Sniace pone punto final a una larga historia de contaminación del Besaya

Sniace probablemente haya sido el mayor consumidor de agua de España. Cuando se construyó la fábrica, obtuvo una autorización para captar del Besaya un auténtico río de agua: 7.200 metros cúbicos a la hora. También es posible que haya sido la más sucia, porque cuando ese agua volvía al río estaba tan cargada de materias orgánicas procedentes del tratamiento de la celulosa que hacía inviable la vida en él.
Las cosas han cambiado mucho en los tres últimos años. Presionada por los cánones impuestos sobre los vertidos, por la caducidad de los permisos para hacerlos y por la imperiosa necesidad de conseguir la Autorización Ambiental Integrada para continuar su actividad, la fábrica ha reducido drásticamente su carga contaminante y el propio consumo de agua. Gracias a las nuevas tecnologías y al reaprovechamiento en muchos procesos, hoy necesita 3.000 metros cúbicos a la hora, la mitad que en 2007 y muy lejos de los 7.200 históricos.
La empresa ha invertido alrededor de 60 millones de euros en estos procesos de renovación tecnológica y en la reducción de la contaminación, buena parte de ellos en los tres últimos años. Empezó con unos reactores biológicos para evitar gran parte del SO2 que origina la producción de viscosa. La emisión al aire de ese gas, con un característico olor a huevos podridos, había sido, durante muchos años, una condena para Torrelavega y, aunque no ha desaparecido del todo, ahora apenas es un 7% del que se emitía.
El siguiente paso fue la instalación de la planta de lejías bisulfíticas, una instalación que costó 24 millones de euros y con la que se evitaba verter al río un atemorizante líquido oscuro que teñía de negro toda la Ría de San Martín hasta Suances. Desde ese momento, el color del agua ha pasado a ser sólo pardo, a lo que también ha contribuido la entrada en funcionamiento de la Estación Depuradora de Residuos Urbanos de Vuelta Ostrera, cuyo futuro es incierto por otros motivos.

Llega el desenlace final

El proceso de saneamiento del cauce final del Besaya va a vivir ahora su desenlace casi final con la entrada en funcionamiento de la depuradora de Sniace, cuyos vertidos, como los de otras fábricas, no podían ser asimilados por la EDAR, preparada sólo para los urbanos.
Es muy probable que a partir de este mes el agua de la Ría presente un cambio radical, con la posibilidad de ver los fondos y con la vuelta de los peces. Pero no hay que echar todas las campanas al vuelo porque la depuración de los vertidos de Sniace puede delatar los que hacen de forma subrepticia otras empresas y que hasta ahora quedaban enmascarados en la negritud del agua. También es previsible que las bacterias coliformes que la EDAR de Vuelta Ostrera no destruye en el proceso de depuración, y que no podían sobrevivir en una Ría tan contaminada, empiecen a aparecen ahora en forma de una especie de algas amarilloverdosas, una presencia poco admisible en las proximidades de zonas de baños. Este problema sólo se evitará cuando la EDAR pueda lanzar sus residuos mar adentro a través de un emisario, en lugar de hacerlo a la propia Ría, algo que aún va a tardar.
La gigantesca depuradora de Sniace, que compite en tamaño con la EDAR, va situada en los terrenos que ocupó uno de los diques de lejías bisulfíticas, entre las instalaciones de poliamida y el río. Queda separada por 180 metros del pueblo de Ganzo, pero los técnicos aseguran que los vecinos no se verán afectados porque no producirá olores.

Un ‘sembrado’ de plástico

Los vertidos de todas las fábricas del complejo (Sniace también dará servicio a Papelera del Besaya, aunque no forma parte del grupo) se han canalizado por una nueva red de colectores que desemboca en un pozo de bombeo donde se ajustará su PH. Tras someterlo a un desbaste de las sustancias en suspensión, los efluentes pasarán a un tanque para ser homogeneizados y, de ahí, a dos enormes y profundas piscinas circulares donde se efectuará el tratamiento propiamente dicho.
En un ciclo que durará 22 horas, las bacterias actuarán sobre la materia orgánica hasta dejarla degradada en fangos, un proceso semejante al que se realiza en los reactores que se instalaron para hacer desaparecer el sulfídrico. En este caso, las bacterias necesitan la ayuda de una miriada de pequeñas piezas de plástico con las que se sembrará la piscina. El objeto de esta extraña colaboración es aumentar la superficie de contacto de las bacterias con una superficie que les permita alojarse y, por tanto actuar.
Las piezas, aparentemente intrascendentes, están diseñadas como una diminuta celosía, para multiplicar la superficie de actividad de las bacterias y flotarán a lo largo del tanque.
De una manera tan sencilla, la planta multiplicará su capacidad de trabajo y podrá hacer frente a las enormes dimensiones que siguen teniendo los efluentes de Sniace.
En esta compactación del proceso también colaboran cinco grandes soplantes que, al introducir aire en los reactores de residuos, aceleran la transformación de la materia orgánica. Eso sí, con un coste significativo, ya que consumirán algo más de 6 MV de la potencia eléctrica que genera la fábrica.
El proceso finaliza con un agua depurada en un 90% y compatible con las exigencias de un río truchero (así está calificado el estándar de calidad a cumplir) y, por otra parte, con un camión diario de fangos que se entregarán a un gestor de residuos y que quizá la propia fábrica decida aprovechar, puesto que Sniace se caracteriza por convertir en posible negocio cualquier circunstancia colateral a su actividad. Los fangos que van a generarse en la depuradora tienen una gran fuerza energética (más de 4.500 calorías por kilo) pero no podrían ser utilizados en las calderas de carbón de la fábrica sin un previo secado, un proceso que por el momento no está previsto abordar.
La depuradora fue contratada llave en mano con la empresa TKS, que ya tiene experiencia en trabajos semejantes y para construirla ha contado con la colaboración de varias compañías cántabras, como la calderería Motusa, que además de hacer los emparrillados de aireación, el sistema de bombeo aire-agua o los pasamuros –todo ello en acero inoxidable– ha realizado el montaje mecánico de los equipos (bombas, agitadores, espesadores, decantadores y tanques).

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