La concesión de zinc de Variscan en la zona de Novales sigue aportando datos positivos para la explotación

Con una cotización del metal disparada a 4.000 dólares por tonelada, la situación es mucho más favorable a la que había al cierre de la mina

Los 50 sondeos que la empresa australiana Variscan ha hecho hasta el momento en de Novales-Udías y los más de 700 heredados de AZSA indican la presencia de unas reservas de zinc significativas y en unas concentraciones al menos tan elevadas como las que ofrecía la mina cerrada de San José. Con el precio del metal disparado, ya antes de la guerra de Ucrania, parece garantizar que la explotación será rentable, pero el director de Variscan no quiere ir tan deprisa, escamado por las polémicas que se suscitaron ante las incumplidas expectativas del Gobierno regional en cuanto a plazos y empleos. La empresa, que ha recabado socios australianos y estadounidenses, también tiene una participación cántabra, la de Hispaníbal, que ya explotó en el pasado San José.


Variscan, la empresa australiana que explora la potencia del yacimiento de zinc en la zona Novales-Udías (hay otra en torno a Reocín) va publicando los resultados de sus sondeos en los informes trimestrales que presenta en la bolsa australiana donde cotiza. Como se esperaba por los estudios que en su día realizó AZSA y por la experiencia de Hipaníbal que explotó la mina de San José hasta finales de los años 90, sigue habiendo importantes yacimientos de zinc, con una concentración de metal de cercana al 10%, que en algunos casos supera el 30%. También aparece en torno al 1% de plomo, aunque en uno de los sondeos recientes se perforó una bolsa con un 62%. Si el promedio del zinc se quedase en torno al 7%, ya supondría una concentración superior a la que tienen la mayoría de las explotaciones de este metal a lo largo del mundo.

Variscan ha conseguido que la Consejería de Industria le prorrogue por otros tres años los permisos de exploración.

El inglés Steward Dickson, responsable de Variscan, es optimista pero no quiere crear expectativas desmesuradas en cuanto al volumen de mineral que puede tener la zona ni sobre el empleo que podría llegar a crearse si se reabre la explotación, porque considera que ya se han creado demasiado ruido y equívocos en torno al proyecto.

Su compañía, que compró los derechos de Slipstream, el concesionario original, acaba de obtener una autorización del Gobierno cántabro para prolongar las exploraciones por otros tres años, lo que demuestra que los plazos previstos inicialmente para la reapertura de la minería del zinc en Cantabria eran completamente irreales.

La compañía australiana calcula que empleará cuatro millones de euros en esos trabajos, algo que le obliga a recabar capital permanentemente, porque en este negocio los exploradores son empresas de pequeña dimensión que buscan yacimientos por todo el planeta y, si tienen éxito (si comprueban con certeza que hay mineral, que es rentable extraerlo y pueden conseguir todos los permisos) venden esos derechos a una gran compañía minera con un fuerte plusvalía. En cambio, si sus expectativas no se cumplen, habrán perdido todo lo invertido en las exploraciones.

Steward Dickson, director general de la compañía australiana Variscan que detenta los derechos sobre la concesión minera, adquiridos a Slipstream y los correspondientes a Hispaníbal.

Dickson ni siquiera da por seguro que en la demarcación que ha conseguido en Cantabria se llegue a esa fase de explotación, a pesar de que los buenos indicios se van consolidando a medida que se hacen más sondeos, porque queda mucho terreno por explorar (la concesión tiene 68 kilómetros cuadrados tras asociarla con la de Hispaníbal en la misma zona) y, sobre todo, porque en Australia y, en general, en los ambientes mineros, existe una cierta desconfianza hacia España, según dice. Empieza a recitar nombres de provincias en las que ha habido explotaciones mineras o sondeos que han acabado en los tribunales (Asturias, Huelva, Salamanca, Extremadura…) y asegura que son casos son bien conocidos por los inversores vinculados a este negocio, aunque vivan en las antípodas, “y a mi me quita mucho tiempo de mi trabajo explicar una y otra vez que no se puede generalizar; indicarles cómo funciona el sistema de autonomías en España y que el Gobierno cántabro siempre ha colaborado con nosotros”.

Desconfiados o no, lo cierto es que su empresa australiana ha conseguido más financiación para seguir las exploraciones, pero eso no quiere decir demasiado, porque se trata de un mercado muy volátil y todavía no se ve cerca la fase de explotación, que Variscan probablemente dejará en manos de una compañía minera senior, como era AZSA. La firma australiana no descarta tampoco que esa transferencia se haga antes de concluir los sondeos sobre el resto de la concesión, denominada Buenaventura.

El  precio del zinc, disparado

Los planetas están aliados ahora mismo en favor de la mina. El precio del zinc sigue subiendo de una forma sostenida, y acaba de superar los 4.000 dólares por tonelada, cifras históricas difíciles de imaginar. La larga tendencia al alza es consecuencia de la fuerte demanda que está encontrando como protector de la corrosión para otros metales y en la fabricación de placas solares y se ha acelerado tras el inicio de la guerra de Ucrania. En estos momentos, su cotización está tres veces y media por encima de la que tenía cuando se cerró la mina San José, en Novales, y es cinco veces superior a la que marcaban los mercados cuando AZSA clausuró la explotación de Reocín.

Además de la alta concentración del mineral, Novales tiene otras ventajas con respecto a la mayoría de las minas. Hay indicios de una importante bolsa de zinc bajo la zona central de la antigua explotación, apilada verticalmente en múltiples capas de alta ley y separadas entre ellas por intervalos de dolomía, por lo que el abordaje se puede hacer desde la mina existente, lo que resultaría mucho más barato que abrir un nuevo acceso. Además, el yacimiento está en una zona con muy buenas comunicaciones (la mayoría de las explotaciones mineras están en lugares remotos e inhóspitos) y a solo 80 kilómetros de la planta de zinc-metal de San Juan de Nieva, donde el mineral puede transformarse. Rara vez aparecen juntas todas estas ventajas.

Tradicionalmente, los concentrados de zinc de las minas cántabras de AZSA se llevaban a la planta de zinc electrolítico de la compañía en San Juan de Nueva (Asturias). Disponer de una planta semejante a solo 80 kilómetros es una de las ventajas que tendría el explotador de los yacimientos cántabros.

Eso lleva a suponer que la explotación resultaría muy rentable, pero Dickson prefiere no hablar del umbral a partir del cual se obtendrían beneficios, amparándose en que el punto de la curva que marca el paso de los números rojos a los negros depende muy sustancialmente de las toneladas extraídas y de otros factores que alteran los costes.

Tampoco se atreve a hacer pronósticos sobre la evolución futura de los precios del zinc pero sí reconoce que la demanda mundial de zinc crece muy rápidamente y de forma sostenida con las nuevas energías. El galvanizado de otros metales con zinc es imprescindible para conseguir una vida útil de 30 años en los aerogeneradores marinos, sometidos a condiciones muy agresivas de humedad y salitre. También es un metal muy presente en pilas y acumuladores, dos mercados que con el cambio de modelo energético tienen una clara perspectiva al alza.

Dickson no duda en que cualquiera que sea el nivel de los trabajos que se lleven a cabo contriuirán a crear riqueza en la zona y enfatiza que el pequeño equipo técnico que ha venido haciendo las prospecciones estaba totalmente compuesto por españoles, pero insiste en su mensaje cauteloso: “la mina será un proyecto muy importante para el futuro, pero no a corto plazo”. Un mensaje escarmentado por el efecto político que tuvieron las promesas del pasado, cuando se supuso que, partiendo de los muchos sondeos que ya había realizado AZSA y de la rapidez con que el Gobierno cántabro logró tramitar y aprobar una reforma de la Ley del Suelo para facilitar la explotación, se podían apurar los plazos y empezar a extraer el mineral en tres años o poco más. La realidad es que los concesionarios avanzan con cautela y los muchos permisos ambientales y municipales que se requieren para cada paso tampoco propician la agilidad.

Con respecto a los efectos ambientales que tendría la explotación, Dickson recuerda que los métodos de extracción han cambiado mucho, y que los estériles se utilizarán para rellenar galerías excavadas, lo que evitará las enormes escombreras del pasado.

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