Álvaro Zubieta. FOTOGRAFIA ZUBIETA:

Fotografía Zubieta es todo un clásico en Santander. Nada más ni nada menos que 106 años de existencia. Un negocio de varias generaciones cuyo testigo recogió Álvaro Zubieta a los 18 años. Enamorado del revelado, reconoce que las nuevas tecnologías le pillaron en fuera de juego. Afortunadamente para él, sus hijos están al día y llevan la tienda “de maravilla”. A los comerciantes, un solo consejo, un vaticinio y un halo de esperanza: “No caigamos en la depresión porque si sabemos sufrir un par de años más, saldremos adelante”.

P.- Recientemente, ha recibido un premio por los 106 años de trayectoria de su negocio. ¿Qué se le pasó por la cabeza?
R.- Me hizo mucha ilusión la concesión del premio por parte del Ayuntamiento de Santander. Pensé en que mis antepasados se hubieran sentido muy orgullosos por este galardón.

P.- Obviamente, su negocio ha pasado por muchas etapas en tantos años…
R.- La tienda fue fundada en 1905 por mi abuelo Pedro Zubieta. En 1915, cogió el relevo mi padre Álvaro Zubieta. En aquella época, el negocio era mixto y contaba con varias líneas de negocio: fotografía, droguería y bellas artes. Teníamos como clientes a grandes pintores como Riancho, Gutiérrez-Solana, Pancho Cossío o Ángel de la Hoz. Mi padre participó con Cossío en la fundación del Racing. Aquel momento era el de los principios fotográficos en los que primaban las placas de cristal, y los estudios –muchos de ellos italianos– vivían del retrato de las familias, de las comuniones y de las bodas. Posteriormente, vinieron los minuteros, que hacían fotos al instante y, posteriormente, los leikistas, que utilizaban películas de 35 milímetros y que después de la Guerra Civil sufrieron penurias para conseguir el material. Sentíamos cariño por esos profesionales y los ayudamos en lo que pudimos. El 90% de los fotógrafos de aquella época pasaron por Zubieta. Incluso nos llamaban ‘El Santuario de la fotografía’.

P.- En todo este tiempo han pasado desde los procesos fotográficos más antiguos a los digitales. ¿Qué se ha perdido por el camino?
R.- Se ha perdido la fotografía analógica –y es una pena, porque a mí me encantaba– y el revelado en blanco y negro. Lo digital nos ha perjudicado mucho porque ahora se vende un material al cliente y el cliente desaparece. Antes, no era así. Volvían una y otra vez al negocio. Reconozco que las nuevas tecnologías me han cogido en fuera de juego; me parecía raro lo de los píxeles; las tarjetas… Afortunadamente, mis hijos lo han cogido a tiempo y están muy preparados, porque han hecho cursos de especialización en Barcelona.
Yo, que llevo 60 años en el negocio, he conocido tiempos buenos, malos y regulares. La mejor época fue entre los años 60 y el 75. El comercio floreció y había trabajo para todos. A partir de entonces, todo se complicó con la llegada de las grandes superficies y, en especial, con la de El Corte Inglés, que fue cuando empezamos a sufrir. Luego, la implantación de las multinacionales en El Alisal ya ha supuesto la ruina total. De todos modos, quiero recomendarles a mis colegas comerciantes que no entremos en la depresión. Creo que nos quedan por sufrir dos años más y luego saldremos adelante.

P.-¿Quedan nostálgicos que les pidan carretes o revelados?
R.- Sí. Quedan nostálgicos de los carretes y no quieren cambiar. Tengo varios clientes de esos.

P.-Ahora, sin embargo, se vive el éxtasis de los megapíxeles. ¿Dónde está el límite?
R.- No hay límite. La verdad es que este asunto me tiene negro. Cámaras de 18-20 megapíxeles; tarjetas de dos millones de megas…

P.- Por si fuera poco, hasta los móviles hacen fotos…
R.- Sí. Y es que además algunos las hacen de altísima resolución. Es muy difícil competir.

P.- ¿Qué tal fotógrafo es usted?
R.- Siempre he estado en el laboratorio. Cuando trabajaba, llegaba a revelar 50-60 rollos al día y, de vez en cuando, ayudaba a mi padre en las fotos que hacía de personajes y de paisajes de Cantabria.
P.- ¿Sirven para algo las iniciativas públicas para revitalizar el comercio tradicional?
R.- Todo lo que sea revitalizar el centro urbano me parece fantástico, pero es muy difícil que resurja.

P.- ¿Y la insistencia de las instituciones y algunos comerciantes en que las tiendas se abran los sábados por la tarde?
R.- Los sábados por la tarde no se hace caja y si abrimos perdemos dinero. La realidad es que los clientes se van a los centros comerciales.

P.- ¿Les favorece estar en la Plaza de Pombo, una calle con tanto tránsito de personas?
R.- Sí, me siento un privilegiado. Tenemos una ubicación comercial muy buena, en una calle peatonal y con la Plaza de Pombo enfrente. No obstante, existen puntos muertos en las esquinas. Si en vez de estar ocupadas por bancos fuesen comercios, le darían más vida a la zona. Además, sería deseable una mayor actividad cultural en la Plaza de Pombo, que está un poco muerta.

P.- Durante muchos años, su tienda también estuvo llena de cuadros para enmarcar, lienzos, materiales de dibujo y pintura… Entonces daba la impresión de que en Santander había un pintor en cada casa.
R.- Desgraciadamente, hemos suprimido todo lo relacionado con las bellas artes. Me llevé un gran disgusto por ello, pero mis hijos dicen que hay que especializarse únicamente en la fotografía digital y en la venta de marcos. Además, antes teníamos más espacio en la tienda pero en los años 90 perdimos sitio y todo lo relativo a las manualidades ocupaba mucho.

P.- ¿Cuando los vientos soplan en contra, el comerciante se plantea cerrar el negocio y vivir de las rentas?
R.- No. Ha sido mi vida y eso que he tenido ofertas de bancos, pero no lo alquilaría ni aunque me dieran dos mil millones. Afortunadamente, están dos hijos míos al frente del negocio, que representan la cuarta generación, y ojalá mis nietos cojan el negocio después.

P.- ¿Cuáles son los mayores desafíos a los que se van a enfrentar: Internet, los centros comerciales, los cambios tecnológicos…?
R.- Internet es un demonio y ha sido la muerte para nosotros. Viene cualquier cliente y tiene más información que nosotros mismos. En la tienda compramos algo y a los cuatro meses tenemos que cambiarlo, con el consiguiente coste económico. No obstante, tenemos nuestra propia página web y la actualizamos constantemente. Hay que estar al día. No queda otra para sobrevivir.

P.- Lo que parece claro es que tiene el relevo asegurado. Da la impresión que la mejor forma de subsistir es que las familias se arropen en la empresa.
R.- Estoy orgulloso de mis dos hijos: Álvaro y Juan José. Han realizado cursos de especialización y llevan muy bien la tienda.

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