El turismo que busca experiencias

Los empresarios turísticos recurren a la imaginación para satisfacer la nueva demanda de un turismo que quiere vivir su propia aventura y compartirla en las redes

Viajes simulados a Marte en el interior de una cueva, el reto de encontrar la salida en los laberintos vegetales más grandes de España, cenar colgado de un cable sobre los animales de Cabárceno, recorrer las antiguas galerías mineras en El Soplao, vivir en un poblado cántabro de la Edad de Hierro… Son algunas de las nuevas fórmulas con los que los empresarios cántabros tratan de captar la atención de los turistas que pretenden hacer de su viaje una aventura y volver a casa con nuevas experiencias que contar o dejar plasmadas en sus redes sociales. Cantabria les ofrece una gama extraordinariamente variada que se amplía día a día.


Los jefes de las mayores compañías de cruceros del mundo expusieron en Santander hace año y medio con absoluta crudeza las condiciones que se tienen que dar para que sus barcos hagan escala en la ciudad. Una de ellas es que las encuestas de satisfacción que rellenan los pasajeros a cada vuelta al barco demuestren que han quedado satisfechos; la otra, que contraten excursiones en tierra. Si no lo hacen, ese destino es poco interesante para las navieras, ya que se quedan con una parte del importe.

La ‘expedición a Marte’, de Astroland.

Cantabria tiene muchos atractivos por sí misma, pero los cruceristas cada vez son más selectivos. Antes se conformaban con una excursión panorámica por la ciudad a bordo de un autobús y ahora quieren experiencias: lanzarse a recorrer en bicicleta los pueblos próximos, hacer quesos con una familia ganadera, visitar una cueva, descolgarse por una vía ferrata… No son los únicos.

De las excursiones a las experiencias

Las excursiones han dejado paso a las experiencias, un saco en el que cabe casi todo y se pueden atender los gustos más diversos, algo que valoran mucho las compañías de cruceros, porque cada barco es una pequeña ONU. De acuerdo con las estadísticas que maneja el sector, un buque como el ‘Britannia’, que ya ha hecho varias escalas en Santander con 3.500 pasajeros y 1.500 tripulantes, puede llevar a bordo nada menos que 70 nacionalidades distintas y eso supone una infinidad de intereses distintos.

Muchas de las nuevas experiencias están ligadas a la gastronomía, un terreno en el que Cantabria puede exhibir una gran oferta. A la izquierda, un grupo de empresarios en una visita con cata en la destilería Siderit y a la derecha, visitas a la granja Cudaña.

Los empresarios cántabros no manejan unas estadísticas tan afiladas como las navieras pero también han pasado a ser plenamente conscientes de que el turista quiere vivir experiencias y compartirlas en las redes sociales. El visitante ha dejado de ser un mero observador del sitio al que llega para convertirse en el protagonista de su propia aventura.

Son propuestas que no van dirigidas a públicos masivos sino que buscan un cliente con un poder adquisitivo superior a la media y una alta capacidad de prescripción, es decir, de influir sobre otras personas de su entorno para que vivan la misma experiencia.

Aventura y gastronomía

Esta forma de turismo no es tan nueva, aunque nunca ha tenido tanta relevancia. Ya en los años 80 existía un campamento estable de jóvenes británicos en Arredondo para explorar las decenas de cavidades subterráneas de la zona, un espectacular paisaje subterráneo que Cantabria aún no ha sabido rentabilizar del todo. Por entonces empezaron a ponerse de moda otras formas de turismo activo, como el piragüismo de aguas tranquilas y aguas rápidas, el barranquismo, los karts, el paintball e, incluso, el parapentismo, pero es en estos últimos años cuando el abanico se ha abierto con una amplitud inimaginable:desde convertirse en ganadero, quesero o apicultor por un día, a vivir como un cántabro de la Edad del Hierro; sumergirse en Mouro o recorrer las montañas más escarpadas con material de escalada y puentes tibetanos.

Los cruceristas que llegan ahora piden experiencias.

La oferta empieza a ser tan abundante que no es fácil conocerla en toda su extensión. La directora regional de Turismo reconoce lo asombrada que se quedó cuando supo que en Gran Bretaña se organizaba un viaje para contemplar cómo se abre una flor que se da en Liébana en primavera. Ella misma ha estado buscando, sin mucho éxito, un armador que quiera dedicar su pesquero al avistamiento de cetáceos, una experiencia que es posible vivir a pocas millas de la costa cántabra. En el País Vasco ya hay quien ofrece embarcarse y compartir un día de pesca con los arrantxales.

Por innovadoras y extrañas que parezcan algunas propuestas (senderismo nocturno, convivencia en un hogar de ganaderos, participar en la matanza del cerdo…) no conviene subestimarlas porque la evolución de la demanda es sorprendente. Entre los turistas hay una auténtica competición por hacer algo que no hayan hecho otros y de eso son muy conscientes las empresas que organizan despedidas de solteros, en las que los participantes son capaces de plantear viajes de larga distancia para vivir experiencias nuevas, como conducir un superdeportivo en un circuito de Fórmula 1, pernoctar bajo las estrellas en un hotel-burbuja o alojarse en una casa-árbol.

La empresa Metaltec acaba de solicitar permiso para instalar diez casas flotantes en el puerto de Laredo, una oferta muy novedosa en Cantabria pero relativamente habitual en el norte de Europa, donde se han habilitado como vivienda muchas de las barcazas y gabarras amarradas en los canales, que en su momento se usaron para transportar mineral o grano.

Varias actividades en un mismo día

El turismo de congresos o MICE, por sus siglas en inglés (Meetings Incentives, Conferences and Events), también recurre a la imaginación para ofrecer novedades a quienes se supone que ya tienen una larga lista de eventos a sus espaldas y no son fáciles de sorprender.

El sector agroalimentario es el que con más naturalidad se está adaptando a esta nueva demanda del turismo de experiencias y el que más ofrece. La mayoría de las bodegas, cerveceras y destilarías artesanales ofrecen visitas y catas en sus instalaciones. También las conserveras, queserías, orujeras y obradores de postres típicos abren sus puertas a los visitantes. No se trata solamente de dar a conocer el proceso de producción, sino de hacerles partícipes del mismo. Saben eso les deparan ventas in situ y, con un poco de suerte, nuevos clientes para el futuro.

Unos y otros empiezan a convertir Cantabria en la tierra de las experiencias, ayudados por las muchas posibilidades que ofrece la región, desde la espeleología a las olas surfeables, y desde la prehistoria a las actividades artesanas. El resultado es una oferta muy amplia y separada por distancias muy cortas, lo que permite realizar varias actividades diametralmente distintas en el mismo día, algo que no es posible en casi ningún otro lugar.

Visita minera al Soplao

Las posibilidades turísticas de Cantabria no solo pasan por lo que se ve a simple vista desde su superficie. También atesora una gran diversidad de cuevas de interés espeleológico o cultural y algunas destacables por su singularidad, como El Soplao, que ya ofrece tres recorridos distintos: el convencional, que permite ver las estalactitas excéntricas, una exploración más espeleológica y el más reciente, que recorre varias galerías mineras, una vía ferrata de cierta dificultad que, a diferencia de las otras que existen en la región, es subterránea. Gracias a esta iniciativa, se pone en valor el pasado minero de una cueva que se explotó entre 1857 y 1978 para extraer zinc, blenda y galena.

La visita muestra el pasado minero del Soplao, con algunos de los aperos utilizados en el laboreo.

Uno de los atractivos del recorrido, de dos kilómetros de longitud y tres horas y media de duración, es un lago que hay a 60 metros de profundidad. Después de avanzar medio kilómetro por una galería de fácil acceso, el explorador conecta con la propia vía ferrata, que está dividida en cuatro partes.

La visita no es fácil pero Miguel Ángel Revilla se atrevió con una de las rampas que forman parte del recorrido.

En la primera de ellas, de apenas 180 metros, hay dos desniveles de gran pendiente. En la segunda etapa, se baja hasta la galería Cereceo de la mina La Florida utilizando una rampa minera de piedra de 300 metros hasta llegar a los 150 metros bajo el nivel del suelo. En la tercera fase, se cruza un puente tibetano que comunica con la poza de agua. La parte final del trayecto consiste en regresar cruzando de nuevo la galería.

Para participar en esta aventura no es necesario tener conocimientos sobre espeleología ni escalada, pero sí se recomienda una buena forma física. Aunque buena parte del recorrido no conlleva ninguna dificultad y el túnel de 500 metros de dos metros de ancho solo obliga a encorvarse en algunos puntos, el resto es bastante exigente (hay que tener una razonable forma física), lo que limita la entrada a mayores de 16 años.

Las instalaciones y vestuarios se ubican en el antiguo edificio de compresores de La Florida. Allí, los turistas reciben el material necesario (casco, frontal, arnés con disipadoras, botas de agua, buzo e instrucciones) para iniciar la marcha.

Reformas en la vía

Para ofrecer esta ruta no se ha realizado ninguna obra relevante en el interior de la cueva pero sí se han colocado barandillas y cuerdas en algunos puntos para mejorar el tránsito.

Al presentar el nuevo recorrido, el presidente regional, Miguel Ángel Revilla, auguró un futuro prometedor para esta nueva modalidad turística y confió en que en dos años sea “un éxito total”.

La actividad se desarrolla los viernes y sábados con dos visitas por día, una a las 10:00 horas y otra a las 16:00. El precio es de 48,50 euros por persona.

Vías ferratas para el turista intrépido

Desde la puesta en marcha de la vía ferrata de La Hermida en 2010, estos retos de montaña se han multiplicado en una región especialmente proclive para este turismo de aventura, y han deparado cada vez mejores resultados. En 2012, se añadió a la oferta de La Hermida la ruta de Los Puentes, un recorrido que disparó la cifra de usuarios (8.000 en 2016), pero han surgido muchas más a lo largo de la región, una de ellas en Liébana, en la carretera Potes-Fuente De.

Las nuevas vías ferratas descubren paisajes y perspectivas de Cantabria inéditos, pero eso sí, para quienes tengan un carácter aventurero.

En la comarca del Asón se han abierto las vías ferratas del Risco, en Matienzo, o El Cáliz (Ramales) y en la del Miera, la nueva vía de Liérganes. 

Quien se aventure por cualquiera de ellas puede encontrarse desde senderos a barrancos y paredes verticales, con duración y dificultad variable. Por lo general, el usuario tiene varias opciones, desde las rutas relativamente accesibles a las de máxima dificultad, y en casi todas ellas se combinan varias experiencias. Además de rápeles, escaladas y puentes tibetanos, las hay que exigen nadar, atravesar cascadas o superar zonas de toboganes.

La mayoría permiten contemplar unos paisajes espectaculares desde puntos de vista muy poco habituales, inaccesibles para el visitante convencional.

Los laberintos, el nuevo desafío

El laberinto de Villapresente ha atraído a más de 30.000 turistas en 2018. FOTO: RAMIRO SILVESTRE

Uno de los ejemplos más representativos de la transformación que vive el sector turístico es el de Emilio Pérez, un operario de Montes con más de 30 años de experiencia, que también se dedica a la venta de árboles. Cuando la recesión económica afectó duramente a su negocio decidió utilizar los árboles que no tenían salida para construir el laberinto vegetal más grande de España en una finca de su pueblo, Villapresente. Un complejo formado por 4.000 cipreses cortados a 2,5 metros de altura, que en línea sumarían cuatro kilómetros y ocupan media hectárea.

A pesar del escepticismo de su entorno más cercano, Emilio decidió hacer caso omiso y arriesgarse, con la intención de crear un trabajo estable para su hija. Una determinación tan valiente como exitosa. Desde su apertura, en la Semana Santa de 2017, no ha dejado de registrar buenos resultados. El pasado año, 30.000 turistas se aprestaron a perderse por sus numerosas encrucijadas.

Los excursionistas tardan entre media y una hora en encontrar la salida del laberinto, aunque también hay quienes tienen una menor capacidad de orientación para llegar a ella. En ese caso, uno de los monitores que merodean por los pasillos se encarga de acompañar a los extraviados hasta el punto final.

Tanta ha sido la afluencia turística que la Consejería de Obras Públicas se ha implicado en la mejora de los accesos por carretera al laberinto, convertido ya en uno de los principales atractivos de una zona de por sí turística, ya que está muy cerca de Santillana del Mar.

La actividad de la empresa también ha tenido su efecto positivo en la economía local. Los bares y demás negocios de Villapresente se han beneficiado del aumento de turistas.

Laberinto en Cayón

Su éxito ha encontrado unos emuladores en la finca La Flor, de San Román de Cayón, donde se ha utilizado una fórmula más sencilla y efímera. Rosa Gutiérrez descubrió, en un capítulo de ‘Los Simpson’, la posibilidad de convertir un maizal en un laberinto, y en su pueblo los maizales no faltan. Con la ayuda de una compañera de trabajo, Montse Rodríguez, y el ganadero propietario del terreno, puso el proyecto en marcha.

El nuevo laberinto La Flor, en Cayón, está hecho en un gran maizal.

Las calles del nuevo laberinto natural suman 2,5 kilómetros y sus plantas alcanzan los tres metros de altura en el momento máximo. Solo duran una temporada, pero eso, en lugar de un inconveniente, puede ser una ventaja. Dado que hay que replantar cada año, los propietarios pueden modificar el recorrido cada vez. Es cierto que esa caducidad de la planta hace imposible explotar el laberinto durante gran parte del año pero, afortunadamente para el negocio, los visitantes llegan en verano, cuando los maizales están en pleno esplendor.

Los precios de entrada convierten este laberinto, de casi dos hectáreas, en un pasatiempo asequible a cualquier bolsillo y está abierto a todos los públicos (desde grupos de niños hasta despedidas de soltero). Además, los viernes y sábados se ofrece la posibilidad de hacer los recorridos de noche.

Cenas de vértigo sobre Cabárceno

Salir a cenar en un establecimiento hostelero es uno de los planes más recurrentes entre los turistas,  pero lo que muy pocos imaginaban es que pueden hacerlo sobrevolando el Parque de Cabárceno a bordo de una cabina de su teleférico.

Una experiencia gastronómica en la que se combina la alta cocina con unos parajes espectaculares, más impresionantes aún vistos desde las alturas, con elefantes, bisontes, cebras, leones y linces como protagonistas.

A lo largo de un viaje aéreo de 50 minutos por el parque, Sergio Bastard, chef de ‘La Casona del Judío’ y uno de los más reconocidos de la región ofrece 18 bocados cocinados con productos típicos de Cantabria (pescados y mariscos, anchoas, quesos, arándanos y carne de vaca de Tudanca). Los cócteles están elaborados por Óscar Solana, propietario ‘La Taberna La Solía’ y tres veces campeón de España en coctelería.

En cada una de las 38 cabinas pueden cenar hasta cuatro personas.

Esta oferta turística, impulsada por Cantur y Transportes Alternativos de Cabárceno, solo está disponible en unos días muy concretos: el 19 y 26 de julio y el 2, 9, 16, 23 y 30 de agosto. De los 80 euros que cuesta la cena, dos se destinarán a una asociación de carácter solidario.

La visita ‘salvaje’ al parque

Cabárceno ofrece una forma privada de conocer el parque, la llamada Visita Salvaje. Se trata de un recorrido exclusivo en un jeep por los recintos de los animales, en el que participan entre dos y cuatro personas y se realiza solamente una vez al día. Cuesta unos 200 euros por persona (algo más de 100 por niño) y dura de diez de la mañana a cinco de la tarde, con una parada para comer en el restaurante Los Osos.

El experto que acompaña en el coche a los participantes comparte con ellos distintas informaciones y curiosidades sobre el parque y los animales que allí viven mientras recorren el interior de los recintos de elefantes, osos, cebras, gorilas y rinocerontes o disfrutan de las exhibiciones de aves rapaces y leones marinos.

El jeep deambula por el enorme recinto en el que los elefantes viven en semilibertad, el mayor de Europa y permite ver los osos a escasos metros de distancia, eso sí, desde dentro del coche.

La Visita Salvaje se creó con dos finalidades: la turística –mostrar el parque de una manera diferente– y la didáctica, consistente en mostrar todo lo que se hace a diario en el Parque para la atención de los animales.

Observación de aves y ecoturismo

Una turista usa los prismáticos desde la lancha neumática.

La aparición de una pareja de águilas pescadoras en la bahía de Santander es un acontecimiento celebrado por los biólogos, pero hubiese pasado desapercibido para todos los demás de no haber surgido una iniciativa que permite su observación durante los meses que estas aves permanecen en la región.

El águila pescadora desapareció de la Península Ibérica a principios de los años 80, pero gracias a los programas de reintroducción que se han llevado a cabo se ha conseguido que varias parejas se reproduzcan con éxito en Cádiz y Huelva.

Al menos una pareja ha optado por la bahía de Santander en su proceso migratorio anual. De ahí que se aproveche su presencia para ofrecer a los turistas unas rutas de observación de hora y media en las que el barco recurre las dunas del Puntal y el estuario del Río Miera.

Los viajes, que tienen lugar entre febrero y mediados de octubre, se hacen a bordo de una lancha neumática. La empresa organizadora facilita a los visitantes unos prismáticos para conocer más de cerca las características físicas del águila y su adaptabilidad al litoral cántabro.

El 10% del precio de las entradas se emplea para colaborar en un proyecto de recuperación, con el objetivo de convertir la bahía santanderina en uno de los pocos lugares donde de este ave se reproduce. 

Apicultor, ganadero o cantero por un día

Para conocer Cantabria al completo hay que empezar por entender las costumbres y los oficios de sus gentes. En este sentido, se ha puesto en funcionamiento una fórmula para acercar el quehacer diario de algunas de las profesiones típicas de la región a los foráneos. Un formato impulsado, entre otros, por Susana Pacheco desde su compañía, Nansa Natural.

Uno de sus programas pone al turista en contacto con el medio rural a través de la apicultura. Después de recibir el traje y el material de trabajo, el visitante tiene la oportunidad, de la mano de un guía, de conocer cómo viven y trabajan las abejas, los distintos productos que se obtienen (miel, propóleo, jalea real y polen) y la actividad del sector en Valderredible.

A lo largo de la visita se llega al inicio del cañón del Ebro, en El Tobazo, donde hay una surgencia kárstica que da lugar a una cascada, y al conjunto histórico de Orbaneja del Castillo, que aúna casas de montañas, calles estrechas, terrazas de toba, pozos, cascadas y unas características crestas de piedra.

La experiencia finaliza con una degustación de miel y de otros productos elaborados por el apicultor.

Nansa Natural también ofrece la posibilidad de ser ‘Ganadero por un día’ o ‘Cantero por un día’, dos actividades que permiten al turista convivir activamente con los ganaderos y con los artesanos de la piedra.

Explorar Marte desde Arredondo

Si Cantabria destaca por algo es por su amplia red de cavidades subterráneas. En muchas de ellas, se hacen visitas guiadas, pero el rédito turístico de la cueva El Escalón de Arredondo emana de otro lado.

La empresa Astroland ha afincado en ella una experiencia nada convencional, de tres días de duración, a medio camino entre la ciencia y la aventura.

La compañía, liderada por David Ceballos, ha recreado dentro de la cueva un escenario marciano en el que grupos de diez personas van a tener la oportunidad de realizar los mismos trabajos de campo que llevan a cabo los astronautas:investigar nuevas formas de vida, medir campos electromagnéticos o gestionar cultivos hidropónicos. En la primera misión, que se inició el pasado 16 de julio solo participaron cinco personas.

La elección de la cueva no es casual. Sus características ambientales tienen cierta semejanza con la superficie del planeta rojo, aunque con una diferencia evidente. La fuerza gravitatoria no se puede simular, lo que no impide que los astronautas habiten en unas cápsulas conectadas con el centro de control que tiene la empresa en el Espacio Cubo del Parque Científico y Tecnológico.

Antes de dar inicio a la aventura, los tripulantes tienen que enfundarse un traje semejante al que usan los astronautas, pero más ligero, que consiste en un mono de polímero impreso en 3D, antibacteriano y resistente a la abrasión.

Aunque se trata de un programa abierto a todos los públicos, el precio de su entrada (5.000 euros) restringe el acceso a personas con alto nivel adquisitivo, de formación eminentemente científica y en buena parte, con un perfil internacional, ya que hay candidatos de Estados Unidos, Asia, África, Europa y América.

Este coste no es la única cortapisa para acceder a esta aventura. Antes de comenzar la misión, los aspirantes deben superar un proceso de selección para el que Astroland les forma durante tres semanas, además de otros tres días de preparación física y psicológica.

La recreación del escenario marciano está tan planificada que se reproducen hasta detalles mínimos. Por ejemplo, la conexión entre la sede del Pctcan y las cápsulas de El Escalón tiene un retraso de ocho minutos, el tiempo que tardan en enviarse las señales entre La Tierra y el planeta rojo en condiciones normales.

A diferencia de los precedentes de Canarias y Cerdeñas, donde también se han llevado a cabo iniciativas similares, esta experiencia está financiada con capital privado y ha venido con intención de quedarse. Las instalaciones del Espacio Cubo están preparadas para acoger visitas de grupos de excursionistas y de estudiantes y las experiencias en la cueva durarán mientras haya clientela.

Conocer cómo se elaboran los sobaos, los quesos y la sidra

La repostería pasiega es uno de los mayores estandartes gastronómicos de la región, hasta el punto de que resulta complicado encontrar dentro y fuera de la comunidad quien, al menos, no haya oído hablar de los sobaos o las quesadas, en parte por la intensa labor de promoción que hace el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla.

No es el único. Una de las empresas más reconocidas del sector, Sobaos y Quesadas Joselín, ha llegado a un acuerdo con la Asociación de Turismo Rural de Cantabria para divulgar las actividades que se realizan en su obrador. A las visitas guiadas y las visitas al museo, con cata comentada, se añaden los talleres de elaboración y degustación de sobaos. Los turistas ven, in situ, cómo se producen los sobaos e incluso tienen la oportunidad de utilizar la maquinaria de la fábrica.

Elaboración de quesos

Vista de la finca de Valdepomme y sus plantaciones de manzanos.

El secreto de los mejores quesos tradicionales está en la leche. En una localidad del extremo sureste de Cantabria, Sangas, la empresa Quesos Quesoba los elabora con leche de vacas que pastan en praderas de alta montaña.

La quesería es consciente de la importancia que tiene difundir su actividad. Por ello, dispone de un aula de interpretación del mundo del queso y de un área destinada a la hostelería donde se organizan catas, comidas, cenas y maridajes. Unos programas que están preparados tanto para particulares como para empresas.

Los propietarios del obrador hacen una explicación didáctica sobre el proceso de elaboración artesanal de los tres tipos de queso que ponen a la venta, los de pasta prensada, blanda y requesón.

La sidra, paso a paso

Si Asturias es reconocida por algo es por su fabada y por su sidra. Pero también Cantabria produce sidra. Los 1.600 manzanos plantados en la finca Valdepomme, de Ambrosero, permiten a la compañía del mismo nombre producir 22.000 litros anuales de forma artesanal bajo la denominación ‘45 Amigos’, en homenaje a todos los que participaron en las fases previas de la empresa.

Con el objetivo de dar a conocer su actividad y mostrar cómo se elabora el producto, la sidrería ha puesto en marcha unas visitas didácticas que permiten conocer todo el proceso, desde la recogida del fruto hasta el embotellado. El programa finaliza con una cata de la bebida y de otros productos cántabros.

Regreso a la Edad del Hierro

Práctica de tiro con arco en el poblado de Argüeso (Campoo de Suso).

Pocos lugares en el mundo lucen como si por ellos no pasase el tiempo. En Argüeso se puede vivir como los cántabros de la Edad del Hierro, allá por el 700 a.C, con herramientas de la época y cabañas construidas con arcilla, agua, piedra y techos vegetales.

Desde los años 90, la localidad acoge una recreación arqueológica de un poblado cántabro en la que se muestran las costumbres, las prácticas y la forma prehistóricas, a través de una amplia gama de actividades y talleres didácticos.

Los visitantes pueden fabricar cerámica, elaborar pan,   hacer excavaciones arqueológicas, cultivar plantas en huertos, fundir mentales, encender un fuego, hacer construcciones, llevar a cabo labores textiles y de carpintería, fabricar hornos e incluso aprender técnicas de combate. Todo ello combinado con actividades de senderismo, como las que se realizan en el Monte Bernorio y Cildá, o los itinerarios guiados en Campoo, Valdeolea, Valdeprado, Valderredible, Páramo de La Lora, Liébana y la Peña Palentina.

La ambientación le permite al turista hacer un viaje en el tiempo y entender el estilo de vida de guerreros, pastores, agricultores, mineros, fundidores de metales y artesanos de antaño.

Además, en invierno, se hacen excursiones con raquetas de nieve para dar a conocer cómo afrontaban los cántabros las bajas temperaturas.

En definitiva, se trata de un museo al aire libre, autogestionado gracias a la implicación de voluntarios en el mantenimiento de las instalaciones.

Parque arqueológico en Cabezón de la Sal

El poblado cántabro de Cabezón de la Sal.

En Cabezón de la Sal, concretamente en el Picu La Torre, a tan solo ocho minutos a pie del centro urbano de la villa, hay otra simulación arqueológica que también refleja el modo de vida de los antiguos cántabros.

Un recorrido desde finales de la Edad de Bronce hasta la aparición de los cántabros que se enfrentaron a las legiones romanas en tiempos del emperador Augusto.

Además de las cabañas circulares, el recinto muestra otras de forma cuadrada, propias de la fase más tardía de la Edad de Hierro, cuando la influencia celtibérica se intensificó.

Entre las obras defensivas del poblado cántabro destaca la muralla de piedra que rodea las terrazas.

Lavado de imagen

Las fuertes inundaciones de enero provocaron numerosos desperfectos y algunas de las cabañas necesitan algunas reparaciones, que el Ayuntamiento de Cabezón de la Sal se ha comprometido a realizar. No obstante, una de ellas sufrió un incendio hace varios años y sigue sin rehabilitarse.

Eso no parece haber afectado a las visitas, ya que cada vez se registran mejores datos de afluencia turística en el municipio. En esta última Semana Santa, se acercaron más de 500 personas a este complejo.

Los eventos de empresa, la gran oportunidad

El turismo de congresos es un nicho de mercado de gran interés, por su capacidad para desestacionalizar la llegada de visitantes y porque genera más ingresos por persona que el vacacional, llegando a triplicarlo. Por ello, cada vez atrae más la atención de empresas del sector turístico, aunque aún son pocas las que orientan sus servicios hacia el cliente de empresa.

A pesar de que Cantabria tiene una limitación de tamaño y de plazas hoteleras para captar congresos con miles de participantes, es una magnífica propuesta para los de tamaño intermedio. La región tiene un enorme potencial para eventos de empresa muy variados, como reuniones de directivos, experiencias de equipo –team building–, incentivos, encuentros con las redes de distribución, etc. El mercado pide experiencias diferenciadoras y Cantabria puede ofrecer un amplio abanico, algunas muy exclusivas y difíciles de encontrar en otros lugares.

Showcooking organizado por OPCE con asociaciones y colegios profesionales de la región.

La Asociación Cántabra de Empresas de Organización de Eventos y Congresos (OPCE) aglutina a los profesionales que trabajan alrededor de la organización de congresos y eventos en la región. Cuenta con apoyo del Ayuntamiento de Santander, ya que la ciudad es la principal receptora de congresos de la comunidad, y del Gobierno de Cantabria, que ha incorporado a su plan estratégico para el turismo una línea específica para congresos. 

La veintena de miembros que forman parte de la OPCE abarca toda la cadena de valor del negocio, desde los organizadores de eventos y congresos hasta los servicios auxiliares (catering, personal de atención, transporte de personas, agencias de comunicación y diseño, producción audiovisual y de eventos, programadores web, guías turísticas) y, por supuesto, hoteles y proveedores de experiencias.

La OPCE no solo es un lugar de encuentro para todos ellos sino que se ha propuesto acentuar el sentido comercial de la organización, generando alianzas y proyectos conjuntos entre sus socios.

También pretende mejorar el conocimiento de la asociación entre el empresariado local para que tengan en cuenta la región cuando celebran reuniones o recurren a empresas de fuera de la región.

En esta estrategia, también quiere reforzar los vínculos con el Santander Convention Bureau, una entidad pública dependiente del Ayuntamiento de Santander y del Gobierno de Cantabria, para captar eventos y promocionar Cantabria en los principales circuitos profesionales del país.

 

 

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora