Editorial

Por mucho que los indignados sostengan que los partidos políticos mayoritarios no garantizan una democracia real, lo ocurrido en el 22-M puede resultar ejemplar. Muchos de los que hasta ese día tenían la capacidad de decidir inversiones multimillonarias o de ofrecer cargos han pasado a la lista del EMCAN (INEM) que, tal como sospechábamos y ha quedado demostrado estadísticamente, es el medio más eficaz para no encontrar empleo. Así que mal futuro les aguarda a todos los que no eran funcionarios, que son los únicos que pueden jugar a la política con las espaldas cubiertas. Los restantes, si tenían un empleo previo, a saber qué pasó con la empresa de procedencia, y si tenían un despacho profesional lo probable es que se hayan quedado sin clientes después de tanto tiempo de abandono. La democracia no ofrece tantos retiros dorados como se supone. Ya quisiera un consejero tener el día que se jubile la pensión de un empleado de la Caja, por no ir más lejos.
Salen unos y entran otros que no habían imaginado un resultado semejante. La izquierda, cabreada más que indignada, se pasó de frenada y con los votos nulos, los blancos y las abstenciones acabó por provocar el sorpasso de la derecha. Quería castigar a Zapatero y se le fue la mano con unas víctimas directas (Lola Gorostiaga) y colaterales, como Revilla, lo que probablemente no buscaba. Y es que las elecciones en Cantabria se juegan en un puñado de votos. Martínez Sieso no obtuvo la mayoría absoluta en 1995 por 300 votos, que le negaron las mesas de Reina Victoria de Santander enfadadas por un pequeño conflicto de intereses. Aquello le obligó a pactar con el PRC y creó la figura política de Revilla, que hasta ese momento era un outsider dentro y fuera de la región. Ahora, los enfadados del PSOE le han devuelto el favor a los del PP.

La vida da todas esas vueltas y más. Tantas que retornarán algunas caras que parecían amortizadas y, a cambio, pasarán a la historia otras que aparecían hasta en la sopa. Todos han tenido su momento de gloria. En favor de los que salen hay que decir que nunca se hicieron tantas cosas como en estos últimos ocho años, ni se puso tanto empeño en encontrar nuevos caminos económicos para la región. En contra, que algunos, después de dieciséis años subidos en el coche oficial acabaron por pensar que no eran mortales. Ya han empezado a comprobarlo. También comprobarán la escasa gratitud que depara haber llenado algunos bolsillos o cuántos carnets socialistas o regionalistas de las últimas cosechas se van a romper en estos días. No hace falta acudir a los documentales de La 2 para saber que hay gente especialmente dotada para la supervivencia.

Mientras tanto, Ignacio (Nacho) Diego ha decidido demostrar quién manda ahora con un golpe de efecto. Por si alguna de las grandes empresas de la región tenía la sospecha de que iba a ser un presidente manejable, las ha dejado a todas en estado de shock con el anuncio de que se cargará el Plan Eólico. Una decisión que, por su enorme importancia, nunca debió ocultar antes de las elecciones, a no ser que temiese que los adjudicatarios fortificasen con armas y bagajes las candidaturas de sus rivales. Pero ¿alguien imagina que ahora se quedarán con los brazos cruzados? Cuando Hormaechea anuló a finales de 1991 la adjudicación a Dragados de lo que él llamaba la Máquina de Quemar Basuras, la empresa no dijo ni media palabra. Se limitó a esperar a que la polémica y el propio Hormaechea desapareciesen del escenario para llevar a la práctica el proyecto y con unas nuevas condiciones absolutamente leoninas para los intereses de Cantabria.
Diego podía haber optado por sentar a todos los adjudicatarios en una mesa y negociar con ellos una reducción del Plan Eólico a la mitad. Es muy probable que todos ellos hubiesen aceptado, en estos tiempos en que obtener la financiación se está poniendo difícil y cuando son plenamente conscientes de que la complejidad urbanística para encajar los parques impedirá implantar más allá de 650 megavatios. Hubiera sido una magnífica baza política para empezar su gobierno, pero ha querido dejar bien claro el mensaje: Se baraja de nuevo y es el nuevo Gobierno el que vuelve a repartir las cartas. Pero eso no va a ocurrir pronto ni será gratis. Los adjudicatarios, que no son precisamente pequeñas empresas, y el centenar de talleres locales que esperaban los pedidos de piezas para los molinos y los montajes como agua de mayo tendrán que esperar a otro mayo. Y decíamos que aquí no iba a cambiar nada…

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