La vida va a cambiar y Cantabria ofrece más ventajas que otros

Con pueblos seguros y con encanto, una sanidad que ha respondido sin colapsarse y costes más bajos, la región tendrá una oportunidad en el mundo que viene

Cantabria quiere salir ya del desconfinamiento, y quizá resulte prematuro, pero lo cierto es que es una de las comunidades con menor tasa de fallecidos por Covid-19, y sus condiciones son más favorables para evitar nuevos contagios. En el ámbito rural la incidencia de la enfermedad ha sido muy baja, la densidad de población en toda la comunidad es pequeña, su sistema sanitario es uno de los pocos que nunca ha estado en riesgo de colapso y la enfermedad se ha gestionado con solvencia. Pero además, es una región atractiva para el teletrabajo que, poco a poco, se va a imponer.


Casi dos meses después de iniciarse la crisis del coronavirus, apenas quedaban incentivos en una vida diaria limitada a unas decenas de metros cuadrados. Deambular por el pasillo o tumbarse en el sofá no aportaban muchos alicientes y hasta los memes telefónicos que animaban los primeros días perdían interés. Agotado el estímulo de internarnos en un terreno desconocido, solo nos animaba suponer que ya está más cerca el día en que todo vuelva a la normalidad. Pero, ¿de verdad será todo igual que antes?

La vida es una sucesión de acontecimientos, algunos repetidos y otros inéditos. Utilizamos la rutina como una economía de recursos, para evitar tener que someter cada acto a una decisión, y en estas semanas han aparecido nuevas rutinas, algunas de las cuales han venido para quedarse. Veamos unas cuantas que van a hacer que la vida ahora sea un poco distinta de la anterior. En varias de ellas, Cantabria parte de una posición privilegiada que deberá hacer valer.

Los pequeños pagos también se harán con tarjeta. Muchos jóvenes ya utilizaban las tarjetas monedero para pagos de pequeña cuantía, pero esa no era una práctica habitual en la población madura, que se sentía insegura si no llevaba encima dinero de bolsillo. Con el coronavirus, se ha acostumbrado a pagar con tarjeta hasta el pan y ha comprobado que resulta cómodo y sencillo, porque en pequeñas cantidades no se necesita meter el pin ni firmar.

Los libros digitales se imponen. Hasta ahora ganaban terreno poco a poco, pero había muchos lectores que se resistían a cualquier otro soporte que no fuese el papel. Bastantes de los que lo han probado ahora han quedado fascinados por la legibilidad, la ligereza y el acceso a fondos literarios casi infinitos de las tabletas de lectura. Otra cosa es que nos acostumbremos a pagar por ello, algo que en España no es muy habitual. Para los irreductibles, que sepan que hay lugares donde descargarse legalmente muchos libros gratuitos. La propia Amazon ofrece algunos, para incentivar la venta de tabletas.


¿Se hundirá el precio de la vivienda?

En España se estaban vendiendo unas 47.000 viviendas al mes antes de la crisis del coronavirus. En marzo, cuando se decretó el confinamiento de la población en sus casas, lo probable es que no hayan pasado de 25.000, gracias a que durante las dos primeras semanas del mes la actividad fue relativamente normal. En abril las cifras serán muchísimo peores y eso va a generar otro efecto, el descenso de los precios, a la vista de que la oferta se va a acumular y muchos vendedores no pueden esperar más, porque necesitan liquidez.

A su vez, es probable que aumente la demanda de viviendas rurales, especialmente en entornos costeros, que ofrezcan seguridad y ocio.

El teletrabajo aumentará mucho con respecto a las tasas que tenía antes de la crisis y eso reducirá la presión del mercado sobre los alquileres de viviendas e infraviviendas del centro de las grandes ciudades, porque ya no importarán tanto las distancias. También es probable que caigan los precios de las oficinas, porque necesitarán menos espacio, y de los locales comerciales, ante la incertidumbre del comercio.


¿Menos coche o más?- Ahora que la gasolina es mucho más barata, nos encontramos con que los coches apenas se usan. ¿Volveremos a usarlos como antes? Quizá no. Los fabricantes ya eran conscientes anteriormente de que estaban cambiando las formas de uso. En las ciudades, donde cada vez es más difícil y más caro manejarse con ellos, los usuarios empiezan a plantearse otros tipos de movilidad y, en el caso de los coches, a pagar por uso, es decir, a tomar uno de alquiler por horas o por kilómetros solo cuando lo necesitan.

Sin embargo, hay otro factor que puede impulsarlo, el temor a usar el transporte público. Por primera vez en una década, el progresivo desplazamiento de estos trayectos cortos hacia el transporte público puede cambiar de sentido.

Más viajes interiores, menos al extranjero. Era improbable visitar cualquier país y no encontrarse españoles por todas partes. Las dificultades de repatriación cuando se ha producido la pandemia van a retraer a algunos a partir de ahora, pero no es el único motivo. Hay un movimiento interno de solidaridad con el sector hotelero y con los muchos negocios que han perdido todos los ingresos durante la cuarentena obligatoria, y muchos españoles que pensaban viajar al extranjero, han cambiado de planes y ahora lo harán por España. También habrá restricciones a los movimientos internacionales durante más tiempo de lo que suponemos, y las compañías low cost harán menos vuelos y más caros. Un avión pierde dinero con menos del 70% de ocupación y conseguirla a partir de ahora no será tan fácil.

Menos empleos. Muchas industrias y empresas de servicios que han seguido manteniendo la actividad durante este tiempo con menos personal, serán remisas a recuperar la plantilla anterior. Y a muchos autónomos que estaban en la cercanía de la jubilación les costará mucho reiniciar la actividad.

El teletrabajo ya está aquí. España ha pasado de tener solo un 5% de trabajadores que habían tenido algún contacto con el teletrabajo a igualarse con los nórdicos durante el confinamiento. Cuando vuelva la normalidad ese souflé bajará pero no del todo. Los trabajadores pueden conciliar mejor y las empresas han comprobado que no se pierde productividad, incluso se gana. Además, podrán pagar menos por las oficinas.

La necesidad del aire libre.­ Después de casi 50 días de confinamiento hemos sido conscientes de la importancia de un jardín, de una cocina amplia o de algunos metros más en la vivienda, factores que tenían mucha menos importancia cuando se trataba únicamente de tener dónde dormir y poco más. También el aire libre ha adquirido un gran valor, por la ansiedad que genera permanecer en espacios cerrados tanto tiempo y la imposibilidad de practicar en ellos muchos deportes.

El ocio ya es cuestión de Internet, y la cultura, cada vez más. Los partidos pueden celebrarse a puerta cerrada y las librerías pueden estar cerradas, pero Internet no cierra nunca y las plataformas de televisión que lo utilizan se han convertido en proveedoras universales. Es cierto que las retransmisiones no tienen la viveza de los actos presenciales, y que un libro electrónico quizá no ofrezca el mismo encanto que el de papel, pero los nuevos usuarios cada vez van a ser menos conscientes de las diferencias, sobre todo los nativos digitales.

La prensa de papel da sus últimos estertores. Los periódicos se han seguido imprimiendo en estas últimas semanas, pero salir a los kioskos cuando la población está confinada en sus casas está entre lo heroico y lo absurdo. Por otra parte, muchas imprentas han cerrado, y publicaciones como CANTABRIA ECONÓMICA no han podido tener una edición impresa después de más de 300 meses de presencia ininterrumpida en los kioskos.

Todos los editores deseamos volver lo antes posible a los puntos de venta con un producto impreso, pero ninguno sabemos sin conservamos la fidelidad del número suficiente de lectores para justificar el poner en marcha las máquinas de una imprenta o una rotativa, procesos muy caros que solo se justifican si hay un número de compradores suficiente. ¿Lo habrá a partir de ahora? ¿Se habrán acostumbrado a lo digital muchos lectores que anteriormente seguían prefiriendo las ediciones impresas?

Más desconfiados y maniáticos de la limpieza. Los ciudadanos chinos que viven en España asumieron las enseñanzas de lo ocurrido en su país como si lo hubiesen sufrido en carne propia, y asistían escandalizados a la escasa preocupación que mostrábamos los españoles. Lo probable es que ahora nosotros reaccionemos con la misma prevención que tenían ellos entonces, y seamos muy remisos a acudir a los lugares y países que nos ofrezcan dudas. El temor a una nueva infección no se pasará en mucho tiempo, y las prácticas higiénicas van a ser mucho más metódicas que antes.

Liquidez e inversiones en bienes raíces.­– El enorme varapalo de las bolsas y el temor que dejan en la memoria todas las crisis económicas hace que los ciudadanos se decanten mucho más por conservar su dinero en formatos de ahorro tradicional, con absoluta liquidez o en bienes tangibles que no estén tan sometidos a los vaivenes del mercado, como por ejemplo, las viviendas. Es posible que vuelvan a ser un valor refugio, sobre todo si se abaratan.

¿Habrá alguna  vez presupuestos? El Gobierno ya ha asumido que no los podrá presentar. Desde luego, los elaborados anteriormente ya no servirían y el proceso para reiniciarlos no tiene mucho sentido cuando en agosto deberían estar preparados los siguientes y todo lo que se está gastando es extrapresupuestario.

Más interés por los pueblos.– El confinamiento ha dejado claro que no es lo mismo pasarlo en un piso, y sobre todo si es pequeño, que en una casa con jardín, y que el riesgo de contagio en los pueblos pequeños es mínimo. La huida subrepticia a las segundas residencias, y la ansiedad con la que esperan hacerlo los que no han podido hasta ahora permiten suponer que los pueblos se van a revalorizar y especialmente los costeros, que ofrecen varias cosas a la vez: seguridad, aire limpio, ocio… No se va a llenar la España vaciada pero se disparará el interés por muchos pueblos con encanto y que además tengan una buena atención sanitaria y un hospital y centros universitarios en las proximidades, circunstancias que se dan en casi todos los lugares de Cantabria.

Se diversificarán los aprovisionamientos y volverán algunas industrias. Que en todo Occidente hayamos tardado semanas en poder abastecernos de algo tan simple y urgente como unas mascarillas ha dejado claras las debilidades de un mundo en donde se reparten las actividades por áreas geográficas. Nunca habíamos sido tan conscientes de la dependencia que tenemos de la industria china y eso ha alertado a las multinacionales, que no quieren más sorpresas desagradables. Varias de ellas ya han decidido diversidad las compras, al menos las de componentes estratégicos, de forma que volverán a aparecer en Europa y EE UU fábricas que desaparecieron por la competencia asiática.

La lista de espera sanitaria se hará infinita. Durante dos meses, la sanidad española ha dado toda la prioridad al Covid, aplazando consultas, operaciones quirúrgicas programadas y pruebas diagnósticas. Eso producirá un enorme recrecimiento de la lista de espera, que no se regularizará en mucho tiempo, aunque se establezca un plan de choque con jornadas especiales de tarde.

Se reducirá la esperanza de vida.– Las casi 25.000 víctimas mortales de la pandemia en España van a provocar un ligero descenso en el número de pensionistas, por primera vez en muchos años (ya que la mayoría tenía una edad avanzada) y una pequeña caída de la esperanza de vida, que avanzaba en flecha desde hace décadas a un ritmo sorprendente. No será mucho (hubiese sido más de haber afectado a los jóvenes, porque se habrían perdido más años de vida biológica) pero se notará.

La sanidad como industria. Las cantidades ingentes que nos hemos gastado en material sanitario en esta crisis (la mayoría importado) han abierto los ojos de muchos empresarios. Es una oportunidad de negocio mucho mayor de la que imaginaban y aunque no esté a nuestro alcance el desarrollo de nuevos fármacos, que necesita mucho tiempo y dinero, sí lo está la fabricación de cualquier otro material sanitario.

La salud es un asunto planetario. La multiplicación de los movimientos de la población ha provocado que problemas sanitarios que eran endémicos de algunas zonas y que al resto no nos preocupaban demasiado, acaben siendo un quebradero de cabeza global. Basta que alguien se coma un murciélago adquirido en un mercado callejero de Wuhan para que nos infectemos todos y, como el coste de una pandemia es descomunal, nos convenceremos de que es más barato atajar el problema allí donde se origina.

Hay mucha inteligencia desaprovechada que aflorará. Los sanitarios que han vivido desde dentro el tratamiento de la pandemia, por ejemplo en Valdecilla, son los primeros en sorprenderse de la cantidad de ideas mejoradoras y aprovechables para otros lugares que se han introducido en estos dos meses, gracias a la aportación espontánea de todos ellos. Algunas de ellas han corrido de hospital en hospital por whasapp. Eso significa que se pueden sistematizar estos avances y que hay mecanismos para una generalización muy rápida. Solo se necesita cultivarlos, para que no produzcan únicamente en situaciones de crisis.

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