Cudaña: robots, quesos y visitas para reducir la dependencia de la industria

La explotación se enfrenta ahora a una nueva amenaza, los precios disparados de los piensos por la guerra de Ucrania

Robots de ordeño, casetas para la venta directa de leche fresca, visitas familiares para que los niños vuelvan a saber cómo es una granja, elaboración de quesos artesales… Cudaña ha sido pionera en muchas cosas y ha marcado el camino para otras muchas granjas, pero la familia Entrecanales reconoce que ni siquiera con este esfuerzo de permanente diversificación es fácil salir adelante mientras la leche, principal fuente de ingresos, no se pague a un precio remunerador.


Abrir uno de los magníficos quesos curados de más de diez kilos que Cudaña madura durante meses impone demasiado, pero es suficiente con una de las cuñas, más manejables, para reproducir mentalmente una forma de vida y un paisaje lleno de evocaciones.

Ellos mismos, la familia Entrecanales, abren las puertas de su explotación para que niños y mayores conozcan la granja y sus tareas, pero el día a día tiene poco de idílico e Ibón Entrecanales, lo deja claro de inmediato, al echar las cuentas de los costes y los precios a los que se paga la leche en origen. Incluso para ellos, que por la calidad de las vacas, el manejo y el volumen pueden conseguir algo más de las fábricas que la mayoría de los ganaderos. Su explotación es una de las que siguen sin firmar el acuerdo de suministro con Nestlé para este año, ante el descenso del precio por litro a 35 céntimos, casi cinco menos de lo que cobraron en la última campaña.

La granja de Ibón Entrecanales y su hijo Adrián, en Labarces, cuenta con 120 vacas de alta calidad. El año pasado se hicieron cargo de otra de parecido tamaño, ‘Las Minas’, en el municipio de Santa Cruz de Bezana, y entre ambas producen 10.000 litros diarios de leche.

Con una tecnificación muy avanzada, este volumen de leche debería ser más que suficiente para garantizar que se cubren los costes y se obtiene un rendimiento, pero Ibón Entrecanales, todo un referente para el sector, asegura lo contrario y las circunstancias no han ayudado mucho. Una parte significativa de la leche la transforman en su quesería para mejorar el rendimiento, pero bastantes de las elaboraciones se venden a la hostelería, lo que hizo que los ingresos se resintiesen significativamente con la pandemia, algo que no resulta fácil de encajar para ningún negocio, pero menos en una granja con diecisiete de trabajadores.

Su hermana, Carolina, que ahora intenta abrir nuevos caminos comerciales en Madrid para sus quesos y postres, teme que lo peor esté por llegar, y califica de “hecatombe” la evolución que se anuncia en los precios de los piensos. Ante la tendencia abruptamente alcista que ha marcado la guerra de Ucrania, los almacenistas ya anuncian que sus nuevas tarifas solo tienen validez para quince días.

Ibón Entrecanales, a la derecha, con uno de los trabajadores, en la sala de maduración de la quesería.

La amenaza obliga a Cudaña a recalcular la alimentación diaria de sus vacas, y para aguantar el primer arreón de los precios se valdrán de la magnífica calidad de la última cosecha de maíz, que dejaron  madurar más que nunca, para reforzar su aporte en la mezcla y reducir ligeramente la del pienso. La otra estrategia de ahorro es quitar las vacas que producen menos, aprovechando la subida del precio de la carne. Pero nada va a poder compensar las nuevas subidas.

Diversificación

En Granja Cudaña fueron pioneros a la hora de buscar la manera de no depender solo de la leche, cuyo precio lo impone la industria, y empezaron a vender los robots de ordeño alemanes Lelly, de los que ya han instalado 25 en la Cornisa Cantábrica, a pesar de su carestía (más de 100.000 euros). Ellos mismos los tienen en las dos granjas, y es uno de los atractivos para las visitas guiadas, que también han incorporado desde hace unos años como fuente de ingresos.

Comprobar cómo las vacas se acercan por sí solas a la máquina cuando están preparadas para el ordeño y cómo el robot lava e higieniza las ubres y coloca las pezoneras, con perfecto conocimiento de la geometría de cada animal nunca deja de sorprender. Estas visitas estacionales (5.650 este último verano), están pensadas sobre todo para los niños e incluyen, por un precio muy modesto, una zona de juegos; la tierna ceremonia del biberón a la recría, para la que siempre hay muchos voluntarios; y la degustación de productos que hace la granja.

Cudaña también ha abierto una tienda física y otra virtual para vender estos quesos y dulces artesanos, y hace años que introdujo la venta directa de leche fresca con unas casetas de autoservicio que trataban de convencer a los consumidores de que no es tan difícil volver a tomar fresca, ahorrándoles muchos problemas logísticos, a la vista que los españoles se han pasado en masa a la comodidad de la UHT, que ofrece larga duración a costa del sabor. Pero no es fácil y solo mantienen dos de las casetas de calle, más por imagen que por rendimiento, porque han de pagar las mismas tasas municipales que un kiosko de prensa, lo que se come los rendimientos.

Todos los esfuerzos de diversificación de Cudaña abren el camino a una nueva forma de entender las granjas que probablemente se imponga en el futuro cercano pero no garantizan, ni mucho menos, que se pueda mantener el ya escaso censo lechero que conserva Cantabria.

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