Financiación Autonómica: El melón que es mejor no abrir porque podría acabar con el autogobierno

Despreciar el Objetivo 1 en su momento le acabó costando a la región mil millones de euros, según Ángel Agudo

Una de las muchas frases míticas del fútbol es la del patadón p’alante con la que el seleccionador nacional Clemente resolvía los embrollos en el área local, sin demasiadas complicaciones estratégicas ni semánticas. En política también funciona. Casi una década después de vencer el periodo de vigencia que debía tener la actual financiación autonómica, la estrategia es la misma. Ni Rajoy quiso abrir ese melón ni lo ha llegado a hacer del todo Sánchez, que se ha limitado a lanzar una propuesta inicial a modo de globo sonda. Nadie desea revolver ese avispero a un año de las elecciones autonómicas y así lo consideraron tanto la actual responsable de las finanzas cántabras, María Sánchez como uno de sus predecesores, Ángel Agudo, en una mesa redonda convocada por la Fundación Matilde de la Torre para valorar los 40 años de autonomía desde el punto de vista económico.

A Cantabria se le atragantaron los primeros quince años de autonomía, en parte, según Agudo “porque se dio la paradoja de que la empezaron gobernando los partidos conservadores que no creían en ella o que se oponían”. También por la inestabilidad política que dio lugar a un problema permanente de transfuguismo. Pero, sobre todo, porque la industria regional se vio asolada en esos primeros quinquenios por unos procesos de reconversión tan generalizados que prácticamente ningún sector quedó indemne. La madurez de la industria cántabra había provocado una pérdida de competitividad que hubo que resolver con ajustes de plantilla dramáticos y con fuertes inversiones de modernización.

Cantabria, que ya venía perdiendo posiciones en el ranking nacional desde mediados de los 60, pasó a estar bastante por debajo de la media en renta, como puso de relieve el catedrático José Villaverde. Una caída tan sustancial que hubo de pedir la entrada en el Objetivo 1 de la UE. Pero perdió mucho tiempo y mucho dinero hasta decidirse, según Agudo. Ha calculado, junto a su compañera de departamento en la Universidad de Cantabria Ana Carrera, que si Hormaechea hubiese abandonado esa posición de hidalgo que prefiere no comer a reconocer que es pobre y hubiese reclamado el Objetivo 1 cuando debió, la región hubiese disfrutado de tres periodos de ayudas comunitarias de alta intensidad (17 años), y no cinco años (y otro periodo a medias, como fase de salida). La diferencia es abismal: alrededor de 1.000 millones de euros perdidos cuando la región más los necesitaba. “Con ese dinero, Cantabria hoy sería otra”, manifiesta Agudo convencido, a pesar de calcular que, desde la entrada de España en la UE en 1986, la comunidad autónoma ha recibido unos 3.200 millones de euros de fondos comunitarios.


Cómo éramos antes de la autonomía y cómo somos hoy

La foto que realizó el profesor Villaverde sobre la evolución económica de Cantabria en estos cuarenta años no resulta especialmente favorecedora, aunque hay que reconocer que fue en las primeras décadas cuando se produjeron las pérdidas de posición.

En términos absolutos, la comparación puede conducir a la complacencia. En estos cuarenta años, el PIB de la región se ha multiplicado por 6; el PIB per capita, por cinco; la población ha aumentado un 18% y hay 80.000 trabajadores más (sobre todo, por la incorporación masiva de la mujer al mercado de trabajo). La mejoría ha sido evidente, pero en términos relativos la valoración es muy distinta. Dado que no hay datos de 2022 y 2021 es un año completamente atípico, que no sirve para hacer comparaciones, Villaverde eligió el último lustro anterior a la autonomía (1976-80) y el de 2016-2020 para mostrar lo ocurrido.

Comparando esos dos periodos separados por cuatro décadas, hemos perdido peso en valor añadido (un 17%), al pasar del 1,38% del generado por el conjunto del país al 1,14%. En la población, la merma ha sido un 10%, ya que representaba el 1,37% de la nacional y ahora es el 1,23%, algo que solo puede achacarse a la bajísima natalidad, puesto que el saldo migratorio es favorable: han llegado más personas de fuera de las que se han ido. En empleo, a pesar del sustancial crecimiento en términos absolutos, el batacazo relativo es de un 21%, porque en el conjunto del país creció más.

La estructura económica ha cambiado mucho en este tiempo. Antes de la autonomía, nuestra economía estaba especializada en agricultura e industria; apenas tenía peso la construcción y era escaso el de los servicios, explicó Villaverde. “Ahora seguimos especializados en industria pero también en construcción”. No lo estamos en servicios, aunque nos situemos algo por encima de la media, y la aportación del sector primario ha pasado a ser casi marginal, como en la mayor parte del país.


Desde comienzos del presente siglo, Cantabria no ha perdido más posiciones sino que ha recuperado algunas, pero no ha vuelto a superar con claridad la media nacional. Una circunstancia que el profesor Villaverde achacó a la dificultad que tiene la región para aprovechar la cualificación de su mano de obra, que se va fuera o está realizando tareas que no requieren esa capacitación.

Villaverde también lo atribuye a un problema de inversiones en I+D+i, a la mala infraestructura ferroviaria ­–que resta competitividad– y a una reducida capacidad de gestión, tanto en las empresas como de las administraciones públicas, con una escasa cooperación entre ambas. No obstante, apuntó una sensible mejora de la calidad de la gestión empresarial en los últimos tiempos.

‘Si hubiésemos tenido los tres periodos de Objetivo 1 que deberíamos haber tenido, la región sería hoy muy distinta’

La evolución de la economía privada está condicionada por la iniciativa y por el mercado. La pública, en cambio, está condicionada por lo que pueda ocurrir con la financiación autonómica y, en este sentido, tanto la consejera de Economía como Agudo se mostraron convencidos de que la primera propuesta de reparto realizada por el Gobierno nacional no es más que un globo sonda y no tendrá continuidad porque el reparto es un toro demasiado difícil de lidiar como para sacarlo al ruedo a estas alturas de legislatura. Pero si alguna región no tiene prisa, es Cantabria, la principal beneficiaria de que la actual situación de interinidad, puesto que es la región mejor financiada por habitante y en ningún escenario verosímil es probable que mantenga unas condiciones tan privilegiadas.

El asunto es tan vital para la comunidad autónoma que, como reconoció la consejera de Economía, si la región perdiera toda la diferencia que ahora tiene a su favor (unos 450 millones de euros al año) no sería viable.

Agudo cree que la futura financiación autonómica estrechará la horquilla entre lo que recibe Cantabria (la región mejor financiada) y Baleares (la que menos recibe por habitante) y que la única solución factible para encajar este difícil puzle es que el Gobierno nacional ponga más dinero sobre la mesa para que nadie salga perdiendo con respecto a lo que recibe ahora. Eso supondrá mejorar sustancialmente lo que reciben la Comunidad Valenciana o Baleares, por ejemplo, sin perjudicar a Cantabria, que tampoco ganaría nada. Y recordó que el voto de todas las regiones vale lo mismo en el Consejo de Política Fiscal y Financiera.

La conferencias de presidentes no puso especial interés en abordar la reforma de la financiación autonómica, a pesar de que la actual está vencida desde 2014.

El gran valor de ese voto mantiene la confianza en que la propuesta de reparto enviada por el Ministerio de Hacienda, a partir del estudio realizado por una comisión de expertos, no resulta tan alarmante para la región como parece: en el escenario más negativo supondría nada menos que la pérdida de 472 millones de euros al año y en el más positivo de la horquilla llegarían a la comunidad 203 millones menos. Si quedase en el punto intermedio, “supondría una pérdida equivalente a lo que cuesta mantener abierto el Hospital Valdecilla”, el ejemplo puesto por la consejera, algo completamente inasumible.


Los avances sociales

La exsecretaria general de UGT Cantabria, María Jesús Cedrún, dejó claro que ya no cree en los planes teóricos. “esta región ha estado siempre sobreanalizada. Todo el mundo ha hecho análisis y he llegado a coger manía a tanto dafo”, dijo. Unos estudio que, en su opinión, han tenido muy poca utilidad, “porque en muchos momentos Cantabria ha ido a donde el viento la llevase, sin ningún rumbo”. Algo de lo que también se quejó Ángel Agudo, que cree que faltan proyectos claros y un control de la gobernanza.

Cedrún constató la pérdida de los centros de decisión de las empresas en estos años, y de que también están fuera de la comunidad sus centros de investigación e innovación, o de que la administración autonómica no se haya planteado una política de agrupación de pequeños empresarios, para que alcancen una dimensión competitiva.

Lo mejor de este periodo autonómico, en su opinión, ha sido la incorporación mayoritaria de la mujer al mercado de trabajo (aunque se quejó de sutiles trabas, como el mal funcionamiento de los trenes de cercanías, “que usan mayoritariamente las mujeres, porque los hombres utilizan el coche de la casa”. “Los trenes llegan tarde y te dicen que no es tan importante que ellas lleguen un cuarto de hora tarde a trabajar en una tienda, pero si la mayoría de los afectados fuesen hombres que tienen que entrar a una fábrica, actuarían de forma muy distinta”.

Con respecto a los cambios sociales más importantes de estos 40 años de autonomía, Cedrún se mostró muy satisfecha de “conseguir que las mujeres pudieran ser copropietarias de las explotaciones ganaderas, con Seguridad Social y con todos los derechos que da estar dado de alta” y la Ley de Dependencia, en la que fuimos, en su momento, la región con mejor gestión. En cambio, recordó la imposibilidad de introducir el salario social mientras gobernó Hormaechea, a pesar de que ya existía en otras comunidades, “porque nos dijo que si dábamos dinero a los pobres, vendrían aquí los de toda España”.

Por su parte, Agudo aseguró que “Cantabria se sitúa en lugares de cabeza en asistencia sanitaria, calidad del sistema educativo, investigación universitaria y protección social”.


Aunque la tranquilidad nunca es buena (y Agudo recomendó armarse de paciencia para negociar), el Gobierno regional parece dar por hecho que la pequeña dimensión de Cantabria es una salvaguarda muy importante. Para el Ministerio de Hacienda, asegurarse el voto de la región en la reforma de la financiación autonómica costaría mucho menos (en millones) que el de cualquier comunidad más grande, y esa baza se ha jugado al negociar en el pasado y previsiblemente se volverá a utilizar ahora. Por eso, existe el convencimiento de que, si en el reparto no se llegase a la actual dotación de la comunidad autónoma, el Gobierno habilitará algún fondo de compensación, fuera de valija para cubrir la diferencia.

No es un capricho. La consejera de Economía, María Sánchez, recordó que, por sus especiales circunstancias geográficas y poblacionales, “Cantabria se gasta en transporte escolar lo mismo que la comunidad de Madrid, que tiene 13 veces más alumnos”.

En su opinión, hay que mantener el estatus actual a cualquier precio y para ello se está elaborando un documento de réplica con ayuda de expertos de la Universidad de Cantabria, porque en la compleja ecuación que se decida para la nueva financiación autonómica, cada variable puede convertirse en una trampa inesperada. Basta ver que en la propuesta, aunque en población ajustada la región pasa del 1,35 nacional al 1,59, lo que parece una buena mejora, en los fondos de suficiencia y garantía ya se le atribuye a Cantabria el 1,69%, y podría convertirse en una pérdida. Algo que tampoco se puede saber con exactitud sin conocerse previamente las cuantías con que se va a dotar cada fondo.

Cantabria juega con su pequeño tamaño. Ganarse su voto es mucho menos costoso que el de otras autonomías y vale lo mismo

La consejera pretende que se evalúe de una forma mucho más eficaz el impacto que tiene en las cuentas regionales el envejecimiento de la población, la orografía y, sobre todo, la dispersión. María Sánchez explicó los motivos. “Galicia es siete veces más dispersa que Cantabria, y Asturias, 4,2 más, pero la realidad es que el 21,2% de la población de Cantabria reside en municipios de menos de 5.000 habitantes, mientras que en Asturias es el 7,7% y en Galicia el 15%”.

Los costes de la pandemia

Ni siquiera con la generosa financiación actual y con sus propios recursos hubiese podido Cantabria hacer frente a los costes de la pandemia, y la consejera de Economía mostró su agradecimiento al Gobierno de Pedro Sánchez por la ayuda recibida, igual que reconoció que en los primeros momentos “tuve mis miedos económicos al ver lo que se nos venía encima, pero puedo decir orgullosa que a las comunidades no nos dejaron solas. En plena pandemia, el Gobierno de Sánchez habilitó un fondo extraordinario destinado a las comunidades para reforzar la sanidad, la educación y los servicios sociales. Para Cantabria fueron 189 millones”.

Aquello resultó una ayuda muy importante pero no lo suficiente para cubrir todo el gasto extraordinario causado por la pandemia en la sanidad, que ese año fue de 290 millones. “El resto lo tuvimos que asumir a pulmón el resto de las consejerías, y he de decir que todas han sido generosas” , dijo.

Con respecto al efecto que puedan tener ahora los fondos europeos en la recuperación, la consejera de Economía aseguró que “son una auténtica oportunidad para Cantabria” y reconoció el trabajo de la delegación española que los negoció en Bruselas, por la cuantía lograda para el país.

“En Cantabria, a día de hoy, tenemos 96 millones en fondos React y 307 del Mecanismo de Recuperación, Transformación y Resiliencia”. Y, según aseguró, habrá otras ayudas para proyectos como el Mupac o la protonterapia, la FP, la mejora de las viviendas, o la digitalización de las empresas. “El reto fundamental”, según la consejera, “es de gestión, porque los requisitos y los plazos son los que son; no podemos modificarlos”.

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