El ordenador de la acusada del crimen de Castro tenía clave de acceso y no estaba ‘anotada’

El ordenador de la vivienda en la que la acusada de decapitar a su pareja en Castro Urdiales, Carmen Merino, convivía con la víctima, Jesús María Baranda, en el que se encontraron búsquedas ‘sospechosas’ estaba a nombre de ella así como también la cuenta principal del usuario, y precisaba clave de acceso -identificación del usuario-, clave que no estaba «anotada» junto al equipo.

Además, en el domicilio había un portátil, cuyo sistema operativo fue reinstalado (operación que entre otras consecuencias conlleva la pérdida de información) a las 11.35 horas del 12 de abril de 2019, esto es, tres días después de denunciarse la desaparición del hombre (aunque familiares y amigos le vieron por última vez en febrero). Su cráneo fue hallado en septiembre, dentro de un paquete que la procesada habría entregado meses atrás a una amiga para que se lo guardase alegando que contenía juguetes sexuales.

En la sexta sesión del juicio con jurado contra Merino, que continúa esta semana en la Audiencia Provincial de Cantabria y que se enfrenta a 25 años por asesinato que pide el fiscal, han comparecido los agentes encargados de la pericial informática y los que llevaron a cabo la inspección ocular del domicilio de la pareja (calle Padre Basabe 12 de la localidad) y de los restos óseos (hallados en casa de la amiga, pero inspeccionados en el cuartel de la Guardia Civil).

También han declarado las peritos que analizaron muestras de la acusada (orina y cabello) y en tejidos de la calavera, que dieron positivo en ‘Diazepam’, pero sin poder determinar en qué cantidad y, por tanto, los efectos provocados.

CUÁNTO TARDA EN DESCOMPONERSE UN CADÁVER O DESATASCAR UNA MOTOSIERRA

Los primeros han declarado por videoconferencia y han explicado que el ordenador con búsquedas ‘sospechosas’ realizadas antes y supuestamente después del crimen y que estarían relacionadas con los hechos, se hicieron en un ordenador que requería contraseña y que no estaba apuntaba y a la vista (en contra de lo que dijo la acusada, que apuntó a su amiga al asegurar que accedía al piso y al equipo).

Estos efectivos han corroborado ante la Sala de la Sección Tercera de la AP frases introducidas en buscadores en este ordenador de sobremesa (un iMac de Apple). Entre los resultados etiquetados figuran ‘cuánto tiempo tarda en descomponerse un cuerpo’, escrito en ‘Google’ el 10 de noviembre de 2018 a las 12.58 horas.

También se buscó en ese aparato en otra fecha distinta ‘si mi marido desaparece, ¿sigo cobrando la pensión’ (Merino y Baranda eran novios, pero no estaban casados ni eran paraje de hecho) o ‘comprar motosierra eléctrica’, realizada ya en 2019, el día 18 de febrero.

En relación con lo anterior, y en historial de navegación que fue eliminado y posteriormente recuperado, los expertos informáticos encontraron (esta vez en el canal de vídeos ‘YouTube’) ‘cómo montar una motosierra nueva’, y también ‘cómo desatascar’ dicha herramienta, a las seis de la madrugada del 26 de febrero.

Y a esa hora, en concreto a las 6.07 horas, hallaron la búsqueda ‘embrague y bomba de aceite de motosierra: cómo desmontar, ver fallos’, según han expuesto ante los miembros del tribunal encargado de enjuiciar los hechos.

Los efectivos, ingenieros de formación que prestan su labor en el servicio de Criminalística de la Guardia Civil, han aludido además a preguntas de las partes a direcciones de cuentas de correo y contraseñas que estaban «anotadas» en ‘post-it’ de color amarillo, detallando que accedieron solo a una de ellas, pues las otras claves apuntadas «no eran correctas».

INSPECCIÓN OCULAR DEL PISO DE LA PAREJA Y DEL CRÁNEO EN EL CUARTEL

Sus compañeros encargados de la inspección ocular del dúplex donde vivían Merino, sevillana de 64 años, y Baranda, banquero vizcaíno jubilado que tenía 67 cuando despareció, han indicado que había tres ordenadores, el de sobremesa, el portátil y un iPad, así como otros tantos post-it, distintos, pegados uno encima de otro y que estaban en una de las habitaciones de la planta superior.

No apreciaron nada extraño en la vivienda, como muebles cambiados de sitio o una motosierra -«no la vimos», han dicho-, ni tampoco manchas llamativas en paredes, suelos o techos.

Y aunque emplearon luz forense -se usa para detectar evidencias que los ojos de los investigadores no pueden percibir a simple vista- en una de las habitaciones, el resultado fue negativo.

En cuanto a la inspección del cráneo, han aclarado a preguntas de los miembros del jurado que la llevaron a cabo en el cuartel de Castro Urdiales porque había sido trasladado allí y nadie les requirió para ir al domicilio donde se produjo el macabro hallazgo. «Nosotros vamos donde nos dicen», han zanjado.

En su informe constan imágenes de los objetos que supuestamente envolvían la cabeza humana -bolsas de basura, un neceser, papel de regalo y de periódico-, pero las fotografías fueron tomadas en dependencias de la Benemérita y el orden de esos elementos se corresponde con el que ellos vieron allí, no en la vivienda.

De la hoja con un crucigrama o autodefinido han explicado que estaba arrugada, pero que la estiraron o alisaron para dejar constancia de que dicho pasatiempo estaba escrito y cumplimentado.

RESTOS DE DIAZEPAM, PERO SIN DETERMINAR LA CANTIDAD

En la sexta sesión de la vista oral, prevista hasta este viernes, con la deliberación y veredicto del jurado, también se han practicado las periciales toxicóligica y químico-toxicológica a la acusada (en muestras de orina y cabellos) y al cráneo (a partir del análisis de tejidos blandos).

En las primeras apreciaron la presencia de Diazepam, fármaco ansiolítico «muy común en la población», y un metabolito de un antidepresivo igualmente «muy corriente» para combatir estados depresivos y que suelen recetar los médicos especialistas.

Y en los cabellos analizados, de diferente longitud -anterior y posterior a cortarse el pelo- no se detectó el consumo «crónico» de drogas. Por lo demás, no se practicaron pruebas sobre detección de ingesta de alcohol, han apuntado las farmacéuticas.

En cuanto a las cuatro muestras remitidas de las pocas partes blandas que conservaba la calavera -tejido muscular o adiposo, que no son las «matrices convencionales» para este tipo de análisis-, las expertas hallaron en todas Diazepam y en dos de ellas también sus metabolitos.

Han precisado que el estudio fue «muy dificultoso» dadas las pequeñas cantidades de materia blanda que había y lo «degradadas» que estaban, con la presencia de moho y microorganismos, por el tiempo transcurrido y la manipulación a la que fue sometida el cráneo (fuente térmica y de cocción, según los forenses).

Aún así, detectaron la presencia de dicho fármaco -un pico «considerable», «por encima de los límites» de cuantificación establecidos-, pero sin poder determinar la cantidad, ni si fue un consumo único o formaba parte de un tratamiento médico.

El juicio continúa este martes, a partir de las diez de la mañana, con tres pruebas periciales más: dos de técnica policial y una de geolocalización.

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