El Centro Botín empieza a mostrar su aspecto definitivo

Año y medio después de la primera fecha aventurada por la constructora para finalizar la obra, el Centro Botín dista mucho de estar acabado, pero está viviendo un importante impulso. Aunque los responsables se niegan a concretar plazos y únicamente hablan de “calidad”, la piel de sapo cerámica que envuelve el edificio oeste está casi acabada y, aunque ambos volúmenes avanzan a diferente ritmo, no queda mucho para que ofrezcan a la ciudad su contorno definitivo, a lo que contribuirán unos jardines recrecidos que se acercan cada vez más a las edificaciones. No obstante, quedan trabajos importantes, como la colocación de los muros cortina de vidrio que cierran tanto los frentes que dan al mar como los que miran al Paseo de Pereda. Unas gigantescas ventanas con piezas de vidrio que en algunos casos llegan a los cinco metros de altura y a los 500 kilos de peso, que ofrecerán unas panorámicas muy llamativas.
Estas fachadas acristaladas son más complejas de lo que pudiera parecer, ya que en unos casos se busca la extraluminosidad de los cristales (en las que dan al Paseo de Pereda) y en otros la regulación de esa misma luz diurna, para evitar que afecten a las exposiciones, con estores automatizados y otros sistemas de oscurecimiento.
Precisamente estas fachadas han sido la penúltima causa de los retrasos, hasta dar lugar a la rescisión de la empresa inicialmente contratada, pero el edificio acumula otras muchas incidencias que en buena parte han sido originadas por la inconcreción de los planos firmados por Renzo Piano. A pesar de su fama mundial incontestable, el arquitecto italiano no suele dejar cerrados sus proyectos y prefiere escuchar propuestas de los participantes en cada fase de la obra, a los que no duda en pedir soluciones para los detalles o los problemas técnicos que van surgiendo. Esa falta de concreción ya dio lugar a un conflicto inicial muy serio con toda la estructura metálica, aportada por una empresa manchega, que no se correspondía con las medidas reales del edificio. Después de valorarse la posibilidad de rehacer las piezas de este gigantesco mecano, se optó por encargar a una empresa local acortarlas o alargarlas, en función de las medidas exactas.
Los problemas de la cobertura cerámica utilizada por Santiago Calatrava en el Palacio de las Artes de Valencia también obligaron a repensar la cubierta, para comprobar cómo se comportaría ante las condiciones climáticas. Tras muchas semanas se decidió que las piezas de cerámica nacarada fuesen atornilladas a unas bandejas metálicas que son las que realmente cuelgan de la carcasa del edificio. Un trabajo muy notable si se tiene en cuenta que sólo en el volumen Oeste ya han sido colocadas 86.660 piezas (4.333 bandejas).
Estas cerámicas semiesféricas son las que van a dar un relieve muy especial y casi orgánico al Centro, además de reflejar las ondas de luz que desprenden las aguas de la bahía, un efecto que da una cierta sensación de movimiento a los bajos del edificio.
Los interiores son espectacularmente grandes, sobre todo las salas de exposiciones del volumen Oeste. Contribuyen a esa grandiosidad el ser diáfanos y las enormes cristaleras que cierran los extremos y hacen que la vista se pierda en el horizonte. En el edificio Este, sensiblemente más pequeño, los espacios serán más recogidos, aunque dispondrá de un auditorio con capacidad para 200 personas y lugares donde cualquiera podrá sentarse a admirar la Bahía, con paños de vidrio retráctiles preparados para poder abrirse completamente durante el verano.
En el sótano se encuentran las dependencias administrativas y las cocinas de la cafetería-restaurante que habrá en la planta baja.
A cambio de utilizar este espacio del suelo de los muelles, el proyecto convierte en público el primer nivel del voladizo sobre el mar –lo que denomina Plaza de Arriba– y una serie de pasarelas a seis metros de altura sobre la Bahía, que aún no se han instalado.