Cuando el agua se convierte en la mejor medicina

Juan Aparicio y su equipo de profesionales ofrecen programas terapéuticos de surf adaptado en Cantabria

Hace dos años, el instructor de surf Juan Aparicio fundó el Instituto de Surf Terapéutico, un proyecto para mejorar la calidad de vida de sus alumnos y acercar este deporte a personas con problemas de salud física, mental o emocional. Tras demostrar su eficacia, su equipo trabaja desde entonces para que ese deporte se convierta en una herramienta terapéutica.


FEl humano es, por naturaleza, un animal terrestre, pero desde tiempos inmemoriales ha guardado una sana relación con el mar. Así lo atestigua Juan Aparicio, profesor de Actividad Física en el Medio Natural y en Tecnologías de la Información y Comunicación en la Universidad Europea del Atlántico.

Aparicio es un apasionado de la docencia, pero el surf es otra de sus inquietudes. De hecho, es instructor y entrenador de esa disciplina deportiva a nivel nacional e internacional y hace dos años, mientras impartía clases, decidió crear el Instituto de Surf Terapéutico. Se trata de una organización especializada en surf terapéutico y adaptado que vela por las personas con diversidad funcional o las que han perdido calidad de vida física, mental y emocional. “Decidí postular el surf como herramienta terapéutica no farmacológica. Quería que ese beneficio que obtenía cada vez que entraba al océano fuera extensible a todas las personas”, explica.

Un grupo de profesionales acomodan una tabla de surf a las condiciones de una deportista, instalando abrazaderas. A la derecha, el instructor Thomas Heller ayuda a una alumna a dar los primeros pasos con la tabla en el agua, en el Blue Surf Fest. FOTO: BLUE SURF FEST.

No viaja solo. Su equipo está formado por una decena de profesionales, amantes del océano y el surf, pero con perfiles variados, desde médicos, profesores y entrenadores hasta socorristas y terapeutas. Fruto de este trabajo multidisciplinar, han confeccionado una amplia gama de programas terapéuticos para que cualquier persona, sea cual sea su condición, sepa lo que es coger una buena ola.

El emprendedor matiza que no trabaja con pacientes ni clientes sino con alumnos, ya que sus interacciones están basadas en la transmisión de conocimientos. “Les enseñamos los fundamentos básicos del surf, la relación que deben tener con el medio acuático y les formamos para que puedan entrar con seguridad al océano”, explica Aparicio.

Entre sus estudiantes, hay personas con niveles elevados de estrés o que atraviesan procesos de depresión y ansiedad, pero también niños con obesidad que buscan tener una vida más saludable y prevenir enfermedades cardiovasculares y diabetes asociadas a hábitos de alimentación nocivos.

Otro de sus programas está dirigido a personas con más de 60 años que desean surfear por su cuenta o con un grupo de alumnos de su generación. “Además, estamos a punto de abrir un nuevo programa para niños con síndrome autista”.

Método de trabajo

El Instituto de Surf Terapéutico echó a rodar con una metodología de trabajo propia, pero empezó a colaborar con la Federación Cántabra de Surf a través de Pedro Gutiérrez e Inclusean para implementar un conjunto de buenas prácticas que tienen como objetivo unificar la metodología de enseñanza entre todos los instructores. “Pedro está haciendo un trabajo extraordinario. Es el precursor del surf terapéutico en nuestra región”, enfatiza.

Aparicio asegura que los alumnos disfrutan de los beneficios del surf desde la primera sesión, al entrar en “un círculo constructivo de creación y bienestar sin necesidad de recurrir a la farmacología”. Sin embargo, recomienda que la práctica de esta actividad se haga de manera regular, porque los resultados se consolidan cuando el surf pasa a convertirse en un hábito. “Al cabo de dos o tres meses, observamos que están más felices. Son mucho más dinámicos en términos de motricidad, y dado que el surf requiere estar muy concentrado, se olvidan de sus preocupaciones por un rato y liberan su mente”, explica.

Aparicio pretende desestacionalizar la práctica del surf por todos los medios, ya que la mayor parte de las clases se concentran en los meses de primavera y verano. “Nuestro objetivo es generar programas de continuidad para todo el año”, destaca.

Buena parte de sus alumnos no lo tienen fácil, porque “son personas que no tienen el privilegio de vivir en un territorio como Cantabria”, donde coexiste el paisaje de montaña y el costero. “Viene mucha gente de Valladolid, Madrid y zonas de interior, donde no hay playa”.

Aunque hay alumnos que prefieren sesiones individuales, el entrenador de surf aconseja recurrir a las grupales, porque todos se terminan enriqueciendo. “Favorece la amistad y el compañerismo. En ese intercambio de conocimientos, surgen sinergias y muchos terminan siendo amigos”, apunta.

Trabajo artesanal

Cada alumno requiere un estudio personalizado, pues no todos están en las mismas condiciones físicas y la sesión de trabajo se prepara en función de su constitución y de las condiciones climatológicas del momento. En muchos casos tienen que adaptar las tablas de surf a cada deportista.

El trabajo que hacen para este acondicionamiento es del todo artesanal. Colocan trozos de espuma en los cantos de la tabla para que las piernas queden alineadas, y abrazaderas para que el surfista pueda agarrarse mejor, tenga la limitación que tenga. Incluso ponen alzas o tacos de gomaespuma para que eleven más el torso y puedan navegar y deslizarse mejor: “Es un trabajo apasionante. Algunas adaptaciones funcionan correctamente, pero en otras hay que seguir investigando hasta dar con la tabla con la que el surfista se sienta a gusto. Nuestro colaborador y cofundador Thomas Heller está muy metido con esa parte”.

Su iniciativa empresarial ha participado en las rondas de inversores de la Fundación Innovación y Desarrollo (FIDBAN), con la intención de conseguir financiación. “Todo lo que estamos haciendo, se hace con nuestros recursos personales. Necesitamos financiación para tener un local donde guardar todo el material y un taller donde desarrollar estas adaptaciones. Además, nos hace falta más material de surf adaptado, vehículos anfibios para entrar al agua y un vehículo adaptado para llevar a los deportistas a las playas, ya que no todas son accesibles”.

Aparicio reconoce que su trabajo le llena el alma, algo a lo que aspira todo aquel que ponga sus habilidades al servicio de los demás. “Es lícito trabajar para tener más fortuna, pero prefiero ayudar al prójimo y creo que en el Instituto de Surf Terapéutico lo hacemos muy bien”, concluye.

David Pérez

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