Cómo frenar una locomotora

El peso que tiene el sector de la construcción en la economía cántabra se ha duplicado en los últimos trece años. En 1995 suponía el 6,5% del Producto Interior Bruto (PIB) y en 2007 era ya el 12,6%, según datos de la Contabilidad Regional. Pero ¿cuál será su peso futuro, el de antes o el de ahora? Si la cuestión se hubiese planteado hace unos meses, casi todas las respuestas hubiesen sostenido, con mucho fundamento, que el porcentaje debería estar más cerca del 12 que del 6. En estos momentos, ya nadie puede asegurar que no vuelva al 6% por muchos años.
La obra privada se ha hundido y la obra pública, aunque se sostiene, con un notable esfuerzo de las Administraciones públicas e, incluso, crece ligeramente, irá a menos en un futuro muy próximo. Las aspiraciones históricas de la región, como el puerto de Santander, el aeropuerto, los accesos a la Meseta y el eje del Cantábrico por fin han quedado satisfechas. Otras obras igual de necesarias y costosas, aunque menos demandadas, como los saneamientos integrales de las cuencas, también dan las últimas bocanadas; la Ronda de la Bahía se concluirá en el 2010 y en el Hospital Valdecilla se ha realizado ya la mayor parte de una inversión que, cuando concluya, se va a acercar a los 300 millones de euros (50.000 millones de pesetas).
Una vez cubiertas estas necesidades históricas, no hay grandes iniciativas en el horizonte para garantizar un nivel de actividad semejante, a excepción de la autopista de peaje Dos Mares y el tendido del AVE, si finalmente llega hasta Cantabria. Pero antes o después, el protagonismo que han tenido las grandes obras se va a acabar, aunque aún queda un cierto margen para irse adaptando. Afortunadamente, en los Presupuestos Generales del Estado para 2009 la inversión del Ministerio de Fomento no sólo no disminuye, sino que tiene un pequeño incremento y hay consignada una partida para el estudio informativo de la Autopista Dos Mares, la primera de peaje que se construiría en Cantabria, además de 50 millones de euros para el tramo de vía férrea Palencia-Alar del Rey, lo que invita a un cierto optimismo sobre la continuidad de la línea del Tren de Alta Velocidad (TAV) hasta Cantabria y, con ello, varios años más de fuertes inversiones.
El Gobierno cántabro también va a elevar ligeramente su nivel de gasto en infraestructuras, pasando de 363 millones a 373, si bien tiene previsto movilizar otros 546 millones más a través de la financiación estructurada. Son obras que anticipa el sector privado a cambio de un compromiso de uso a largo plazo por parte del Gobierno que, en lugar de pagar toda la inversión de una vez, como en las obras que promueve, podrá hacerlo a través de cánones anuales, como una especie de alquiler. Así podrá estirar el Presupuesto para que alcance también a obras como el Hospital de Reinosa, las mejoras en los puertos regionales, los nuevos edificios administrativos, el suelo industrial o la rehabilitación del Seminario Mayor de Comillas.
Como se ve, de los 1.527 millones de euros que las administraciones públicas van a movilizar el próximo año para inversiones a realizar en la región (sin contar la parte de los ayuntamientos, cada vez más escuálida) buena parte procederán de endeudamiento (el Gobierno regional asumirá 145,6 millones) o de la financiación privada, una receta muy efectiva para mantener la actividad pero que no puede consolidarse en el tiempo.
A pesar de este esfuerzo, las administraciones públicas sólo podrán compensar en parte la caída de la actividad en la construcción, tras el hundimiento de la inversión privada en el ámbito inmobiliario, así que este rosario de actuaciones hay que entenderlo como una pequeña tregua para que este sobredimensionado sector tenga un pequeño margen de tiempo para adaptarse a una nueva realidad más modesta.
No será fácil, ni para las empresas ni para los trabajadores afectados, que tienen una recolocación difícil en otros oficios. Tampoco hay sectores que puedan compensar la actividad que perderá el sector constructor al paralizarse la demanda privada. A medida que crecía la construcción, se producía una reducción del peso relativo del sector industrial, que ha pasado de suponer el 21,8% del PIB de la región en 1995 al 18,7% en 2007. Al sector primario le ha ido aún peor, ya que ha reducido su aportación del 4,8% al 2,9%. La fortísima evolución de la construcción hizo perder cuota incluso a los servicios, que pasaron de representar el 59,0% del PIB regional al 55,4%.
El régimen de funcionamiento de la construcción ha sido tan acelerado que, del año 2000 a 2007, su valor añadido, a precio de mercado, pasó de 713,7 millones de euros a 1.674.
Sustituir esa aportación no resultará nada fácil, pero, en realidad, el problema es mucho mayor, ya que el sector de la construcción implica a muchos otros. Por ejemplo, ha sido una palanca espectacular para las actividades de intermediación inmobiliaria, que en las estadísticas se imputan dentro de los servicios. Entre 2000 y 2006, las inmobiliarias duplicaron su presencia en locales y empleados y el volumen de su negocio se quintuplicó.
De las 16.129 viviendas construidas o rehabilitadas del año 2000 se pasó a las 24.210 de 2007 y, a medida que aumentaba la tarta, crecía también en el número de empresas dedicadas a la construcción. En el 2000 había 5.063 y en 2005 eran ya 6.279, a razón de 240 nuevas por año. El número de empleados evolucionó en consonancia, desde los 28.553 del año 2000 hasta los 36.030 del año 2005.

Fuerte aumento de la licitación en el primer semestre

Los datos disponibles indican que la licitación oficial realizada en la región entre enero y julio ha ascendido a 286 millones de euros, con un aumento del 30,8% respecto al mismo periodo del año anterior, muy superior al que se produjo en el conjunto de España, donde el incremento fue del 4,4%.
El impulso llegó de manos del Gobierno regional que se ha apresurado a hacer muchas adjudicaciones en los primeros meses del año, un ritmo que difícilmente podrá mantener.
Curiosamente, esta positiva evolución de la cuantía de las obras sacadas a licitación se contradice con un espectacular descenso del 52% en el número. Es decir que están desapareciendo las pequeñas obras, muchas de ellas encargadas por los ayuntamientos cuya situación financiera es absolutamente desesperada. Hay que tener en cuenta, también, que 2007 fue un año de elecciones municipales y eso produce un aluvión de pequeñas obras municipales de última hora que no se repiten hasta el final de la legislatura siguiente.

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