El cable de cobre ya no estira más
La aparición de la tecnología ADSL, que permitió a las grandes operadoras telefónicas reaprovechar sus gigantescas redes de telefonía para internet de alta velocidad, volvió a dar valor al cobre, que parecía desahuciado. Si a esto se añaden las inversiones de los países emergentes para ponerse al día en comunicaciones, es fácil entender que la evolución de las ventas en la fábrica de Maliaño haya sido muy distinta a la decadencia que se presumía hace década y media. Entre 2007 y 2010 ha pasado de 27,7 a 67 millones de euros de facturación, una fortísima subida que en parte se justifica por el encarecimiento del cobre en el mercado de materias primas y el inicio de la fabricación de cables de fibra óptica
Pero la vuelta a los buenos tiempos no iba a ser indefinida. La crisis del mercado nacional, donde vende la mitad de la producción y el empeoramiento del internacional ha provocado que este incremento de las ventas no haya sido acompañado por un aumento de los beneficios que, por el contrario, han caído a plomo. En 2008, la fábrica de Maliaño todavía ganaba casi 5,2 millones de euros antes de impuestos y convertía en beneficio casi un 20% de lo que facturaba. Al año siguiente, el panorama cambió por completo, al cerrar el ejercicio con unas pérdidas de 914.000 euros, a pesar de que casi duplicó las ventas. Un año después llegaba a los 67 millones de euros, y volvía a perder 311.000.
La situación de la fábrica ha empeorado sensiblemente en el último año. La facturación se ha quedado en algo menos de 50 millones de euros y las pérdidas en unos 600.000. Una cantidad que seguía sin ser alarmante, pero la compañía asegura que los números rojos se han disparado en los últimos meses (3,8 millones de euros en un cuatrimestre) y eso le ha obligado a tomar decisiones drásticas.
La fábrica de Maliaño se va a quedar con apenas doscientos de los 329 trabajadores que tiene, a través de prejubilaciones y de bajas, que finalmente serán solo quince. De esta forma, pasará de unos gastos salariales de 13 millones de euros a unos 8 millones, cantidad que podría equilibrar la cuenta de resultados en condiciones normales.
No obstante, el futuro no está del todo despejado. El cobre no morirá del todo pero su ciclo cada vez está más agotado. Las perspectivas de ventas para el próximo año no superan los 40 millones de euros y la compañía confía en que la fibra óptica, que ahora sólo aporta un 5% de la facturación, compense poco a poco las ventas que pierde el cable de cobre.