Una imprenta con solera en un edificio de vanguardia
Es el taller de artes gráficas más antiguo de los que existen en Cantabria y quizá la empresa más veterana de la región, con casi dos siglos de vida, pero lejos de la decrepitud, Artes Gráficas J. Martínez ha vuelto a reinventarse y acaba de estrenar una nueva sede en el polígono de Guarnizo. Allí ha volcado toda la experiencia acumulada a la hora de estructurar los departamentos, tanto en el área creativa y administrativa como en talleres. Y el nuevo edificio es un reflejo fiel de los procesos que confluyen en esa mágica fusión de diseño, papel y tinta que desde Gutemberg ha marcado una forma de civilización.
Recorrer los 2.000 metros cuadrados del nuevo edificio permite comprobar cómo los cambios tecnológicos han modificado los procesos de impresión. Sobre todo en lo que afecta al diseño y a la maquetación de libros, revistas o folletos, donde las aplicaciones informáticas han abierto un amplio campo a la imaginación. También la impresión digital ha irrumpido con fuerza, permitiendo una mayor versatilidad en las tiradas que la habitual impresión offset.
Tampoco faltan novedades en procesos más tradicionales, como el plegado o troquelado del papel impreso, dependiendo de su formato final, o las distintas encuadernaciones, con grapa, en rústica, fresado, en espiral o con cola pur, que proporciona una resistencia y flexibilidad similar a las cosidas con hilo. El proceso finaliza en el departamento de logística, con una flotilla de vehículos propia y entrega puerta a puerta, aunque también ofrece la posibilidad de almacenar los pedidos y entregarlos al ritmo que necesite el cliente.
En los trabajos gráficos los errores resultan más evidentes que en cualquier otro proceso. Un libro mal impreso, con defectos en la reproducción de las imágenes o con faltas de ortografía desacredita a la imprenta. Para asegurar la máxima calidad en el resultado final, J. Martínez ha establecido controles en todas las fases de producción. El material aportado por el cliente para su impresión es leído y corregido si se detecta alguna falta. Tras esa primera criba, el cliente recibe una prueba para que la revise y, una vez devuelta, el departamento de preimpresión realiza unos ploters para asegurarse del resultado final del trabajo antes de meterlo en máquinas. También en esta fase se extreman los cuidados, controlando la cantidad de tinta que ha de llevar cada pliego (densidad). Si el cliente quiere supervisar la impresión, por tratarse, por ejemplo, de un libro artístico en el que deba cuidarse especialmente la tonalidad de las fotografías o los dibujos, puede participar en el proceso de impresión para ajustar los colores a su gusto. “El trabajo de artes gráficas –señala Marian Rueda, directora de J. Martínez–, es un trabajo siempre a medida, y eso es algo que no se valora”, lamenta.
Quizá para ayudar a comprender mejor las peculiaridades de un trabajo cuyos resultados están tan presentes en nuestra vida, J. Martínez ha abierto las puertas de sus instalaciones a visitas guiadas. Una oportunidad para que estudiantes, miembros de asociaciones culturales o cualquier persona interesada pueda conocer cómo se realiza el proceso de impresión y encuadernación de libros y revistas.
La irrupción de la tecnología digital
La llegada de la tecnología digital al mundo de la impresión ha dotado a los talleres gráficos de herramientas más ágiles para dar respuesta a las nuevas demandas. La impresión digital no sólo se adapta mejor a las tiradas cortas, que cada vez son más frecuentes, sino que permite la personalización de los impresos. El offset sigue siendo, sin embargo, la mejor opción para grandes tiradas, por sus costes decrecientes y la rapidez de ejecución. Además, no todos los papeles son aptos para la impresión digital y en los catálogos de los fabricantes cada vez hay más variedades texturizadas. La tinta de la tecnología digital no penetra en los verjurados, que presentan relieves o rugosidades, mientras que sí lo hace con la offset.
La gran ventaja de la impresión digital es satisfacer pedidos de muy pocos ejemplares, ofreciendo calidades profesionales incluso a quien quiera autoeditarse.
Los avances tecnológicos aplicados a las artes gráficas han abierto un amplio campo a la imaginación para el diseño de nuevos productos y formatos. Para explorar esa vertiente creativa de la impresión, J. Martínez ha creado una nueva empresa, Graficalma, especializada en trabajos singulares. La filial está destinada a atender a las demandas de clientes que desean trabajos muy personalizados y a ofrecer propuestas que puedan generar su propio mercado, como diplomas y calendarios ilustrados para guarderías, maquetaciones originales para los álbumes de boda, cuentos personalizados, álbumes de bebés, etc.
Un lugar para formarse
Uno de los viejos sueños de Marián Rueda y Alfonso Sánchez, los actuales responsables de Imprenta J. Martínez, es abrir en sus nuevas instalaciones una Escuela de Artes Gráficas, para aprovechar su profundo conocimiento del oficio en la formación de nuevos impresores. Unas enseñanzas que, salvo en el campo del diseño, no están actualmente al alcance de los jóvenes cántabros que para estudiar un módulo superior deben trasladarse al País Vasco o a otras comunidades. Supondría asegurar la pervivencia de un oficio en el que conviven las técnicas más avanzadas con los cánones tradicionales de las artes gráficas y con la sensibilidad artística de diseñadores y maquetistas. Y un modo de crear cantera para una empresa en la que trabajan ya 40 personas.