Suca Baldor, psicóloga: ‘Las empresas deben cuidar la salud mental de sus empleados’

Problemas como el estrés o la ansiedad han pasado a considerarse también riesgos laborales. Este nuevo criterio de la Inspección de Trabajo, motivado en parte por los efectos de la Covid-19, abre una puerta de entrada al mundo de la empresa a profesionales como Suca Baldor, especialista en dominar la inteligencia emocional para ayudar a personas y marcas. Hace dos años que esta psicobióloga, mitad mejicana mitad cántabra, fundó Ahoratigo para abordar la salud mental desde criterios científicos y no desde la perspectiva del coaching o de los talleres de entretenimiento.


P.- A raíz de la pandemia, ¿ha cobrado más importancia la salud mental dentro de las organizaciones?

R.-Sí, el COVID-19 ha puesto el foco en la salud mental y, sobre todo, en la prevención, porque hay que preocuparse antes y no después, cuando ya estás mal. Desde la psicología es posible hacerlo, si a los empleados se les explica bien cómo tienen que identificar y combatir problemas como la ansiedad o el estrés. En los talleres que imparto suelo empezar con esta pregunta: ¿Lloramos porque estamos tristes o estamos tristes porque lloramos? No podemos separar nuestro cuerpo de las emociones, porque están unidas y, muchas veces, son la causa de los problemas físicos o la razón que los intensifica. 

P.- ¿Cómo se concreta esta necesidad en el ámbito laboral?

R.- La inspección de Trabajo acaba de incluir en los mapas de riesgos laborales, por primera vez, la deteción del estrés o la ansiedad que genera un puesto. Una circunstancia que espero sirva de aliciente para que las empresas empiecen a realizar actividades basadas en la ciencia y se dejen de tanto coach y de talleres divertidos que no conducen a nada. Hasta ahora, las empresas se han centrado en la prevención de riesgos físicos, y la salud mental se había quedado un poco apartada. Esa carencia solía rellenarse con talleres de mindfulness, yoga, crecimiento personal… pero sin una base científica o médica que avale que, realmente, están haciendo algo por la salud mental de sus trabajadores.

P.- ¿Considera, entonces, que las empresas han seguido un camino equivocado en esta materia?

R.- Lo que se ha hecho es poner parches de entretenimiento. Un ejemplo que seguramente todos los empresarios recuerdan es la teoría del famoso cerebro reptiliano, ya obsoleta, que se puso de moda hace más de treinta años. Dice que el cerebro se divide en tres cerebros separados que tienen su propia función, de forma que cuando entras en cólera es porque te estás dejando llevar por tu cocodrilo interno, sin que pueda mediar la razón. Esto, además de perjudicial, ya que da la idea de no poder controlar nuestros instintos o emociones, es completamente falso, porque el cerebro humano funciona en su conjunto y todas sus partes han evolucionado a la par.

P.- ¿Qué aporta un psicólogo, a diferencia de un coach o de un médico de empresa?

R.- Hasta ahora, los médicos dedicados a la prevención de riesgos laborales han cubierto este hueco, pero a mí me gusta pensar que ofrezco el conocimiento y la profesionalidad de un psicólogo combinados con la cercanía y la naturalidad de un coach, con el que puedes divertirte y hablar de tú a tú. Además, soy psicobióloga porque también estudio el sistema nervioso. El estrés, por ejemplo, tiene una parte relacionada con la psique y otra es biológica, por eso es tan importante conocer su funcionamiento. Vengo de la ciencia y todo lo que hago tiene una base científica.

P.- ¿Qué método suele seguir para conseguir los mejores resultados?

R.- Imparto talleres personalizados, según las necesidades de la empresa o el perfil de sus trabajadores. Pero siempre lo hago a través del autoconocimiento. Saber quién eres, por qué estás ahí y qué tienes en común con tu empresa es importante para la persona y para conseguir una identidad de marca y un buen clima laboral, con un equipo motivado que se identifique con el proyecto. La clave es trabajar la inteligencia emocional a partir de la neurociencia, ya que, al contrario de lo que mucha gente cree, detrás de este concepto hay una parte importante de racionalidad, relacionada con la planificación de tareas, la toma de decisiones o la negociación. El campo de las emociones es algo que han usado mucho los coach porque es fácil hablar de algo que todos tenemos, pero es un asunto mucho más complejo e implica más áreas cerebrales.

P.- ¿Los trabajadores aceptan bien que les trate un psicólogo en la empresa?

R.- Sí, entienden perfectamente que estoy ahí para ayudar y que mi misión es hacer que se encuentren mejor antes de regresar a sus casas. Lo cierto es que se me da muy bien solucionar problemas y dar tranquilidad. Además, la gente se siente libre porque un psicólogo nunca juzga. Lo que a uno le pasa siempre es normal y, además, lo que se habla es absolutamente confidencial. De hecho, he creado junto a otros colegas una asociación de la que soy presidenta, PsicoAcademy, para acercar la psicología a la sociedad, sobre todo, en aspectos que ahora preocupan especialmente, como la empleabilidad, las llamadas soft skills (creatividad, resiliencia); la falta de valores en jóvenes o la soledad no deseada en personas mayores.

P.- ¿Cómo es su experiencia como empresaria al frente de Ahoratigo?

R.- Hasta ahora ha sido muy buena, aunque a la gente le cuesta aceptar lo nuevo. Estoy trabajando con distintos colectivos: ejecutivos, bomberos o mujeres profesionales que llevan años sin estar en activo y con las que colaboro a través del proyecto SUMA, de reinserción laboral. Me siento muy identificada con ellas porque yo misma estuve unos años fuera del mercado por la crianza de mis hijos.

P.- ¿Es usted una mujer emprendedora?

R.- Sí, lo he sido siempre. Además, es complicado renunciar a emprender cuando estás acostumbrado a trabajar con libertad desde tu propia empresa. Cuando era pequeña, mi padre ya me llevaba a la oficina y me ponía a hacer números y a revisar la contabilidad de la empresa de construcción que tenemos en México. He trabajado desde que era joven y he realizado tareas muy duras, como dar de comer a las truchas en una piscifactoría o cargar los camiones para llevarlos a la lonja de pescado. Antes de dedicarme a la psicología he sido camarera, encuestadora, auxiliar de veterinaria… Aunque no me faltaba el dinero, porque tenía las empresas de mi padre, siempre he intentado buscar mi propio camino.

P.- ¿A qué se dedicaba su familia?

R.- Soy hija de emprendedor. De un indiano nacido en el Valle de Soba que se fue a hacer las Américas. En México fundó una empresa de materiales de construcción y en Cantabria una piscifactoría de truchas, en Ramales de la Victoria. Mi padre murió cuando yo tenía 19 años y nos dejó las empresas a mi hermana y mí, así que estuve años viviendo a medio camino entre Cantabria y México, donde nací. Finalmente, la piscifactoría se vendió y la empresa de construcción se la quedó mi hermana, que vive en México con mi madre. Yo me quedé aquí, me casé con un cántabro de Torrelavega, tengo una niña y un niño y, por fin, la empresa con la que siempre soñé, que me permite disfrutar de mi tierra y de mi familia, además de ayudar a mucha gente a ser más feliz.

P.- ¿Qué otros mundos le atraen?

R.- Me encantan los animales, de hecho, estuve a punto de montar una empresa de productos para mascotas. Hoy en día tengo a mi gato Furia, que ya está muy mayor, y un dragón barbudo, porque mi hija de ocho años quiso una mascota durante el confinamiento. De todas maneras, he descubierto que lo que más me gusta del mundo es ayudar a la gente, lograr que se sientan bien. Desde que me dedico a la psicología, mi recompensa es que las personas a las que he atendido me cuenten que sus vidas son mejores desde que han estado conmigo.

Patricia San Vicente

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