Nada es como parece
¿HASTA DONDE LLEGA LA CORRUPCION? En EE UU ha quedado seriamente en cuestión la moralidad de muchos ejecutivos, a la vista de la catarata de escándalos financieros. Pero la editorial Bloomsbury, muy conocida en el mundo económico, ha querido llegar más lejos y saber si la cultura de la corrupción es un problema ligado al sector dirigente o se ha instalado en el conjunto de la sociedad, y ha encuestado a trabajadores corrientes sobre su actitud ante asuntos de dudosa moralidad, como destruir documentos o mentir si se lo pide su jefe. Los resultados son los que cabía esperar (la mayoría no tiene ningún reparo) pero ha habido un dato que ha sorprendido a los propios encuestadores. A la pregunta de si se acostaría con su jefe para conseguir una mejora, y descartando al colectivo de mayor edad por razones obvias, más del 50% contestó que podría considerarlo. Está claro, pues, hasta donde ha llegado el problema, al menos en EE UU, y que la corrupción no es un virus que afecte exclusivamente a los políticos o a los ejecutivos, sino que encuentra muchas otras vocaciones, cada uno en la medida de sus posibilidades.
LAS PROPIAS CULPAS.- El ritmo de gasto público en los fármacos sigue creciendo por encima de los dos dígitos a pesar del famoso medicamentazo. Las razones son difíciles de entender pero más aún que las administraciones públicas ni siquiera sean capaces de conseguir que sus facultativos receten medicamentos genéricos, más baratos y con la misma eficacia. Su cuota de mercado se ha estancado en el 3,4%, y es cinco veces inferior a la media europea, a pesar de la aparición de un sinfín de especialidades en el último año.
UN TRIBUNAL PEREZOSO.- El Tribunal de Cuentas da a conocer ahora su informe sobre la gestión de los fondos de la Fundación Forcem, formada por sindicatos y patronales, entre 1996 y 1998, con un notorio escándalo, puesto que aparecen irregularidades de todo tipo en el uso de los cuantiosos fondos para formación. El asunto es grave, aunque de eso era consciente todo el mundo mucho antes que los inspectores del Tribunal, pero tan grave como eso es que a estas alturas del 2002 se esté presentando la fiscalización de 1996. El Tribunal está para evitar que se produzcan este tipo de irregularidades con el dinero público y si actúa con tanta distancia en el tiempo, su utilidad es prácticamente nula, dado que se puede dar por seguro que lo ocurrido en 1996 ha seguido pasando año tras año hasta ahora.
EL IMPUESTO DE ROBIN HOOD.- ¿Recuerdan nuestro comentario del mes anterior, en el que la reforma del IAE se calificaba como la política de Robin Hood? Pues parece que el presidente de la patronal, José María Cuevas, ha recogido la metáfora, porque en su estruendosa comparecencia para arremeter contra las últimas reformas del Gobierno ha calificado el nuevo IAE como el Impuesto de Robin Hood, “porque va a cargar sobre el resto de las empresas lo que suprimirá a los autónomos y a otras pequeñas sociedades”. Para no perjudicar a nadie, parece que lo más sencillo hubiese sido deducir el IAE del Impuesto de Sociedades, pero en ese caso, el pagador hubiese sido el Estado, poco dispuesto, como se ve, a hacer los favores con su propio dinero.
LA REVOLUCION SILENCIOSA.- ¿Qué valoran los jefes españoles de sus empleados? Pues al parecer, que no sean conformistas. El ordeno y mando ya no es un síntoma de eficacia. En un reciente estudio realizado entre directivos de las grandes empresas casi un 60% se decanta por trabajadores dispuestos a discrepar, siempre que aporten ideas, mientras que sólo un 5% exige que no sean reivindicativos o que trabajen más horas de las pactadas. Y es que el perfil del trabajador ideal ha dejado de ser el de un subordinado para convertirse en el de un colaborador, con iniciativa y con sentido de la responsabilidad. Como se ve, toda una revolución en el mundo del trabajo que está pasando demasiado desapercibida para los sociólogos e, incluso, para los sindicatos.
LAS PENSIONES PRIVADAS NO CUAJAN.- El Banco Central Europeo ha insistido en la misma idea que el Fondo Monetario Internacional o la OCDE: en España no cuajan los planes de pensiones privados por la “excesiva” generosidad y obligatoriedad del sistema público. Aunque los sesudos analistas hayan descubierto la pólvora, no parece un buen momento para recordarlo, porque el ahorrador español acaba de comprobar con sus planes de pensiones privados lo que puede ocurrir con un sistema de capitalización: que se corren muchos más riesgos de los que anunciaban los expertos. Y, en cambio, a pesar de todos los cantos de sirena, las pensiones públicas no fallan. Con esta evidencia, el Gobierno no lo tendrá fácil para convencer a la opinión pública de la conveniencia de liberalizar las pensiones.