un estudio realizado por la empresa Checkpoint a finales del año pasado, pierden por este concepto alrededor de 2.500 millones de euros al año, en otras palabras, el 1,3% de sus ventas.
Lo curioso es que, en tiempos de incertidumbre, los robos constituyen el menor de los problemas del comercio, de ahí que no demanden mayores medidas de seguridad o, incluso, que inviertan menos que antes en protegerse.
Este mismo estudio revela que más de la tercera parte de los productos sustraídos carecen de protección electrónica antirrobo, aunque de poco sirven este y otros métodos, como los seguros, la exposición en vitrinas, los cables de alarma o las cajas vacías, cuando quien se lleva la mercancía son los propios trabajadores –algo que ocurre en el 30% de los casos–, o desaparece por errores internos de los proveedores, que están comenzando a implantar sistemas de trazabilidad para localizar los productos a lo largo de la cadena de suministro.
En Cantabria, excepto algunos negocios de especial peligrosidad como las joyerías, solo dispone de sistemas de seguridad una quinta parte de los establecimientos que operan en el sector textil y de complementos. Hace tiempo que la patronal les aconseja que sean más generosos en este capítulo pero, a diferencia de las grandes superficies comerciales, mucho más conscientes de la necesidad de proteger su mercancía, los pequeños negocios no consideran prioritaria la seguridad porque “no creen que los robos les hagan demasiado daño y lo consideran un gasto que no van a recuperar”, dicen. En esta misma línea, el gerente de Sertec, Germán Sánchez, se muestra convencido de que “los comerciantes temen más los efectos de la crisis que a los robos”.
No son las únicas razones que explican la falta de correspondencia entre el aumento de los robos y el descenso en la inversión en vigilancia. El secretario de la Asociación de Empresarios de Seguridad de Cantabria, Javier Camargo, lo achaca a la desilusión que experimentan los comerciantes al descubrir que los equipos que han instalado no responden a sus expectativas. Detrás de esta circunstancia, dice, está la tendencia del mercado a vender “instalaciones tipo”, presuntamente útiles para todo el mundo, en lugar de asesorar a cada cliente sobre sus necesidades concretas de vigilancia: “La seguridad se está vendiendo como si fuera pret à porter y no como lo que realmente es, un traje a medida”.
Obras menos vigiladas
Entre los objetos de deseo de los amigos de lo ajeno no solo está la ropa o los alimentos, también el material que se almacena en las casetas de obra. Muchas construcciones llevan tiempo paralizadas por las dificultades económicas que atraviesan las promotoras y otras, como confirma el gerente de la delegación cántabra de la empresa de seguridad Coviar, Pedro Moro, han dejado de contratar a vigilantes, lo que ha creado un escenario propenso a este tipo de robos que suelen registrarse por la noche. El botín más perseguido son los cables de cobre, un material muy apreciado por su valor y por la facilidad para venderlo sin tener que identificar su procedencia.
2008 ha sido, en cualquier caso, uno de los años menos delictivos, si se echa mano de las estadísticas, al menos en Cantabria. Pero este tipo de hurtos, agravados por la crisis, han hecho que la región experimente un ligero repunte de la delincuencia respecto a 2007, sobre todo en los núcleos urbanos y en las viviendas de veraneo.
Tampoco en el mercado residencial se da una relación directa entre el aumento de la delincuencia y las medidas dirigidas a erradicarla, aunque hay señales de una mayor preocupación por la seguridad. El cliente ya no espera a que su vivienda esté terminada para instalar cámaras, alarmas y otros equipos de vigilancia sino que lo hace al mismo tiempo que otras infraestructuras básicas como la luz o el agua. Pero eso no significa que se estén instalando más sistemas que antes, ya que todos los profesionales consultados coinciden en señalar que las inversiones en seguridad están paralizadas desde que comenzó el año, y especialmente en el ámbito industrial.
Empresas que se dedican a instalar sistemas de seguridad en grandes complejos industriales, como la ingeniería Enyca, se muestran tranquilas porque piensan que el mercado de la seguridad va a resultar menos afectado que otros por el revés económico y que la demanda seguirá creciendo, si no este año, en los venideros.
Menos confiadas están las compañías de seguridad privada. El gerente de la delegación cántabra de Coviar, Pedro Moro, confirma que muchas instituciones han dejado de contratar a vigilantes para cubrir eventos ocasionales como ferias o congresos. Sin embargo, el sector vuelve a atraer a quienes buscan una salida laboral, a lo que también ha contribuido la abundancia de convocatorias de exámenes para acceder a la profesión. Hasta el mes de junio del año pasado a las empresas de seguridad les costaba encontrar candidatos; ahora reciben una media de diez currículos diarios.
Al enfriamiento de la demanda se suma la desconfianza de las empresas de seguridad hacia el cliente que contrata sus servicios, que les ha llevado a ser más exigentes. En la práctica, este recelo se traduce en no aceptar trabajos que no vengan acompañados de un informe previo de solvencia o que conlleven un retraso en los pagos.
Boom de la videovigilancia
En los últimos años se ha producido una fortísima demanda de sistemas de videovigilancia y detección de intrusiones. El problema, advierten desde la asociación sectorial, es la competencia de ciertos gremios, como informáticos o electricistas, que saben instalar cámaras de seguridad pero no siempre cumplen con las exigencias de la Ley de Protección de Datos Personales ni con el preceptivo control policial, necesario para que las imágenes captadas por un circuito cerrado de televisión puedan ser aprovechadas en caso de robo o acto delictivo: “El cliente ha de ser consciente de los riesgos que corre”, dice Javier Camargo, ya que “cualquiera puede instalar cámaras pero hay cosas que sólo puede hacer una empresa de seguridad”.
Los avances tecnológicos plantean nuevas oportunidades de negocio con largo recorrido en nuestra región. El gerente de Enyca, José María Heras cita la tecnología de identificación biométrica de personas y vehículos, que acabará por sustituir a las tarjetas de banda magnética o de proximidad. Estas técnicas, basadas en el reconocimiento de características físicas como el iris de los ojos o algunos otros rasgos faciales, todavía están más cerca de la ciencia ficción que de la realidad, pero ya se utilizan para leer placas de matrícula o controlar los accesos mediante las huellas dactilares.
La segunda gran tendencia de futuro que señala Heras es el llamado análisis inteligente del vídeo, que no solo capta imágenes sino que también las analiza para obtener el máximo rendimiento de ellas. Sus aplicaciones son tan variadas como las necesidades de vigilancia que tenga la empresa, y pueden servir para valorar los riesgos de una mochila abandonada, la cercanía de una persona u objeto a una valla de seguridad, etc.
Las ventas podrán descender pero lo que no se reducirá es la capacidad de innovación de este sector, un factor inherente al mundo de la seguridad e imprescindible para su desarrollo.